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Una foto, un cumpleaños y el horror nazi en Lituania

Por Avner Holtzman con traducción de Gabriela Kogan*

Es 20 de marzo de 1937. Ciudad de Svencionys, Polonia, hoy Lituania, a 80 kilómetros al noreste de Vilna.

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Nueve niñas y dos niños, tres mujeres y dos hombres, reunidos en un día de primavera en la casa de los Svirsky, en el número 11 de la calle Pilsudski, para celebrar el cuarto cumpleaños de la más joven: Jánele.

Yankl Levine, el fotógrafo del pueblo registra el momento. Mientras los invitados se acomodaban espontáneamente en un medio círculo alrededor de la mesa, ubicó su pesada cámara, sumergió su cabeza debajo de la tela negra, calibró la luz y la distancia, dio las últimas instrucciones y finalmente presionó el botón.

Algunos días después, la fotografía fue entregada en la residencia Svirsky, junto con numerosas copias del tamaño de una postal que repartieron como souvenir entre los invitados y otras fueron enviadas a tierras lejanas, a los parientes en Leningrado, Berlín y Argentina como testimonio de la abundancia, seguridad y tranquilidad en la que transcurrían sus vidas.

Había una razón especial para la celebración: Jánele, de cuatro años, había superado un peligroso brote de escarlatina que le había dejado un daño permanente en su pequeño corazón. El encuentro tenía por objeto, entonces, festejar su recuperación tanto como su cumpleaños: todos le expresaron sus deseos de una vida larga y saludable.

Ninguno de los invitados podía imaginar lo que el futuro les tenía preparado. Ni en sus peores pesadillas podrían vislumbrar que en septiembre de 1939, apenas dos años y medio después, su mundo estaría totalmente dado vuelta, o que otros dos años más adelante, toda la comunidad judía de Svencionys, junto con otras miles de comunidades judías cercanas dejarían de existir. De las dieciséis personas en la foto, seis morirían juntas en un solo día a principios de octubre de 1941. Seis más serían asesinados o morirían de hambre en varios lugares entre 1940 y 1944. Sólo cuatro pudieron tener el privilegio de ver el día de la liberación en 1945.

Ese día de primavera esto ni asomaba en el horizonte. La mesa familiar había sido cuidadosamente preparada para el evento, vestida con un mantel blanco y adornada con dulces y golosinas. En el centro, un jarrón de marfil blanco del que justo antes de tomar la foto se había quitado un ramo de flores y frutas para no bloquear la vista del fotógrafo ni tapar a los invitados. Un jarrón más pequeño se colocó como servilletero en el extremo de la mesa. Distribuidas, están las tazas de té en las que se sirvieron las bebidas a los niños. Estas eran parte del juego de vajilla que la familia usaba solo para las fiestas y ocasiones especiales. El refrigerio dispuesto sobre la mesa incluía un bowl transparente lleno de naranjas; una fruta rara para la zona, comprada especialmente para la celebración.

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Debajo, en un plato, se ve un pedazo grande de pastel y a la izquierda del gran tazón de azúcar hay otra fuente que parece contener unas bolas oscuras, varias de las cuales también descansan en platos individuales. Eran teigelakh, bollos de masa fritas en miel, una delicia de la cocina judía lituana. En los platos también vemos galletas redondas con bordes oscuros de algún relleno.

El evento tuvo lugar en el comedor familiar con sus paredes cubiertas por un empapelado de donde cuelga una foto enmarcada de la cumpleañera, Jánele, con una boina blanca y sosteniendo una muñeca. Esta es, de hecho, un detalle de una fotografía anterior en la que estaba toda la familia que el mismo Levine había tomado un año antes. Ampliarla y obsequiársela a los padres de Jánele había sido su idea.

Pero lo más interesante de la escena son las personas reunidas para el festejo. Empecemos por el borde derecho, la niña con el cuello plisado y el pelo corto y lacio, bajando ligeramente la cabeza y lanzando una mirada tímida a la cámara. Ella es Rojl Kreizer, de ocho años, una chica modesta y amorosa de una familia humilde, parientes lejanos de Jánele. Su padre, Shlomo Kreizer, trabajaba en una distribuidora de granos. Su madre, Batsheva, era, como su nombre hebreo indica, séptima hija. Junto a Rójl está sentada Fira Kovarski, de su misma edad, con un cuello de bordes ondulados con un fino vivo. La expresión de Fira es abierta y radiante. Todo su rostro expresa entusiasmo y confianza mezclado con un toque de asombro. Por el contrario, en el borde izquierdo, se puede ver a su hermana gemela, Lina, con vestido idéntico, y una media sombra sobre ella. Debido a un accidente en el parto, tenía un ojo desfigurado. Su mirada solemne y melancólica refleja su personalidad introvertida y tal vez también sus sentimientos de inferioridad con respecto a su hermana. Las dos niñas eran hijas de Benjamin Kovarski, un médico muy admirado, y su hermosa esposa Pola, una mujer de mundo quien en ese momento estaba preparando el viaje a la Exposición Mundial en París. Aunque la suya estaba entre las familias más ricas de Svencionys, todo el mundo sabía que el Dr. Kovarski nunca se negaba a acudir a la casa de un paciente pobre y lo hacía sin pedir nada a cambio.

