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Los vendedores de veneno

Por Eduardo Kohn

Durante décadas, los organismos de Naciones Unidas lograron mantener una pátina de prestigio como constructores de política internacional, y los países que la crearon hicieron uso de esa falsedad porque a la larga servía a sus intereses propagandísticos. A pesar de que el siglo 20 posterior a la Segunda Guerra y este siglo 21, están plagados de hechos gravísimos que la ONU ni atinó a resolver, el flujo de información para la mayoría del mundo que vive su realidad diaria lejos de los sillones de oficinas americanas y europeas, la ONU era algo de lo que se hablaba, y en el mundo político y sus alrededores se desarrollaban los enfrentamientos y las polémicas.

La invasión de Rusia a Ucrania ha roto ese esquema. Desde el celular se ven a cada instante los crímenes de guerra que cometen los rusos a diario, se aprecian las matanzas, los cadáveres tirados en las calles o en fosas, el éxodo de millones de ucranianos y todas las bestialidades que suceden hace casi dos meses. Pero también, cualquier ciudadano de cualquier país (que no sea una dictadura que prohíbe internet) está apreciando que la ONU era y es un mito. No hay ONU que pueda impedir las matanzas rusas, y más aún, ven como la Alta Comisionada de DDHH, Michelle Bachelet, recién se acordó que hay una guerra esta semana cuando comentó (quizás para ella es una condena) la masacre rusa en la ciudad ucraniana de Bucha. El secretario general Antonio Guterres clama por el fin de la guerra, y ahora, la gente común y corriente, paralizada de oprobio ante las imágenes se pregunta a quién le clama y quién lo escucha.

La Asamblea General de la ONU puede por dos tercios suspender a Rusia como integrante del Consejo de DDHH. Eso se debate ahora. La disposición es loable. Lo que sucede hoy con esta iniciativa es ofensivo y muy agraviante. ¿Suspender a Rusia del Consejo de DDHH? ¿Y qué? ¿Qué efecto le hace eso a Putin? ¿Qué significa en la vida real? ¿Qué le hace al curso de la guerra y a los asesinatos rusos de todos los días?

El Consejo de DDHH es una vergüenza. No nos cansamos de repetirlo porque es su triste realidad. El viernes pasado, mientras en Ucrania desaparecían ciudades de la faz de la tierra, mientras Israel era víctima de cuatro atentados contra civiles en una semana y la seguridad israelí lograba evitar en las últimas tres semanas 15 atentados más, el Consejo de DDHH se reunió especialmente para avalar el terrorismo. Entre viernes y sábado, aprobó cuatro resoluciones (que no son vinculantes ni nada que se le parezca, pero sí difamatorias) contra Israel. Rusia en seis semanas de guerra fue objeto de una declaración tibia, una vez. Los terroristas que se jactaron de los atentados y asesinatos en Israel jamás fueron mencionados. Países que cometen abusos y aberraciones contra los DDHH como Corea del Norte, Irán, Bielorussia (aliado con Rusia en las atrocidades contra Ucrania), Myanmar, Siria y Nicaragua han sido mencionados con lenguaje muy banal una vez cada uno en este Consejo.

Que China, Cuba, Costa de Marfil, Eritrea, Libia, Qatar, Senegal, Somalia, Sudán, Venezuela, que ni siquiera saben cómo se escribe derechos humanos, condenen a Israel, es parte del ejercicio que estas dictaduras y otras que no están en el Consejo, pero sí en la Asamblea hacen en cuanto a incitar todo el tiempo al odio antisemita y alentar al terrorismo en Medio Oriente y al antisemitismo creciente en Europa, Estados Unidos y América Latina. Pero ¿qué hacen Francia y Alemania uniéndose a estas votaciones como apoyar BDS y embargo de armas? ¿Están tan distraídos con la guerra que lanzó Rusia que se unen a dictaduras para desmerecer aún más de lo que está al Consejo de DDHH? ¿O no están distraídos? Como tampoco lo están Argentina y México subiéndose a un barco que se hunde en la ignominia. En un solo momento, los europeos recobraron la lucidez, pero no lo hicieron ni Argentina ni México: fue cuando “condenaron” por escueta mayoría de dictaduras y cómplices que “Israel viola DDHH en el Golán”. No discuten lo que pasa hace más de una década en Siria y hacen esto. Es despreciable.

Pero el Consejo de DDHH no se quedó en este chapoteo en el barro. Hizo algo más esta semana: designó lo que el Consejo denomina Relator Especial para que desde un sillón alguien escriba informes sobre los derechos humanos en la Margen Occidental y Gaza. Los informes, como ya es notorio, no mencionan que en Gaza gobierna Hamas y que los derechos humanos de los palestinos son violados consuetudinariamente y tampoco narran lo que hacen Abbas y sus esbirros para mantener el poder, no llamar a elecciones y quedarse con dineros que deberían ir para programas sociales y no para sus arcas. Los informes siempre son sobre Israel, sólo Israel. Y esta vez, sin que a Bachelet ni a nadie se le moviera un pelo, nombraron a Francesca Albanese como Relatora. Esta señora ha dicho y escrito que la Shoá y la Nakba son lo mismo. La Nakba es el relato palestino que desconoce la resolución de la ONU creando a Israel, que no menciona el ataque a Israel de todos los miembros de La Liga Árabe contrarios a la resolución. Y esa Nakba, relato e incitación al odio antijudío permanente, la Sra. Albanese dice que fue igual a la Shoá, y como premio le dan una fortuna para que desde ahora invente informes de hechos que no conoce. Con el aval de la ONU y su Consejo de DDHH, designan a una negadora del Holocausto para opinar sobre Israel. Porque comparar el exterminio, las cámaras de gas, los hornos crematorios, comparar Auschwitz con una resolución de la ONU es digno de una negadora de la Shoá y de alguien que está además entrando a servir en un organismo que determinó que el 27 de enero es el Día Internacional del Holocausto. ¿Quién es más cínica? ¿Bachelet o Albanese que declara sin pudor su antisemitismo?

Todo el sistema es cínico. Ahora con redes con trasmisiones en tiempo real lo ve todo el mundo. No tienen poder para evitar una guerra de agresión y que se cometan crímenes de guerra que no serán castigados porque no hay ningún tribunal internacional (por más que algún incauto crea que sí existe) que pueda llevar a Putin y sus generales y ministros de los pelos a un banquillo de acusados por criminales.

No tienen poder para unir a las democracias y hacerles entender que además de sanciones económicas que sólo dañan a la gente de a pie, tienen que enfrentar a este monstruo. Cada uno va por su lado y conveniencia. Por eso, el presidente de Francia es candidato a perder las elecciones en breve a manos de la extrema derecha, que aunque mienta, igual promete revertir el caos social y económico al cual los ha arrastrado la guerra. Por eso, Alemania mide cada palabra que dice, no sea cosa que Rusia cierre el grifo del gas.

Y Putin sigue porque ve como China observa y calla; como Estados Unidos hace discursos (no muchos) y como el Papa Francisco reeditando tiempos tenebrosos de la Iglesia clama desde la Plaza de San Pedro que “todos somos culpables”. ¡¿Cómo?! ¿Los ucranianos son culpables de que los estén asesinando? Los miles de millones de habitantes del planeta ¿somos culpables de que le regalen millones a la ONU por más de medio siglo para fomentar odio antisemita y hacer discursos que no le interesan ni afectan a nadie? ¡De ninguna manera! Hay culpables y cómplices. A esos hay que marcarlos. A las víctimas, hay que ayudarlas, pero en serio. Y, por supuesto, no blasfemar.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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