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A 43 años de la Revolución Islámica iraní

El viernes 11 de febrero se cumplieron 43 años de la consumación de una revolución que dio lugar a la teocracia iraní, un proceso que podría ponerse como inicio, el año 1977, cuando se dieron las primeras movilizaciones y manifestaciones en contra del Sha Mohammad Reza Pahlevi, en las que participaron grupos de izquierda e islamistas y organizaciones estudiantiles, que con el correr del tiempo se tradujo en una campaña de resistencia civil que para la segunda mitad de 1978 ocasionaron huelgas y protestas masivas que prácticamente paralizaron el país y que determinó que a mediados de enero de 1979, el Sha y la familia real abandonaran Irán y viajaran a Egipto, donde se exilió y muere en julio de 1980, mientras, el poder quedó en manos de un consejo de regencia y un 1er. ministro interino.

¿Cuáles fueron las raíces de la revolución iraní?, en principio, adhiero a la hipótesis que todo se halla en el golpe de estado, pergeñado y efectivizado por los EE.UU. y Gran Bretaña, Operación Ajax, que tuvo lugar en 1953 y que llevó al poder al Sha, derrocando al legítimo gobierno del 1er. ministro Mohammad Mosaddeq, que había sido elegido en 1951, con el apoyo de las clases media y trabajadora y de un amplio sector de los intelectuales, y que había encarado una política de nacionalización del petróleo, con lo cual peligraban las inversiones de las expresas extranjeras y los intereses geopolíticos de las dos potencias señaladas en aquella temprana etapa de la Guerra Fría.

El golpe de estado causó, desde frustración a rechazó en aquella masa de seguidores de Mosaddeq, y fue la génesis de una visión y un sentimiento anti-estadounidese, pese a las políticas de modernización y occidentalización llevadas a cabo por el Sha, pero las relaciones de éste con el estamento religioso chiita se fue resintiendo hasta quedar totalmente rotas tras el reconocimiento al Estado de Israel, y en ese contexto, se potencia la figura de un clérigo de la ciudad de Qom, el ayatollah Ruhollah Khomeini, quién no sólo criticaba duramente la influencia de Occidente en la sociedad y cultura iraní, sino que también con la injerencia estadounidense.

En 1963, en el tercer mes del calendario persa, Jordad, Khomeini lidera la llamada Revolución Blanca contra el gobierno del Sha, que según algunas fuentes señalan que durante los tres días que duraron los disturbios hubo cerca de 15.

000 muertos, resultado de la feroz represión de la policía, mientras que otras fuentes consideran que el número es mucho menor, lo concreto fue, que Khomeini fue arrestado y estuvo detenido por ocho meses, pero tanto durante su detención y tras recuperar su libertad siguió su virulenta prédica contra el Sha, contra las relaciones de Irán con Israel, contra los EE.UU. y que todo esto llevaba a la destrucción del Islam en su país, y esto ocasionó que fuera nuevamente detenido en 1964, para luego ser expulsado a Turquía, después exiliarse primero en Nayaf, Iraq y finalmente residir en París, Francia, hasta que el consejo de regencia que se instauró tras la salida del Sha del poder, autorizó a Khomeini a regresar a Irán.

Ahora bien, ¿ cómo fue el gobierno del Sha para que un clérigo, primero aún en Irán y luego ya exiliado en el exterior, pudo durante 15 años acrecentar tanto poder?

, en principio el Sha, con el apoyo de Washington y las IED de empresas británicas y holandesas, implementó políticas para el desarrollo económico, pero benefició a las clases sociales más acomodadas y círculos cercanos al soberano, creando marcadas diferencias sociales, por el caso, más del 40% de la población de Teherán carecía de vivienda y otro porcentaje apenas algo menor, vivían en barriadas de emergencias carentes de los más elementales servicios, y si miramos hacia el campo, el régimen de Pahlevi insinuó un reparto agrario que fue exiguo y la mayoría de los agricultores carecían de tierras propias para cultivar, y todo esto, en un contexto global en relación al mercado del petróleo que para 1970 registraba un alza en el precio del barril, con el incremento de ingresos a las arcas iraníes, pero que no se destinaron a llevar a cabo mejoras sociales, por el contrario, Irán detentaba los peores índices en educación y mortalidad infantil, según el Informe del Banco Mundial.

