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Rabino Carlos Tapiero, “El pueblo judío logró mantener su fe y su cultura, que se basa en seguir principios de deber y no de placer”

En medio del clima de alegría por el triunfo de la Selección Argentina de Futbol, y el de la fiesta de Janucá, dialogamos con el rabino Carlos Tapiero, vicepresidente de Macabi Mundial, la organización judía internacional más grande en lo deportivo, social y cultural.

“El deporte es uno de los más grandes aglutinadores de la humanidad y lo acabamos de ver en este mundial”, comenzó diciendo Tapiero. Y señaló que en Israel las macabeadas son el evento más importante del pueblo judío, y que lo son también cuando estas se realizan en América y en Europa, que se convierten en los eventos más grandes en esos continentes.  Esto habla de la forma “fenomenal” para el movimiento macabeo de abrir oportunidades para acercar a judíos que están completamente afuera de todo. Se los vincula de acuerdo con sus intereses personales, a través del deporte, o bien socialmente y mediante contenidos que son propios del movimiento macabeo. Proponen trabajar sobre dos ideales, continuidad y sionismo, para cada comunidad de manera diferente y que tratan de no ser paternalistas y respetar la idiosincrasia de las distintas comunidades en el mundo, que son muchas: 70 países y más de 400 centros comunitarios.

El nombre Macabi fue elegido entre muchos otros por su significado, y nos sentimos herederos del mensaje, declaró con orgullo.  Y explicó que los macabeos fueron sin duda un enorme ejemplo de liderazgo. Por un lado, tuvieron un mensaje claro: Querían salvar al pueblo judío de la amenaza de vida que les había impuesto Antíoco IV, Epífanes, rey seléucida, que promulgó medidas muy concretas que forzaban a los judíos a abandonar su judaísmo y a adoptar la fe helenista.  El gran desafío entonces era crear un mensaje claro para todos: Matitiahu Cohen Ben Iojanán (MaCaBi) lanza una guerra popular contra el Imperio Griego bajo el lema: “Mi laHashem – ¡Elái!”: “Quién esté con D’ios, que venga conmigo” y puso a toda su familia, a sus cinco hijos en esto. “Involucra a todos, la gente entiende el mensaje, el de ser parte”, remarca.  Y explica que entonces, se inicia un proceso de sumar y sumar, y esto demuestra sus claras pautas de liderazgo: El mensaje es el de propagar en forma adecuada. Los que lideran son ejemplos del mensaje, que es lo fundamental del liderazgo; son los que muestran el camino.

“Hay una cantidad fenomenal de características que hacen al mejor liderazgo, y que son las que los macabeos aplican. Y por ello, logran una victoria que es impensable: La guerra en la que un pequeño pueblo se enfrenta al más grande imperio de la época, y gana, y así logra la liberación a un precio tremendo, porque se trató de una lucha desigual”, explica.

Respecto de la festividad de las luces, el rabino dice que “los sabios tuvieron una relación complicada con esta Janucá” y contó que, para cada festividad hay un tratado del Talmud, y que para Janucá hay solo una sola página, Shabat 21: b que habla del tema. No obstante, de ello, vieron en la victoria militar un milagro per se, y eso lo podemos ver en nuestras plegarias de estos días, que hablan de Janucá como un milagro militar. Hay que entender que el pueblo judío estaba viviendo en esa época la peor represión posible después de la destrucción del Segundo Templo bajo una persecución romana brutal. Los sabios hablan del milagro Divino, pero también de un milagro militar.

El primer milagro es definitivamente el milagro de la luz, cuando al entrar al Templo encuentran solo una vasija de aceite con el sello del Sumo Sacerdote que no había sido violada. La orden era la de tener encendida siempre la Menorá en el Beit hamikdash (Templo). Lo natural hubiera sido esperar a fabricar más aceite para reinaugurar ese lugar sagrado, luego de limpiarlo y quitar todo lo que había sido profanado, pero encendieron la Menorá en forma inmediata con ese poco aceite. Ese día fue el 25 de Kislev del año 167 AEC; liberan al pueblo judío y reinician el Beit Hamikdash. Ese aceite duró ocho días, que era el tiempo que tomaba hacer un nuevo aceite para alimentar la Menorá, pero que duró los ocho días. Ese fue el milagro de la luz. El otro es el militar, que es también el del Estado de Israel que gana la Guerra de Liberación o la Guerra de los Seis Días, pero hay también un tercer milagro, que es el de la identidad judía, y el que a veces se soslaya.  Y relata sucesos históricos para explicarlo. Nos cuenta que Alejandro Magno entra a la tierra de Israel en el año 332 AEC, y que sí le dio autonomía al pueblo judío, pero que también ingresó el helenismo, el que hizo desaparecer todas las culturas dominantes. El helenismo proponía el placer y vivir sin normas, haciendo lo que se deseara, “pasarla bien”, el hedonismo como ideal.

A pesar de ello, el pueblo judío logró mantener su fe y su cultura, que se basa en seguir principios de deber y no de placer, bajo la cosmovisión que tiene el judaísmo con su Torá y sus Fuentes, de continuar con una tradición que le puede sobrevivir al hedonismo. “Esto es un milagro de la identidad judía; es un milagro, porque los demás pueblos sucumbieron a la avanzada helenista”, subrayó.

No esperar ocho días para tener el aceite para encender la menorá y encenderla de inmediato significó la fe del pueblo judío. Ese pueblo que vio que acababan de ganar una guerra impensable, y que sintió que iban a lograr otro milagro, de que la luz continuaría. Y D’ios hizo el milagro de la luz.

Y concluyó el rabino Tapiero con hermoso mensaje: “Es el juego de la coparticipación de D’ios y el pueblo judío: El pueblo judío sale a la lucha y D’ios lo abraza y le dice: ¡Vamos, a la lucha!”

 

Redacción prof. Cita Litvak

 

La nota completa con el Rabino tapiero en el video

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