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Afganistán, esa delicada pieza del Jenga Asiático

Profesor Luis Fuensalida

Por Luis Fuensalida

Este fin de semana mientras buscaba un libro en mi biblioteca, me topé con los dos tomos de la obra del historiador británico, especializado en relaciones internacionales, Paul Kennedy, “Auge y Caída de las Grandes Potencias”,  donde el británico lleva a cabo un minucioso estudio de los procesos que han llevado a ciertas naciones a constituirse en actores centrales y determinantes en el devenir por la puja del poder regional o global, y como, con el transcurso del tiempo, por factores internos o externos, fueron decayendo y mermando su poderío, y fue entonces que se cruzó por mi mente los Estados Unidos de América, y me preguntaba, ¿no estaremos asistiendo a los escarceos del principio del deterioro del Poder Americano?, porque si bien sigue siendo la primer potencia militar y económica, tras el final de la Guerra Fría, nunca se consolidó como un hegemón mundial, y hoy el proyecto de Den Xiao Ping, de la mano de Xi Jimping, China no sólo se ha convertido en su competidor por el Poder Global, sino que es posible que pueda alcanzar a los EE.UU. como 1ª. potencia y hasta quizás, superarla.

Todo esto me pasó por la cabeza, tras conocer las dubitaciones o ciertas miopías de la administración demócrata de Biden en cuanto, por ejemplo, restablecer la Internet a los cubanos, o la timorata política en el Oriente Medio, o de los dislates respecto a retomar el acuerdo nuclear con la teocracia de Irán, o el retiro con sabor a batallas ganadas, guerra perdida, de Afganistán, sin olvidar el frente interno, con los siempre irresueltos dramas interraciales, con las desigualdades en la asistencia social y sanitaria, y con un sistema bipartidista que parece cada vez más en crisis, donde los demócratas se corren cada vez más a la izquierda y los republicanos hacen lo propio a la derecha, en síntesis, un EE.UU., como lo dijo Octavio Paz en su libro “Tiempos Nublados”, que deberá elegir, entre el Imperio o la República.

Para mi el más paradigmático ejemplo es Afganistán, un tema que abordé en mi columna del 5 de mayo ppdo., justamente con el título “Batallas ganadas, guerra perdida, ¿Quo vadis Afganistán?”, en la que concluía que con la retirada de las fuerzas occidentales y estadounidenses, el futuro próximo para los afganos es una posible y probable guerra civil y la retoma del poder por el Talibán, y más allá, de las duras críticas de ciertos sectores políticos y el establishment militar, el retiro estadounidense tiene mucho sabor al Vietnam de los 70.

Sin embargo, como muchas veces lo expresado, ese axioma del Realismo de las RR.II., “…no hay amigos ni enemigos permanentes, sino intereses permanentes…”, este parece ser lo que aplican tanto Beijing como Moscú ante el vacío que deja la retirada de los EE.UU., pese a que tanto China como Rusia tienen una posición firme y contraria contra el Islamismo Radical, y quizás por el lado de el Talibán, buscan una fachada nueva, no tan asociada con la barbarie y obvio, más redituable.

Veamos el caso chino primero: China tiene una frontera común con Afganistán de algo más a los 70 km, a unos 5.000 m. de altitud, y que relaciona la región extremo oriental afgana con la hoy problemática e importante provincia autónoma china de Xinjiang, donde conviven varios grupos étnicos y religiosos, de los que se destaca los Uigures, que son musulmanes, y a los que el gobierno de Beijing los considera el motor de separatismo de aquella región, para conformar nuevamente el antes llamado Turkestán Oriental, por lo que ha asumido una política muy dura y persecutoria contra aquellos elementos sediciosos para el gobierno chino, y en este contexto, las posibilidades de una guerra civil afgana, que significaría una preocupante inestabilidad y sus efectos sobre Xinjiang, no es precisamente lo que quiere Beijing, por lo tanto, si el vacío de poder dejado por el retiro de los EE.UU., es ocupado por el Talibán, quién controla casi el 80% del territorio afgano, es necesario establecer convenientes relaciones que beneficien a ambas partes, lo que se vio reflejado en la visita de una comitiva Talibán a Beijing en septiembre del 2019, cuando aún se hallaban presente las tropas estadounidenses y sus aliados occidentales.

¿Cuáles son los intereses chinos y cuáles los del Talibán? para los primeros, tal como lo ha declarado su ministro de RR.EE. Wang Yi, es que el futuro gobierno Talibán abandone todo accionar o ayuda al terrorismo islamista radical, en particular, cualquier apoyo al Movimiento del Turkestán Oriental o MITO o ETIM(en inglés), organización secesionista uigur y calificada como grupo terrorista por la ONU, que opera en Xinjiang, y por el lado de los segundos, según su portavoz Suhall Shaheen, están dispuestos a recibir las inversiones chinas, en especial en el campo de la explotación minera, algo que viene de años atrás, como lo es la mina de cobre de Aynak, cerca de Kabul, donde desde el 2007 China obtuvo la concesión por unos u$s 3.000 millones.

