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El “terrorismo blanco” llegó a la tapa de la revista Time

El número impresiona. Son 253 ciudades estadounidenses, desde Gilroy y San Diego, en California, hasta El Paso y Dayton, Ohio, en las que se ha producido un tiroteo masivo en 2019. Si bien no hay consenso unívoco respecto a qué constituye un incidente de estas características, la definición más empleada define un tiroteo masivo como una instancia en la que cuatro o más personas, incluyendo el tirador, son alcanzadas por las balas en un mismo lugar a aproximadamente el mismo lugar.

El dato respecto a la cantidad de lugares surge del artículo publicado en Time, el cual plantea en términos directos que Estados Unidos está “perdiendo la batalla contra el terrorismo blanco nacionalista”.

Partiendo de la historia del tirador de El Paso Patrick Crucius, la investigación realizada por Time hace hincapié en un hecho incontrovertible respecto a los hechos de violencia terrorista que se vive en muchas partes de Estados Unidos: según un estudio hecho por la Liga Antidifamación en 2019, la extrema derecha ha sido responsable por el 73% de asesinatos producidos en incidentes extremistas.

En 2018, murieron más personas a manos de extremistas de extrema derecha (49 víctimas) que en cualquier otro año desde 1995, que fue el año en que se produjo el atentado de Oklahoma City. En una declaración ante el Congreso de EE.UU. en julio pasado, el director del FBI Christopher Wray confirmó que la gran mayoría de las investigaciones relacionadas a terrorismo en el país están enfocadas en los supremacistas blancos.

Sin embargo, la imagen típica del terrorista construida a lo largo de los últimos 20 años, un yihadista islámico que se coloca una bomba y se inmola en un lugar público, sigue siendo la que se impone cuando se le hace esta pregunta al público.

En su nota, Time afirma haber hablado con decenas de funcionarios de órganos de justicia y de seguridad nacional, tanto actuales como pasados, quienes confiesan sentirse anonadados porque sus constantes advertencias a funcionarios gubernamentales respecto de este problema fueron ignorados. Según estas personas, ha habido múltiples intentos a lo largo de la última década por redirigir los recursos de las diversas agencias de seguridad para enfrentarse al problema del supremacismo nacionalista blanco.

Pero todas estas iniciativas terminaron siendo frustradas debido a luchas políticas y preocupaciones constitucionales entre los miembros de la clase dirigente. El tema del nacionalismo blanco ha sido tan minimizado a tal punto que por muchos años ni siquiera fue considerado el principal problema del terrorismo doméstico: para el FBI, el “eco-terrorismo” era una amenaza más seria que el racismo blanco.

Tal como lo demostraron los ataques en Christchurch, Nueva Zelanda (2019), y en Oslo y Utøya, Noruega (2011), el supremacismo blanco es un problema mundial. En Estados Unidos, por su parte, la cuestión adquiere mayor gravedad por la alta disponibilidad de armas de fuego, la mayor cantidad per cápita del mundo.

El germen de Oklahoma
El atentado de Oklahoma City, ocurrido el 19 de abril de 1995, fue un poderoso llamado de atención para los órganos de seguridad respecto a la amenaza que representaba la extrema derecha en los Estados Unidos. El atentado fue cometido por Timothy McVeigh y Terry Nichols, quienes fueron apresados y llevados a juicio. Nichols fue condenado a 161 condenas perpetuas, mientras que McVeigh fue sentenciado a la pena de muerte. Fue ejecutado el 11 de junio de 2001.

Si bien el crimen captó la atención del FBI, los atentados del 11 de septiembre de 2001 modificaron las prioridades de la agencia.

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Tuvieron que pasar siete años, hasta el final del mandato de George W. Bush, para que los observadores del fenómeno volvieran a ser tenidos en cuenta.

La posibilidad de que un hombre negro llegara a la presidencia de EE.UU. provocó un alza en grupos de supremacía blanca, y el Servicio Secreto empezó a custodiar a Obama en mayo de 2007, a los pocos meses de empezada la campaña.

El gobierno de Obama buscó darle importancia a la propagación de los grupos de odio dentro de EE.UU., pero las protecciones constitucionales hacían que fuera difícil intervenir teléfonos, hacer seguimientos y cultivar fuentes.

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Con la llegada de Trump al gobierno, lo poco que había fue directamente eliminado. Todos los recursos para luchar contra el terrorismo fueron redirigidos para combatir el terrorismo islámico. Un informe de Reuters afirma que Trump inclusive intentó cambiar el nombre del programa, de “Countering Violent Extremism” (Combatiendo la violencia extremista) a “Countering Radical Islamic Extremism” (Combatiendo el extremismo radical islámico).

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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