Detrás de Fira, la tercera a la derecha con un vestido pálido del que solo se ve el borde, es Rebeca Shootan, de siete años, mirando a la cámara en forma pura y delicada. Con sus grandes ojos azul profundo, era para muchos la chica más linda de la ciudad. Hacía solo dos meses había quedado huérfana de su padre, el poeta idish Michael Shootan, conocido por su nom de plume, Michael Natish. Además de Rebeca, dejó a su esposa Kreina Ginsburg, una mujer bella y noble.

Luego, con un vestido a cuadros coronado por un cuello claro con puntas, está Sonia Taraseisky, de seis años. El enorme moño en su pelo y las mejillas regordetas revelan la ternura de sus años. En el segundo lugar desde la izquierda, con los brazos cruzados sobre la mesa, está su hermana mayor, Estosha, con sus ojos oscuros y una mirada inteligente y tranquila. Los padres de las dos niñas, Valodia y Yetta, eran dueños de un gran laboratorio donde producían medicamentos y eran la única familia en la ciudad que tenía un automóvil con chofer. La mejor amiga de Estosha era Leah, de diez años, hermana mayor de la cumpleañera, en la foto a la izquierda de Sonia, en un vestido oscuro con un cuello blanco, su pelo rojizo detrás de sus orejas, la postura erguida y su mirada vigorosa.

Ahí está Jánele, en la cabecera junto a su hermana. Apenas se la puede vislumbrar: su cabeza pequeña y el pelo oscuro se funden con el vestido oscuro de su institutriz. Pero se puede discernir su carita con una expresión bastante infantil y un dedo de su mano izquierda metido en la boca. El delantal blanco era para proteger su ropa de las manchas seguras de frutas y dulces. Su institutriz, de pie detrás de ella, en una pose protectora y mirando a la cámara con una sonrisa congelada, es Gita Gurevitch, quien cumplía su función todas las mañanas hasta que Jánele entró en la escuela en 1939.

Junto a Jánele, en el centro de la imagen, se encuentra Lovka Pliner, de nueve años, en traje oscuro con cuello blanco: el más joven de tres hermanos y muy popular entre los niños de Svencionys. A su lado, con un vestido gris de lana coronado por un cuello rojo en forma de estrella, está sentada Masha Baran, de cinco años: una chica suave de cara redonda y pelo claro. Era la única hija de Bronya Baran, a quien se la puede ver a la izquierda con una mirada un poco melancólica. El padre de Masha, Shmuel, había abandonado a su esposa e hija para irse con su amante Yedida Gut. La mano de Bronya se apoya sobre Dudik Stein, de siete años, quien había perdido a su padre cuando era pequeño. Su madre, Lisa Levine, administraba el depósito de harina y azúcar que había heredado. Dudik era la luz de sus ojos y lo trataba como a un príncipe: solo lo vestía con trajes y camisas cuidadosamente planchadas, su cabello perfectamente peinado, sus zapatos siempre lustrados. Un verdadero pequeño aristócrata.

Finalmente, a ambos lados del círculo, detrás de los invitados sentados, se encuentran los anfitriones. Sus rostros se ven iluminados de satisfacción y placer. A la derecha, con un vestido oscuro sin cuello y el peinado recogido está Rachel Svirsky; el último a la izquierda, su marido Jaim. La familia de Rachel, los Kogan, había vivido en Svencionys durante generaciones. Después de estudiar Odontología en la Universidad de Kharkow, había regresado a su ciudad en 1925, y allí abrió una clínica. Ese mismo año se casó con Jaim Svirsky, nacido, como su nombre indica, en la vecina ciudad de Zvir. Jaim era asistente dental. Después de un año de estudio en Berlín, abrió un laboratorio junto a la clínica de Rachel, donde fabricaba dientes y coronas postizas. La asociación de la pareja resultó muy rentable y pronto pudieron darles a sus hijas una niñez muy confortable. En el momento en que se tomó la foto ambos tenía cuarenta y un años.

Junto a Jaim se encuentra su padre, viudo, Feivel, de setenta y tres años. Feivel, quien se había establecido en Zvir, era el padre de cinco hijas y tres hijos, la mayoría de los cuales se habían esparcido por todo el mundo. En Zvir, vivía en una gran casa de piedra y dirigía una fábrica que hacía refrescos.