En la antigüedad, el Turkestán Oriental o Xinjiang, era parte de la Ruta de la Seda, y por supuesto no podía estar ausente en la Ruta de la Seda del Siglo XXI, y obviamente, su proyección hacia Afganistán es vital para el proyecto geo-económico de China-Pakistán, por eso, más allá que las inversiones chinas en las tierras del Talibán hayan sido modestas, se estima unos u$s 4.4 millones en el 2020, la decisión de Beijing es incorporar a Afganistán al proyecto CECP, y para eso necesita un gobierno afgano fuerte y estable, de allí, el acercamiento con el Talibán, pues sin estas condiciones político-militares, el citado proyecto sería poco viable y afectaría a la Nueva Ruta de la Seda, en una palabra, para China lo importante no es quién detenta el poder, sino la estabilidad que pueda aportar para los objetivos de la geopolítica y geoeconomía de Beijing, sin olvidar que el Talibán nunca fue considerado como un grupo terrorista, sino como una organización religiosa radical, quizás por esto, es que prácticamente no se han producido ataques a las inversiones chinas en Afganistán.

En cierta forma, lo que busca China, es crear fuertes vínculos de cooperación, y no está en su agenda algún tipo de intervención, donde el ejemplo de las dos décadas del protagonismo militar estadounidense y de la OTAN, en pretender doblar el brazo del Talibán no han tenido éxito, y no consiguieron unificar a la sociedad afgana, ni consolidar instituciones políticas que posibilitaran la conformación de un Estado sólido, y donde invirtió EE.UU. algo más de u$s130.000 millones, por todo esto, el “vacío estratégico” provocado por el retiro de los estadounidenses y sus aliados, el rol chino es la cooperación y desarrollo económico en el marco del BRI o Belt and Road Iniciative, el macro proyecto de Beijing para Asia Central, y donde Afganistán es considerado un escudo defensor contra el accionar de los uigures.

Como dice el viejo refrán, “una mano lava a la otra”, los Talibanes son para el régimen de Xi Jinping, el interlocutor reconocido y válido para la reconstrucción de Afganistán y para aquellos, China es la oportunidad de inversiones y llegado el caso, el respaldo internacional de la gran potencia asiática a un gobierno del Talibán, por eso que una nutrida delegación de estos viajó en Julio ppdo., no sólo a China, sino también a Rusia, para negociar los acuerdos cuando se hagan del poder del estado afgano.

En realidad, cronológicamente, el Talibán visitó primero Moscú, y el encuentro entre éstos y el líder ruso Vladimir Putin habría posibilitado respaldar las relaciones con Xi Jinping, mientras que Zamir Kabulov el representante ruso para los asuntos afganos, transmitió a los líderes del Talibán, el interés del Kremlin, que el conflicto interno en la lucha por el poder en Afganistán, no se expanda más allá de sus fronteras, a cambio de ayudar a la reconstrucción del país, una forma de saldar el pasado soviético y mantener buenas relaciones con los nuevos dueños del poder, aunque el portavoz del Kremlein, Dimitry Peskov, ha declarado que el gobierno ruso esta preocupado por la desestabilización provocada por el retiro de la fuerzas militares occidentales, algo en que coincide con lo expuesto por el canciller Sergei Lavrov, que fue crítico de la medida instrumentada por Washington.

En este sentido, durante el mes pasado de julio, Rusia lideró las maniobras conjuntas a gran escala con Uzbekistán y Tayikistán, como parte del sistema de seguridad regional que prevé el acuerdo de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y OTSC, firmado en el 2009, que incluye además de los países mencionados, a Armenia, Kirguistán, Kazajistán y Bielorrusia, ahora bien, en lo que se relaciona a la evolución de los hechos en Afganistán, el Kremlin desplegó escuadrones de aviones caza bombardeos Su-25 en las cercanías a la frontera común entre ambos estados, a modo de mensaje que no va a tolerar la presencia o fortalecimiento de pequeñas células del ISIS o DAESH en territorio afgano.

