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El conflicto ruso – ucraniano, y otro análisis para comprender las acciones llevadas a cabo por Moscú

Profesor Luis Fuensalida

Mañana, 24 de marzo se cumplirá un mes desde que Rusia inició su invasión explícita a la República de Ucrania, y digo “explícita” porque de manera en cubierta desde que estalló el conflicto separatista en la región del Donbás, Moscú no sólo ha estado presente con asistencia logística a los rebeldes, sino también con miembros de su ejército, sin sus distintivos nacionales, y sin olvidar los paramilitares de la empresa rusa Wagner, sin embargo, pese a que Rusia tiene una de las tres o cuatro más poderosas fuerzas armadas del mundo, lo que tanto para el mismísimo Vladimir Putin -como para el resto del mundo-, se pensaba que la operación militar rusa iba a ser arrolladora y rápida, a un mes de su inicio no se ha podido consolidar la invasión y algunas de sus capitales importantes, entre ellas su capital Kiev, siguen resistiendo, es por esto que hoy analizaré el accionar ruso para tratar de entender, si el escaso éxito se debe a errores propios o virtudes ajenas.

Ante todo, haciendo una mirada retrospectiva de las acciones de Moscú respecto a Ucrania, recordemos cuando en el 2014 ocupó la península de Crimea, el gobierno de Kiev se encontraba sumido en una grave crisis interna a partir de la llamada Revolución de Maidan y con un Occidente sorprendido y falto de reacción, sumado a que la mayoría de la población de la península estaba por la reintegración a la Madre Rusia, y si miramos el conflicto en la región del Donbás, estamos frente a un enfrentamiento ceñido a un territorio limitado, donde la población mayoritariamente es pro – rusa, y a los rebeldes separatistas, se le sumaron efectivos del ejército ruso, encubiertos, como así también paramilitares, y que se enfrentaron a milicias subordinadas al ejército ucraniano, en ese escenario, Moscú no tuvo que afrontar gastos onerosos y los tiempos estaban supeditados a los parámetros de los conflictos híbridos.

Por otra parte, la doctrina militar rusa, cuando se trata de ocupar o poner en su lugar a un territorio o actor, llamémoslo “díscolo”, siempre siguió el mismo camino, la toma de su centro político o capital, descabezar al gobierno y sustituirlo por uno funcional a sus intereses y objetivos geopolíticos, ejemplos, Budapest 1956, Praga 1968, Kabul 1979, con diverso éxito, o Grozny 1994, que ciertamente le salió mal, aunque tozudamente los estrategas rusos ven los fracasos como errores en la ejecución, antes que haber aplicado un modelo equivocado.

Ahora bien, aquel 24 de febrero ppdo., parecía que la operación de Moscú iba a desarrollarse con rapidez en el desplazamiento terrestre, con una discreta cobertura aérea y con una acción misilística centrada en objetivos militares, pero después del tercer día, las cosas fueron cambiando, el incremento no pensado de bajas rusas como resultado de la fuerte resistencia ucraniana, a lo que se sumó una llamativa falta de coordinación, poca eficiencia y comportamiento poco profesional de las tropas rusas, como así también, el bombardeo a objetivos civiles y un estancamiento de una ofensiva que se había propuesto tomar Kiev en un par de días, por lo cual, después de este fracaso inicial, se sustituyó la táctica rápida y quirúrgica por una más clásica de la doctrina rusa, bombardeos indiscriminados y el asedio terrestre a los principales centros urbanos.

Para entender este comportamiento, no sólo la conducta de Putin, sino también la de su Estado Mayor y su círculo íntimo, voy a apelar a la Teoría del Pensamiento Grupal, del psicólogo estadounidense Irving Janis, quién la elaboró tras el estudio de distintas operaciones militares.

En si, esta teoría expone que un equipo de profesionales dirigidos por un líder carismático o autoritario, puede formar un grupo de trabajo, a prima facie excepcional, pero cuyas decisiones tomadas de manera conjunta, producen fracasos estrepitosos por causa del pensamiento grupal, que es un exceso en la cohesión grupal, pues ésta de manera racional es un factor positivo en el funcionamiento de un equipo, cualquiera sea el campo de la actividad humana, que se traduce en el proceso dinámico del grupo o equipo, que mantiene unidad en la prosecución de sus metas y objetivos, lo que en el ámbito de las FF.AA. y FF.SS. se conoce como “espíritu de cuerpo”.

Sin embargo, un exceso en el nivel de cohesión puede acarrear errores de apreciación de la situación real y tomar decisiones equivocadas, y este exceso causa una sensación de invencibilidad, una visión estereotipada del enemigo, o la falta de autocrítica, o el ejercicio de la autocensura.