Unas 7000 personas vivían en Svencionys en 1937. La mitad eran judíos y el resto, polacos y lituanos. Desde el siglo XV, los judíos habían vivido en relativa paz en este rincón del mundo con sus colinas boscosas, pequeños lagos y suelo fértil.

Los niños en el cumpleaños estarían pensando en las próximas fiestas de Pesaj y su receso escolar, o en las vacaciones del verano y las salidas al Kochanowka, el lago cercano con una pequeña isla en el centro. Ni ellos, ni los adultos se habían visto afectados por los decretos antisemitas emitidos por el gobierno en Varsovia; realmente no había forma de que pudieran imaginar la hostilidad asesina que vomitarían los corazones de sus vecinos lituanos y que pronto estallaría con toda sus fuerzas.

En septiembre de 1939, con el inicio de la guerra, Svencionys fue ocupada por el ejército soviético de acuerdo con el pacto establecido entre Hitler y Stalin para dividirse Polonia entre ellos. Durante un año, el estatus político de la zona fue confuso hasta el verano de 1940, cuando toda Lituania fue tragada por la Unión Soviética.

Después del revuelo por la ocupación, Svencionys se estabilizó bajo el dominio soviético y la vida volvió a una rutina medianamente soportable. Sin embargo, las cosas habían cambiado radicalmente, incluso para varias personas de nuestra fotografía. Valodia Taraseisky, el padre de Sonia y Estosha, había sido arrestado por ser dueño de una fábrica capitalista y deportado a Siberia. Varios meses después, su esposa e hijas fueron enviadas a unirse con él en el exilio. Aunque no podían imaginarlo en ese momento, escaparon así del terrible destino que caería sobre su comunidad.

Lovka Pliner, ya de doce años, logró ingresar a la Unión Soviética junto con sus dos hermanos mayores, alistado en el ejército ruso. Lovka fue ubicado en una escuela militar pupila.

A finales de junio de 1940, a Jaim Svirsky, el padre de Jánele y Leah, se le declaró una enfermedad en los intestinos y al estar las fronteras cerradas no pudo ser llevado a Vilna. Después de una semana de terribles sufrimientos murió a los cuarenta y cuatro años, el mismo día en que cumplían con Rachel quince años de casados. Su funeral multitudinario fue uno de los últimos en tener lugar en la comunidad de Svencionys. En retrospectiva, Jaim tuvo la suerte de morir en su cama, de ser llorado por muchos y de recibir un entierro adecuado. En su tumba se colocó una base de concreto. Una lápida estaba ahora lejos de las posibilidades económicas de su familia.

En junio de 1941, llegó la sorpresiva movilización de los nazis hacia el territorio ocupado por Rusia. En una semana, ya habían entrado en la ciudad estableciendo un régimen de terror inaugurado por una serie de ejecuciones de hombres judíos con la participación activa de las fuerzas nacionalistas lituanas, que habían salido de su escondite con la llegada de los alemanes. Cien hombres fueron llevados a un bosque cercano y fusilados. Entre ellos estaba el Dr. Benjamin Kovarski, padre de las gemelas Fira y Lina, que había sido jefe del hospital local durante la ocupación soviética.

Pero esto no sería nada en comparación con lo que vendría. El sábado 27 de septiembre de 1941, cinco días después de Rosh Hashaná, el año nuevo de 5702, la mayoría de los habitantes judíos de la ciudad fueron sacados de sus casas por soldados lituanos bajo el mando alemán y conducidos a pie en una larga columna a la vecina ciudad de Nueva Svencionys. Hacia el anochecer, después de una marcha forzada de 13 kilómetros, llegaron a un campo de entrenamiento abandonado del ejército polaco conocido como Poligon. Allí, en la oscuridad, los metieron en enormes barracas de madera mientras los habitantes de otras siete ciudades se iban sumando. En total, 8000 judíos fueron reunidos en el Poligón esperando aterrorizados a lo desconocido.

Pasó Iom Kipur y finalmente, después de diez días de espera, en el festival de Sucot, los lituanos, en su mayoría borrachos, comenzaron a llevar a los judíos en grupos a grandes fosas que habían cavado al borde del campo, se les ordenó que se desnudaran y luego los fusilaron en los pozos abiertos. En el transcurso de dos días, los 8000 fueron asesinados, incluidos los más de 3000 de Svencionys.

Entre las víctimas estaban la tímida Rójl Kreizer, de doce años, su padre Shlomo y su madre Batsheva. Las gemelas Kovarski, la bella Fira y la triste Lina también fueron asesinadas en el Poligon junto con su madre, Pola, igual que la delicada Rebeca, junto con su madre Kreina. Dudik Stein, quien ya tenía once años, probablemente vistió uno de sus trajes finos en la marcha hacia el Poligon; fue asesinado junto con su madre Lisa, quien sin duda, como era su costumbre, lo protegió hasta el último momento. Gita Gurevitch, la institutriz, también murió allí, al igual que el fotógrafo de la ciudad Yankl Levine, asesinado junto con su esposa y sus tres hijos.

