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Jugó en el Inter, fue considerado “el mejor entrenador del mundo”, pero cayó en las garras del nazismo y fue asesinado en Auschwitz

El Mago Arpad Weisz murió de hambre y frío en un campo de concentración. Hábil extremo izquierdo en su etapa como futbolista, descolló como director técnico, función en la que resultó un adelantado a su época. Pero su fama no le sirvió para escapar al holocausto.

No fue hasta 2007 que muchos seguidores del fútbol italiano, húngaro y de todo el mundo se enteraron de la existencia de uno de los más grandes directores técnicos de la historia, Arpad Weisz, fallecido en el campo de concentración de Auschwitz el 31 de enero de 1944.

El entonces editor de una de las más reconocidas revistas europeas, la italiana Guerin Sportivo, Mateo Marani, hojeaba un viejo calendario de la publicación cuando descubrió la historia de Weisz, que lo deslumbró y generó que escribiera un libro que está agotado y que sigue siendo buscado por los aficionados, “Del Scudetto a Auschwitz”: un director técnico innovador que provocó un cambio definitivo en la manera de ver el fútbol, y que de repente tuvo que dejarlo todo para escapar de los nazis junto con su familia, y pagó muy caro ser judío, al igual que su esposa y sus dos hijos.

Fue convocado para participar con su selección en los Juegos Olímpicos de París en 1924 y si bien no jugó, pudo aquilatar una enorme experiencia porque fue dirigido por Hugo Meisl, luego entrenador del Wunderteam (Equipo Maravilla) austríaco que marcaría el fútbol de los años 30, y el capitán era Bela Gutman, también judío, que pudo sobrevivir a Auschwitz y luego se convirtió en el director técnico del Benfica de Eusebio en los años 60, que ganaría dos veces la Copa de Campeones de Europa.

Tras los Juegos Olímpicos fue transferido al Inter, pero se retiró a los dos años, en 1926, por una lesión. Decidió entonces volcar todos los conocimientos aprendidos como jugador, desde sus grandes maestros. Y se convirtió en director técnico y su primera acción fue viajar inmediatamente a Buenos Aires y Montevideo para conocer de cerca los sistemas tácticos que se utilizaban en la zona del Río de la Plata porque el fútbol argentino y uruguayo era considerado del más alto nivel, junto con el austríaco y el húngaro.

Ya en el Inter pudo desarrollar toda su capacidad, provocando un cambio total en la cultura del entrenamiento y los cuidados del futbolista. Descubrió a Giuseppe Meazza (hoy el estadio del Inter lleva su nombre), por entonces un joven de 16 años que con el tiempo se convertiría en uno de los mejores jugadores de la historia del Calcio. Notó sus condiciones, pero le hizo ganar peso con una alimentación diferente, mejoró su pierna menos hábil con entrenamiento diferenciado con remates reiterados a un frontón, y le inculcó disciplina táctica hasta hacerlo debutar en el primer equipo con apenas 17 años. Meazza ganaría los Mundiales de 1934 y 1938 con la selección italiana de Pozzo –admirador suyo y amigo de Meisl-, que escribió el prólogo de un libro que presentó Weisz por ese tiempo, llamado “El juego del fútbol” y que fue considerado una especie de biblia del juego.

También fue mentor de otro crack, Fulvio Bernardini, quien más tarde se convertiría en el primer entrenador italiano en ganar el Scudetto con dos equipos diferentes, Fiorentina y Bologna. Weisz solía llevarlo para observar juntos a la los juveniles de la “Primavera” (divisiones inferiores) del Inter.

Un cambio de dueño en el club fue creando fricciones que generaron que Weisz prefiriera salir del Inter apenas un año después del Scudetto, buscando otros destinos.

Ya con la experiencia del Inter. prestó especial atención a la dieta de los jugadores y al campo de juego del Littorale, el antiguo estadio del club, al punto de que Weisz se encargó de que se reuniera un equipo de jardineros para asegurarse de que la hierba tuviera una longitud adecuada.

