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Hospital Israelita: El castillo abandonado que espera en silencio

Tres cuartos de una manzana. Siete pisos de alto. Un verdadero monstruo de cemento. Adentro de sus pasillos ahora hay silencio. Se escucha de fondo el ruido de las ruedas que pasan por Nazca o por Gaona, pero nada más. Todo está oscuro.

Por esos rincones, hace ya varios años, pasaron personalidades como el brillante científico Albert Einstein, o los destacados médicos Jonas Salk y Albert Sabin. En el sector de Kinesiología se llegó a atender Diego Armando Maradona. En uno de sus pasillos se filmó una parte de El Secreto de sus Ojos. Uno pensaría, entonces, que un lugar que tuvo premios Nobel, campeones del Mundo y hasta participación en un Óscar, tendría que ser patrimonio histórico. “Sí, lo es”, dice a Flores de Papel Paulino, que trabaja en el Hospital Israelita desde la década del 70. “Vos sabés que yo me fije en Internet y no aparece, che” le responde Alberto, encargado de Kinesiología desde hace 50 años.

+ Auge y quiebra
El Hospital Israelita “Ezra” fue inaugurado en el año 1916 en la Argentina, en la misma dirección de hoy en Nazca entre Gaona y Luis Viale. La iniciativa surgió de un grupo de inmigrantes judíos de la Sociedad de Beneficencia del mismo nombre que el Hospital. Tenía como objetivo darle un espacio de salud propio a los cientos de judíos que llegaban al país, principalmente buscando refugio de la Rusia zarista.

Rápidamente comenzó a crecer, al punto de que, en la década del cuarenta llegó a atender aproximadamente tres mil personas por día. Durante todo el siglo XX, el Israelita tomó cada vez más importancia y se transformó en un ícono de la salud de toda la Ciudad. “En la década del 70 no podías caminar por los pasillos, había 150 personas esperando el turno en cada sector, con 130 internados. De noche siempre estaban todas las luces prendidas”, explica Paulino.

Jonas Salk y Albert Sabin, históricos investigadores de la vacuna contra la Poliomielitis, pasaron por el Hospital. “Siempre recuerdo –comenta Paulino- las palabras de Sabin cuando dijo que ´el cáncer será curado y está curado, pero hay un cáncer de la que nunca podrá curarse la humanidad, que es el de las guerras y las muertes´. Él estaba avanzando en esa investigación y a mí, con esa frase, me quedo claro que tenemos enfermedades que son curables pero los negocios de la medicina y los laboratorios a veces son tan grandes que no lo dejan desarrollarse”.

El Hospital llegó a ser uno de los mejores del mundo en algunas disciplinas médicas como por ejemplo, en Dermatología, con el protagonismo estelar del Dr. Aaron Kaminsky, una eminencia mundial. Llegó a atender en el Hospital, entre otros, al ex presidente Juan Domingo Perón.

El sanatorio tuvo 1300 trabajadores y su crecimiento parecía imparable. Pero la historia no terminó ahí.

+ Quiebra y cooperativa
“Con la crisis de los años 90 se empezó a venir abajo el Hospital”, explica Paulino. La recesión económica fue llevando al Israelita a la debacle, al punto de que en el año 2001 entró en concurso preventivo de crisis y, en noviembre de 2003, declaró la quiebra y dejó de pagarles el sueldo a sus trabajadores.

“La quiebra fue fraudulenta, la Comisión Directiva de ese momento quiso quebrar el Hospital para adueñarse de él. Fue una estafa social”, explica Paulino, mientras Alberto coloca la responsabilidad principal en los dirigentes de “la Colectividad” y sus entidades principales, como la AMIA y la DAIA. Relacionan, a su vez, la debacle del Hospital con la situación del Banco Mayo de Rubén Beraja.

Los trabajadores, sin embargo, decidieron no quedarse con los brazos cruzados y, junto al Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, se empezaron a mover. Tomaron el Hospital, cortaron la calle y se movilizaron. Finalmente, el juez en lo comercial Atilio González, del juzgado N°7, decidió, el 5 de noviembre de 2004, que los trabajadores podían administrar el Hospital, y formaron la Cooperativa de Trabajo Hospital Israelita Limitada.

El hospital empezó a funcionar bajo “autogestión”, en palabras propias de Paulino, con las dificultades lógicas de ya no tener un sueldo fijo sino administrar los recursos y repartir las ganancias. Parecía un buen método y, no sin dificultades, la cosa marchaba bien.

El golpe, ¿Final?

El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hizo aprobar, en diciembre de 2017, en la Legislatura porteña la desafectación para posterior venta del inmueble del terreno en el que está el hospital. La excusa es que, como nunca hubo una sesión permanente sino “temporaria” de los terrenos a la cooperativa, ahora el gobierno puede recibir un juicio en su contra de antiguos dueños.

Pero los trabajadores piensan que las verdaderas intenciones de Larreta son otras. “La nueva gestión gubernamental del gobierno de la Ciudad tiene otros fines para este Hospital. Seguramente debe tener algo que ver con la parte inmobiliaria”, explica Paulino. “Es la mentalidad de este gobierno: Achique, achique. No le interesa la gente”, completa Alberto.

El gobierno desalojó, para terminar de preparar el vaciamiento del Israelita, a los internados del PAMI, que hasta el año pasado llegaban a 150 personas. Hoy no queda casi ningún internado en el lugar.

Un castillo abandonado

“La gente me dice ´Paso de noche y veo todo eso escuro y me da mucha pena. Parece un castillo abandonado´”, comenta Paulino. Los pasillos del Hospital están vacíos. A veces algunas luces titilan. Solamente se escuchan los pasos de pocos. En la sala central, hay una máquina expendedora de gaseosas de las primeras en el país, que dice “Drinks”. “Se la deben haber olvidado cuando se llevaron todo”, dice, con tristeza, Paulino.

Hay una puerta de vidrio que dice “Restaurante”, que no se abre desde hace más de medio año. Hay pisos que llevan a un ex salón de actos que está cerrado con llave y la llave no está. En las escaleras hay excremento y cucarachas muertas. Esa ala no se usa hacer rato.

En algunas paredes, quedan olvidadas en la oscuridad las placas de la gente que el Hospital quiere reconocer. Desde la avenida Gaona, se ve un monstruo gigante que espera en silencio. Las rejas negras, el pastizal sin cortar hace rato y las paredes despintadas hacen una combinación perfecta con la tarde nublada. Las rejas negras, ya un poco oxidadas tienen puesto un cartel que dice “tu abandono mata”.

Por: Santiago Nuñez
Fuente: Flores de Papel
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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