Unos 500 judíos quedaron en Svencionys: su trabajo era necesario para el ejército alemán. Se concentraron en una parte de la ciudad que se había convertido en gueto. Entre ellos estaba Bronya Baran con su hija Masha, de diez años. Samuel Baran y su amante Yedida Gut habían sido asesinados en el Poligon. Un día, la pequeña Masha intentó escapar y fue fusilada ahí mismo.

En abril de 1943, el gueto fue liquidado en el campo de exterminio de Ponar. Mientras tanto, en una remota ciudad de Kazajstán, la talentosa Estosha Taraseiski, de quince años, hija del hombre más rico de la ciudad, murió de una neumonía complicada por la desnutrición.

El destino de Rachel Svirsky y sus dos hijas, Leah y la cumpleañera Jánele, fue bastante complejo. Las tres habían sido llevadas al Poligon con el resto de la comunidad y pasaron allí una semana. Al tener indicios de lo que estaba a punto de ocurrir, sobornaron a uno de los guardias lituanos y escaparon por el bosque dos o tres días antes del asesinato. Se escondieron en la casa de un farmacéutico polaco en Svencionys, y más tarde pudieron llegar a la casa del abuelo Feivel en Zvir, aún no alcanzada por los nazis.

Así comenzó una larga saga entre guetos, campos de trabajo y campos de concentración por toda Lituania. El abuelo Feivel fue trasladado a principios de 1943 a un gueto en la cercana ciudad de Michalishok, donde murió de hambre a los setenta y nueve años. A principios de 1944, las tres mujeres se encontraban en Aleksotas, un campo de trabajo en la base aérea de Kovno. Rachel, asistida por su hija Leah, se desempeñó como dentista, y las dos emplearon todas las artimañas imaginables para salvar a Jánele, de once años. Pero el 27 de marzo de 1944 fue atrapada en un aktion infantil en el campo. Un perro grande arrastró a la frágil niña de abajo de un escalera donde su madre la había escondido. La metieron en un vehículo negro y nunca más la volvieron a ver. En enero de 1945 Rachel y Leah fueron rescatadas. De las dieciséis personas en la fotografía, además de ellas, Lovka Pliner y Sonia Taraseiski también sobrevivieron, en ambos casos, después de haber pasado los años de la guerra en Rusia.

Rachel Svirsky, que se volvió a casar después de la guerra, llegó a Israel desde Polonia en 1956 y falleció ocho años después. Su hija Leah, quien había llegado a Israel en 1950, se casó, crió una familia, y dirigió por mucho tiempo la organización de sobrevivientes del área de Svencionys.

En el verano de 1991, 50 años después del Poligon, un gran grupo de sobrevivientes y sus descendientes viajaron a Svencionys, recorrieron la ruta de esa última marcha y erigieron una lápida al lado del gran montículo de tierra que cubre la fosa común declarando explícitamente en hebreo y lituano que la población local había desempeñado un papel clave en la masacre.

Leah Svirsky-Holtzman, mi madre, cumplió un deber privado en ese viaje. En el antiguo cementerio de Svencionys, localizó la tumba de su padre Jaim y finalmente mandó a poner una lápida adecuada.

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Su hermana menor, mi tía Jánele, es conmemorada en el museo de Yad Vashem, en Jerusalén, con la foto con boina blanca, a los tres años, la misma que les había regalado Yankl Levine.

La calle Pilsudski ha cambiado de nombre varias veces, pero el hogar de los Svirsky en el número 11 sigue en pie, ahora ocupado por otra familia. En esa casa, o en otras, es muy probable que se guarden las elegantes tazas, los floreros y los utensilios que se ven en la fotografía, junto con otras posesiones saqueadas de los hogares judíos de Svencionys, abandonados a la fuerza.

La fotografía de la fiesta de cumpleaños conservada en una de sus copias por familiares en Argentina (los abuelos de Gabriela Kogan, quien traduce este texto), fue devuelta a mi abuela después de la guerra. Testifica que todos los que se reunieron en esa casa, en ese cálido día de primavera de 1937, una vez realmente existieron. Para algunos de ellos, de hecho, y especialmente para los niños sentados en esa mesa, esta imagen puede ser la única evidencia material de su vida. Y estas líneas ahora, escritas en su memoria.

Avner Holtzman es profesor de literatura en la Universidad de Tel Aviv. Gabriela Kogan es editora en Buenos Aires

Por DF/RJ
Fuente: La Nación

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