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El caso Dreyfus

Dreyfus

El 9 de Octubre de 1859 nació, en Alsacia Alfred Dreyfus, en el seno de una familia judía que abandonó su lugar natal cuando fue anexionada por Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana.

En 1882 ingresó al ejército con el propósito de facilitar la recuperación de Alsacia por parte de Francia, pero repasemos un poco el escenario. Tal como luego se comprobó, Dreyfus poseía un currículum militar sin mácula, no tenía problemas económicos y, además, su familia había demostrado una lealtad inusual para con Francia: procedentes de Alsacia, los padres de Dreyfus (ricos industriales textiles) emigraron a ese país cuando la región pasó a manos alemanas en 1871.

La Francia de finales del siglo XIX era un país sin rumbo, desmoralizado y aturdido. Entre 1870 y 1871 había recibido dos golpes de los que no conseguía recuperarse. Por un lado, la derrota frente a Prusia, que costó a los galos las regiones de Alsacia y Lorena, representó una humillación ante el clásico enemigo germano.

Por otro, a consecuencia de la debacle ante Prusia, cayó el Segundo Imperio de Napoleón III y nació la Tercera República. Pero era una república muy débil: la primera Asamblea Nacional, paradójicamente, arrojaba una mayoría de diputados monárquicos.

El nuevo régimen empezó a rodar en un clima de crisis política continua, con el miedo a una restauración de la Corona siempre presente, con una prensa ya libre defendiendo apasionadamente una u otra opción política y atacando las demás, con el Ejército y la Iglesia conservando aún buena parte del poder del que gozaron en el Antiguo Régimen, y todo agravado por el creciente papel de los movimientos obreros y el socialismo.

El desequilibrio político quedaba de manifiesto en el hecho de que, en dos decenios, cuatro presidentes de la república dimitieran de su cargo y uno incluso fuera asesinado. Un sentimiento nacionalista de carácter conservador y autoritario fue abriéndose paso en el espectro político en torno a una idea: “amenaza”. La integridad de Francia, según esta ideología, se hallaba amenazada por los alemanes, por los anarquistas… y por los judíos.

Francia, y sobre todo su ejército, necesitaban levantar la moral tras la derrota sufrida ante Prusia en 1894, ya reconvertida en la Alemania unificada. Qué mejor manera de levantar los ánimos que desenmascarando una trama de espionaje alemán en el propio París. De paso, el culpable no sería un bon français, sino un judío. Una pequeña victoria contra los alemanes y una excusa definitiva para justificar el antisemitismo; que estaba sumamente relacionado con el nacionalismo, como sucedía en otros puntos de Europa. Junto a la exaltación de la identidad nacional aparecía la identificación de un elemento perturbador extranjero contra el que descargar las tensiones, y ese papel recayó sobre los judíos, pese a constituir en Francia una reducida comunidad de 80.000 miembros.

Volvamos ahora a Afred Dreyfus

En su carrera militar llegó al grado de capitán en 1889. Cumplía sus funciones en el Estado Mayor cuando, en 1894, estalló el caso Dreyfus: el espionaje francés descubrió que los alemanes habían recibido documentos secretos entregados por un militar francés; una “investigación” plagada de antisemitismo, llegó a la conclusión de que Dreyfus era el culpable (sin más indicios que un leve parecido caligráfico). Un consejo de guerra lo condenó por traición, fue dado de baja, deshonrosamente, del ejército y enviado de por vida al presidio de la Isla del Diablo, en Guayana.

Dreyfus, que era inocente, nunca admitió las acusaciones. Su familia siguió intentando probar su inocencia y denunciando las irregularidades del juicio, como que fue condenado por un informe del Servicio de Inteligencia que nunca fue comunicado a la defensa; pero las mismas eran descalificadas como maniobras de un grupo de presión judío que intentaba desacreditar al ejército y a las más altas instituciones de la nación.

En 1895 cambió el jefe del servicio de inteligencia militar y el nuevo responsable descubrió que el verdadero culpable era el mayor Ferdinand Walsin Esterházy y que Dreyfus había sido víctima del antisemitismo del anterior jefe de inteligencia; pero el verdadero responsable, protegido por los militares reaccionarios, antisemitas o corporativistas, consiguió ser declarado inocente en 1898.

Sin embargo, la opinión pública ya se había dividido sobre este tema, enfrentándose los partidarios de revisar el caso -dreyfusards- y los de cerrarlo: en el primer bando se agrupó la izquierda de convicciones democráticas y republicanas, en defensa del Estado de derecho y de los derechos humanos; y en el segundo la derecha nacionalista, teñida de antisemitismo y de tendencias autoritarias, más propensa a comprender la «razón de Estado» y a defender las instituciones conservadoras frente al avance de la modernidad. El escritor Émile Zola y los líderes políticos Jean Jaurès (socialista) y Georges Clemenceau (radical) encabezaron la causa de los dreyfusards a partir de la publicación en el periódico de este último, L’Aurore, de una carta abierta de Zola al presidente de la República (titulada «Yo acuso»), en la cual acusaba al tribunal que juzgó a Esterhazy de haberlo declarado inocente a sabiendas de que era culpable.

El 13 de enero de 1898, tres días después de la absolución de Esterhazy, Zola publicó en la prensa su artículo “J’Accuse…!”, una denuncia en toda regla acerca de lo acontecido en el caso Dreyfus. Muchos de los puntos que denunciaba el escritor no podían probarse porque el Ejército ocultaba las evidencias, así que se enfrentó a un juicio por libelo (calumnia en medio escrito).

Le fue impuesta una condena de un año de prisión y una multa de 3.000 francos. Zola huyó a Gran Bretaña con su misión cumplida: su propósito de sacudir la conciencia de los franceses había dado resultado. De los medios anti-dreyfusards surgió el nacionalismo integrista de Charles Maurras, que en 1898 fundó el movimiento fascista Action française; quien luego fue condenado a muerte por colaboracionista con el nazismo Durante la II Guerra Mundial, aunque luego le fue conmutada la pena

En aquel mismo año uno de los oficiales que habían participado en la manipulación de las pruebas confesó para después suicidarse y el caso fue reabierto; pero, puesto que estaba en juego el «honor» del ejército, un nuevo consejo de guerra volvió a declarar a Dreyfus culpable, aunque atenuando la pena a 10 años de cárcel (1899). Finalmente, el presidente de la República le otorgó el indulto.

Dreyfus siguió luchando por demostrar su inocencia, lo que consiguió finalmente en 1906 ante un tribunal ordinario. Fue reintegrado al Ejército con todos sus honores, para retirarse poco después (sólo volvió al servicio activo para luchar contra los alemanes durante la Primera Guerra Mundial, en 1914-18). El caso había servido de pretexto para un pulso entre el «bloque republicano» y la derecha francesa, saldado con el triunfo de los primeros, que procedieron a redefinir la Tercera República en 1902-06 en un sentido laico y progresista.

La cobertura periodística del juicio para un medio austríaco fue realizada por un periodista: Teodoro Herzl quien en ese momento comprendió que la única solución viable para los judíos era contar con un Estado propio. Alfred Dreyfus falleció en París el 12 de julio de 1935.

 

Dr. Mario Burman

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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