Dicho esto, veamos el contexto ruso de toma de decisiones, es decir, el Estado Mayor (EM), constituido por el ministro de Defensa Sergei Shoigu, luego el renombrado general Valeri Gerasimov, de quién me referí a su doctrina en mi columna del pasado 2 del actual, siguen el viceministro Ruslan Tsalikov, el secretario de Estado Nicolai Pankov, el responsable de la logística Dmitri Bulgakov, todos los cuales acreditan un reconocido nivel profesional, lo que les exime del desconocimiento en sus respectivas áreas.

Ahora bien, es el turno del líder, en este caso Vladimir Putin, cuyo accionar y pensamiento es el de un autócrata y por lo tanto, es quién toma la decisión final, dejando a los miembros de su EM en roles de “Project manager”, es decir, gestores y ejecutores pero sin peso en la toma de decisiones.

Esto conlleva a conductas observables en el pensamiento grupal, por el caso, la ilusión de invulnerabilidad que se traduce en asumir riesgos con sobrevalorada confianza, es decir, que si el líder y los miembros del equipo deciden que la estrategia es la correcta, entonces no puede fallar, y en este contexto de condescendencia, anula el análisis crítico profundo, como podría ser, plantearse un escenario con un cálculo realista de pérdidas y/o bajas en caso de un teatro de operaciones adverso.

También la excesiva confianza, que puede privar o minusvalora el aspecto moral de sus tropas, o la ineficiencia en la logística de suministros, esto ante una operación que se ha complicado en lo temporal o en concretar una supremacía aérea prevista.

Otro factor es la creencia de ecuanimidad, que es la admiración y compromiso asumido, sea entre los miembros del equipo y/o hacia el líder, por el caso Putin, que lleva a evitar desavenencias, y esto provoca la anulación del pensamiento crítico individual, y entonces, se centra en abordar la discusión de puntos comunes dejando de lado o minimizando los puntos en discrepancia.

Esto último, según el pensamiento de Putin, podría asumirse como una falta de lealtad o como una actitud poco colaborativa en la prosecución de los objetivos, algo que ha quedado plasmado en un video de Youtube, cuando el presidente ruso desacredita públicamente al Director de la Unidad de Inteligencia Exterior, Sergei Narishkin, en relación a las posibles reacciones internacionales, como en la capacidad moral de la resistencia ucraniana y el carisma del presidente Zelensky, un verdadero error de cálculo del EM ruso.

Aquí vuelvo a la personalidad del líder su posible responsabilidad, pues es factible que algunos de aquellos factores hayan sido tenido en cuenta por los asesores de Putin, pues es imposible que desconocieran la sociedad y cultura ucraniana, de sus capacidades tácticas y de las reacciones económicas y políticas, pero no tomados en cuenta.

Lo concreto es, que tanto Sergei Beseda y su segundo Anatoli Bolyuk, a cargo del Servicio de Inteligencia Exterior de la FSB ( Servicio Federal de Seguridad ex KGB), han sido arrestados por considerarlos responsables de proporcionar información irreal o inexacta sobre la situación sociopolítica ucraniana previa a la invasión, lo que plantea entonces, si lo decidido por Putin es para deslindar responsabilidades o bien una muestra de los efectos del pensamiento grupal, y esto a su vez nos lleva a preguntarnos, ¿ los errores son producto de los asesores o es Putin el responsable por los términos de la relación entre su equipo y él?, lo cierto es que podemos arriesgar que por la personalidad del presidente ruso, un líder autócrata, se hace difícil que la toma de decisiones sea sin riesgos.

Por lo contrario, un verdadero líder positivo, no sólo debe aceptar las críticas u opiniones en discrepancia y debe alentar a los miembros de su equipo a expresarse con libertad de pensamiento, como asimismo cuestionar la información y evitar sistemáticamente adoptar estrategias pasadas y repensarlas de acuerdo a la realidad de cada escenario.

Finalizando mi columna de hoy, un líder autócrata toma las decisiones importantes o trascendentes según su propia voluntad y busca el apoyo unánime, por otro lado, en el caso de Putin, podría estar sufriendo las consecuencias del ejercicio del liderazgo autoritario que ha ido construyendo en más de 30 años en la política, y en el caso Ucrania, sin desvalorizar la actitud del pueblo ucraniano con su resistencia, la lección sería que una de las más poderosas FF.AA. del mundo, puede disminuir su efectividad o hasta anularla sino se valora el factor más sensible en un sistema de toma de decisiones, el Factor Humano, por eso, me pareció apropiado la elección de la siguiente frase, del militar prusiano Carl von Clausewitz, porque en ella, sin nombrar al Hombre, lo ubica como sujeto tácito de quienes evalúan y deciden, “…la naturaleza objetiva de la guerra convierte a ésta en un cálculo de posibilidades…”.-

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