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Conversión en el judaismo y el particular caso ocurrido en Perú

Ante la polémica desatada en Israel y en las comunidades judías respecto a una medida del Ministerio del Interior del Estado, en la que se impulsó un proyecto para que las conversiones de grupos realizadas en las comunidades judías emergentes, no sean reconocidas por Israel, conversamos con el Rabino residente en Perú, Guillermo Bronstein.

“En primer lugar quiero señalar que la de Iquitos no es una comunidad emergente, pues existe desde hace décadas y hasta hace más de un siglo. Si bien halájicamente los miembros originales de esa comunidad eran judíos que llegaron de Marruecos, vinieron solamente hombres que se casaron con mujeres del lugar, por lo cual sus descendientes no eran judíos según la Halajá. Pero ellos decidieron en los años 90 hacer una legalización de su conversión, en la cual participamos junto a varios amigos y colegas, tanto de Sudamérica como de Estados Unidos. En un período de diez años toda esa comunidad se convirtió y más del 90 por ciento de ellos está en Israel, y ninguno tuvo problemas, salvo uno o dos casos que son la excepción, pero la medida fue tomada respecto a dos señoras que no vivían en Iquitos, sino en Pucalpa, que es otra ciudad de la selva, donde había descendientes de los judíos que llegaron de Marruecos en la época de la fiebre del caucho”.

De acuerdo a las reglamentaciones del Ministerio de Interior de Israel, que han ido agregando exigencias para que una conversión sea válida, la misma debe estar firmada por tres rabinos, no importa de qué movimiento sean,  pero deber ser reconocidos en su comunidad, que hayan estudiado en una institución también reconocida, como en el caso de Buenos Aires, por el Seminario Rabínico Latinoamericano y que además estas personas vivan, como mínimo, un año en una comunidad reconocida; una Kehilat Mukeret en hebreo, que debe tener la estructura básica para brindar experiencias de vida judía, como sinagoga, cementerio, mikve, etc. Iquitos la tiene, pero Pucalpa no.

Alrededor de esto se gestó el lamentable caso de estas dos pobres señoras, lo que me parece sumamente injusto, pues ellas llevaron una vida judía cuando estuvieron en Israel y antes de viajar. Lo hicieron a su manera y como pudieron en la comunidad de Pucalpa, por más que no fuera una reconocida. Como este, hay muchos casos más, no solo el de Perú sinotambién el de otros países.

“Una comunidad emergente es un grupo de personas que ha visto en el judaísmo una verdad y ha resuelto convertirse, muchas veces en contra del parecer y la voluntad de las instituciones judías ya establecidas en el lugar, lo que crea una situación conflictiva, pero mi opinión personal es que hay que respetar el parecer de una comunidad que existe hace cien años”, expresó Bronstein.

El rabino agregó que la medida no es del Rabinato, sino del Ministerio del interior dominado por un partido político, que es el Shas, una agrupación ultraortodoxa, aunque hay que reconocer que muchas veces tiene prácticas más abiertas y moderadas que los ultraortodoxos askenazis. “Al estar dominado por el Shas, el Ministerio ve en cualquier persona que quiera ir a Israel y no sea ultraortodoxa, un peligro para la vida judía”.

Es decir que hay un tema halájico, el de la conversión, mezclado con un tema político partidario, lo cual enturbia todo. Creo que cada comunidad debe responder de acuerdo a sus propias identidades e idiosincrasias. Yo soy muy respetuoso de todas las posiciones, pero el tema tiene varias facetas y lo discuto con mis colegas de Argentina, Brasil y Chile. Uds. viven en una comunidad de 200 mil personas, por lo que si vienen 20 personas y se quieren convertir, es excelente; pero en Guayaquil, donde viven 90 judíos ¿que hacen si 50 personas se quieren convertir? En ese caso habrá un desbalance, no solo demográfico sino en los servicios que la comunidad puede prestar. El mismo problema se presenta si hay un colegio judío.

Por eso digo que el de las comunidades emergentes hay que verlo de acuerdo a las estructuras comunitarias, a la historia y a las posibilidades de cada una en particular.

El caso de estas dos señoras es una gran injusticia y desnuda algunos problemas que el Estado de Israel no ha podido resolver en sus 73 años de vida. Por ejemplo, si bien hay una Ley de Retorno, no hay una ley de residencia, por lo cual, quien no está alcanzado por la Ley de Retorno no obtiene una residencia permanente, sino que recibe una visa que debe renovar constantemente.
Otro problema es que el tema político partidario enturbia los aspectos religiosos de muchos de los partidos ortodoxos y ultraortodoxos.

Si alguno de nosotros va a vivir a Chipre o a Eslovenia y después de 15 años, durante los cuales vivimos, trabajamos y pagamos impuestos; no nos quieren dar la residencia, lo consideraríamos un acto de antisemitismo. En el Estado de Israel, una persona que no es judía pero quiere residir en él, no lo puede hacer si no es por la bondad de un burócrata que le extiende la visa de permanencia cada vez que vence la misma.

De la misma manera, una pareja en la que uno sus integrantes no es halájicamente judío, no puede casarse obviamente por jupá, pero tampoco existe el matrimonio civil.

Hay más ejemplos que la Diáspora, por todo el amor que tiene hacia Israel, debería plantear al Estado”, finalizó diciendo el Rabino Bronstein.

Reproducción autorizada por Radio Jai citando la fuente.

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