Tras ese éxito resonante, la prensa italiana y europea lo elogiaron de tal modo que un medio publicó que había nacido “un equipo que haría temblar al mundo” y la revista semanal “Il Calcio Illustrato” lo declaró “El Mago”.

Sin embargo, pese a llegar a ser considerado el mejor DT de Europa, todo comenzó a caerse en septiembre de 1938 con la promulgación de las Leyes Raciales de 1938, que imitaban a las de Nüremberg con las que Mussolini quería ponerse a tono con Adolf Hitler. Weisz entró en peligro al punto que ni siquiera el reconocimiento que tenía en el ambiente parecía salvarlo.

Fue destituido como DT del Bologna y a los pocos días huyó de Italia con su mujer Elena y sus hijos Roberto y Clara hacia París (tenía 45 años), pero no estaban cómodos y volvieron a mudarse hacia Dordrecht, Holanda, más amigable para los judíos. Le ofrecieron trabajo como DT y se convirtió en ídolo salvando al equipo del descenso en la primera temporada y llegó al quinto puesto en la siguiente.

Pero en mayo de 1940 los nazis invadieron los Países Bajos y prohibieron el acceso de los judíos a las escuelas, las tiendas, los bares y el transporte público. Los Weisz fueron sobreviviendo gracias a la ayuda del presidente del Dordrecht hasta que en agosto de 1942 fueron capturados por la Gestapo tras un soplo de un colaborador holandés. El primer destino fue el campo de concentración de Westerbork, el mismo de Anna Frank. Luego fueron trasladados a Posel (Polonia) aunque sólo quedó Arpad, que pudo pasar el corte por su contextura física para trabajar, pero su mujer y sus hijos fueron subidos a otro tren y ya no supo más de ellos. Los tres fallecieron el 5 de octubre de 1942 en la cámara de gas en el campo de Auschwitz II-Birkenau, a donde el DT llegaría meses más tarde luego de atravesar el infierno de Cosel.

En Auschwitz ya habían sido asesinados más de un millón de judíos antes que él, y murió de hambre y frío, en muy malas condiciones, el 31 de enero de 1944, justo un año antes de que los soviéticos liberaran el campo de concentración.

La historia de Weisz había quedado prácticamente desaparecida con la renovación de aficionados. Nadie quería recordarlo, ni siquiera en el ambiente del fútbol hasta que lo redescubrió el periodista Mateo Marani en 2007 con su libro “Del Scudetto a Auschwitz” y fue a partir de allí que el Bologna decidió dedicarle una placa en su estadio Renato Dall’Ara, que lleva el nombre de aquel dirigente amigo de Weisz, mientras que el Inter descubrió otra placa en San Siro, y hay otra en el estadio de Novara y en el de Bari, donde también hay una calle con su nombre cerca de la cancha.

Inter y Bologna llegaron a vestir en varias ocasiones unas camisetas conmemorativas y ya se plantearon que en cada pretemporada, los dos equipos se enfrenten por un trofeo “Arpad Weisz”.

En enero de 2020, el Chelsea construyó un mural diseñado por Solomon Souza en la zona oeste de su estadio de Stamford Bridge. Con la inscripción “Dile no al antisemitismo”, una campaña financiada por el presidente del club, Román Abramovich. En ese mural aparecen las menciones de futbolistas como Weisz y Julius Hirsch, asesinados en campos de concentración. Y de Ron Jones, prisionero de guerra conocido como “El arquero de Auschwitz”.

Por su buena práctica contra el antisemitismo, el Bologna fue seleccionado para colaborar en el proyecto “Changing the Chants” de la Unión Europea y en el que participan la Casa de Anna Frank. “Fare Network” y los clubes Borussia Dortmund y Feyenoord con la idea de sensibilizar a los hinchas acerca de los cánticos en el fútbol con métodos educativos para prevenir el razismo y el antisemitismo.

Por Sergio Levinsky

Fuente: Infobae

 

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