Este último punto, es decir, el Terrorismo Islamista Radical, sea personificado por AL QAEDA o por EI, fue sensiblemente golpeado durante los 20 años de presencia militar de los EE.UU. y sus aliados, a punto tal que no se puede vincular ningún atentado terrorista a nivel global que se haya planificado en Afganistán, es decir, que a nivel internacional la ocupación militar occidental fue positiva, sin embargo, ni Washington ni el resto de la OTAN pudieron gestionar y resolver el complejo conflicto interno afgano, tampoco pudo eliminar la fuerza y la influencia del Talibán en más del 70% del territorio, y todo el esfuerzo para construir una sociedad más tolerante e igualitaria, con expansión de la educación para ambos sexos, y un más óptimo ejercicio de los derechos y libertades individuales, parece ahora peligrar con el Talibán a las puertas de Kabul para hacerse del gobierno afgano, aunque Hibatullah Akhundzada, líder del grupo, ratificó que está decididamente a favor de una solución política, y que los problemas afganos deben y se pueden resolver entre afganos sin la participación de extranjeros, aunque si sabe que algunas cosas deben cambiar en el accionar del Talibán para no recibir la condena internacional por intransigencia o fundamentalistas, algo que han aprendido en esos 20 años de intervención militar extranjera.

Afganistán es para mi, con su actual conflicto interno y consiguiente crisis de gobernabilidad, con la posibilidad y probabilidad concreta que el Talibán pueda nuevamente consolidarse en el poder, con el vacío geoestratégico provocado por el retiro de los EE.UU. y sus aliados, con el protagonismo de China y la nueva actitud de Rusia, es sin duda, que más allá que Washington esté redireccionando sus prioridades en política exterior, también nos muestran un deterioro del prestigio estadounidense, y que hoy ya no es una prioridad para la Casa Blanca el Medio Oriente o Asia Central, sino que lo es  China, y no precisamente la guerra comercial, más bien la competencia por el control de las tecnologías de punta, la inteligencia artificial y el desarrollo científico, estos son los objetivos de Washington y de Beijing, algo que me recuerda un Informe de mediados de la década de los 90, elaborado por el entonces Secretario de Estado de los EE.UU., el Gral. Colin Powell, que concluía que las proyecciones evidenciaban que para el 2030, China alcanzaría a su país como 1er potencia mundial y con posibilidad de superarlo.

La salida de los EE.UU. plantea un tablero geopolítico muy complejo, veamos: si Afganistán colapsa por la llegada al poder del Talibán y la imposición de la Sharía, una oleada de inmigrantes afganos arribarán a Irán, Pakistán y Europa Occidental, lo que provocaría una nueva grave crisis humanitaria, además, China, India, Pakistán e Irán competirían por lograr sus propios objetivos estratégicos, en ese juego geopolítico, por un lado la India se sentiría amenazada en caso que el Talibán se haga del poder, pues Pakistán y sus servicios de Inteligencia han sido soporte y refugio de aquellos y además el gobierno de Islamabad es aliado de China, con lo cual Nueva Delhi, tendría dos frentes que atender, por el oeste, la cuestión Cachemira con Pakistán y al oriente las controversias fronterizas con China, lo que obliga a la India en confiar en su tradicional alianza con Moscú para equilibrar la balanza, por otro lado, Irán también se vería amenazado en caso que el Talibán llegue al poder, pues la interpretación radical sunnita del Islam y algo más de 900 km de frontera común afgano-iraní, ponen muy nerviosos al régimen de los ayatollah, y finalmente, la Rusia de Putin se estaría convirtiendo en el corredor de negocios para reestructurar el nuevo orden en Asia Central, en reuniones a llevarse a cabo en Moscú sobre el futuro de Afganistán, en las que participarán, China, Pakistán, EE.UU. y la anfitriona Rusia, lo que confirmaría su activo e importante rol.

Por eso, y finalizando la columna de hoy, y retomando la obra de Paul Kennedy, las grandes potencias en los comienzos de sus decadencias, siguieron la misma trayectoria, similar a la de los grandes imperios de la antigüedad, obviamente, con las diferencias propias de las distintas etapas de la evolución industrial, científico y tecnológica, y además, el proceso puede acelerarse o retardarse en función de factores externos, como los conflictos de todo tipo con otros actores del escenario global o bien por factores internos, como ser las crisis económico-sociales o las reivindicaciones identitarias de colectivos étnicos, religiosos o nacionales, y ciertamente ninguna potencia está exenta, por eso como dice el Libro de Eclesiastés, que forma parte tanto del Antiguo Testamento como del Tanaj, “…todo tiene su tiempo bajo el sol…”, así que les dejo una pregunta, ¿estamos ante el proceso de declinación de los EE.UU. como la 1ª. potencia mundial?, ¿estamos transitando un Orden Multipolar que nos llevará a la aparición de una nueva 1er potencia?, ¿será China quién lidere el próximo Orden Mundial?, hoy es un final abierto.

 

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