Por otra lado, desde que el Sha se hizo del poder en 1953, armó e instrumentó un aparato opresivo y represivo, donde la censura, la persecución de disidentes políticos y una férrea política contra intelectuales y estudiantes, fue cada vez más violento, en particular el accionar de la Savak, la policía secreta del régimen, que practicaba las ejecuciones extra judiciales, la desaparición de personas y la tortura, que paradójicamente, el ex periodista iraní Houshang Asadi, autor del libro Cartas, relata y documenta sus padecimientos en manos de la Savak, pero acusando años más tarde al ex presidente Mahmmud Ahmadineyad, durante sus dos mandatos, de ejecutar las misma medidas que el Sha había implementado.

En aquel contexto, la oposición presentaba dos corrientes bien distintas, por un lado la clase media urbana se alineaba detrás del Movimiento por la Libertad de Irán, de perfil democrático, reformista e islámico o del partido Frente Nacional, democrático y secular, y tanto uno como otro buscaban una mayor apertura democrática en base a la Constitución de 1906, pero manteniendo la monarquía, algo que no era compartido por el partido comunista Tudeh y la organización guerrillera los Mujahidines del Pueblo, con perfil de izquierda islamista y que se oponía a la influencia del clero islamista radical.
Por su parte dentro del sector clerical, además del ayatollah Khomeini, había dos clérigos importantes, uno era el ayatollah Mahmoud Taleghani que contaba con el apoyo de la izquierda, el otro, Mohammad Kazem Shariatmadari, el más influyente en Irán, en principio se mantuvo ajeno a la puja política pero finalmente dio su apoyo a una revolución democrática.

Sin embargo, la oposición en cualquiera de las líneas señaladas presentaba una marcada falta de cohesión y la organización que si supo construir Khomeini, que fue enlazando sectores de la oposición a través de un plan político que enfocaba principalmente los siguientes objetivos, atacar la corrupción y la desigualdad social y económica, pero fue muy astuto en no declarar su visión de un gobierno clerical estricto, pues percibió que podía ser un factor de división, pues sospechaba que la mayoría de los iraníes tenían prejuicios sobre una visión islamista y radical, como fue con aquellos opositores y revolucionarios contrarios al Sha, que tras su caída, se enfrentaron al proyecto teocrático, y fueron perseguidos, exiliados o eliminados, entre los que se encontraban los partidarios de la izquierda.

Con el descontento creciendo, el Sha intentó superar la crisis política, nombró como 1er.

ministro a Jaafar Sharif Miami, liberándose a centenares de presos políticos al igual que clérigos detenidos, autorizó la celebración pública de Eid al Fitr, culminación del Ayuno de Ramadam, pero tres días después Khomeini, llamó a los musulmanes a derrocar al Sha y desterrarlo de Irán, y pese a que esta consigna no era apoyada por los moderados, se realizó una multitudinaria manifestación en Teherán de más de medio millón personas cuya consigna declamada era, Independencia, Libertad y República Islámica, esa fue la primera vez que públicamente se afirmaba el deseo de instaurar un régimen teocrático.

Lo que siguió en aquel año 1978, a partir de septiembre, fueron más manifestaciones y más represión, luego del llamado Viernes Negro, el 8 del mes citado, dieron lugar a huelgas a nivel nacional que afectaron casi todos los sectores de la sociedad y la economía iraní, desde escuelas y universidades, los hospitales públicos, los mercados, los periódicos, los bancos, las fábricas e incluso las instalaciones petroleras, al mismo tiempo que eran cada vez más multitudinarias las manifestaciones pidiendo el regreso de Khomeini.

El Sha volvió a equivocarse y decretó la ley marcial y ordenó la detención de todo aquel considerado insurgente, a la vez que en un mensaje televisivo decía que “…había escuchado el reclamo de la revolución…”, a lo que Khomeini respondió, “…que si el Sha había escuchado el reclamo de la revolución, debería renunciar y comparecer ante un tribunal islámico…”, lo que hizo que muchos grupos políticos se unieran al ayatollah y en la festividad de Muharram, 1er mes del calendario musulmán, cientos de miles de iraníes salieron a gritar, “Allah Akbar”, y pocos días después, en ocasión de la celebración del Ashura, fiesta chiita, se llevó a cabo una manifestación de más de dos millones de personas clamando por el cambio de régimen, y esta vez, amplios sectores de las FF.AA. se unieron a la gente en su reclamo.

Así llegamos al 1° de febrero de 1979, el día en que el ayatollah Ruhollah Khomeini llega al aeropuerto internacional de Teherán, es su regreso, y en los días subsiguientes creció su arenga contra el régimen provisional e incitando a manifestarse, hasta que el 11 de febrero fue disuelto el Consejo de Regencia y el 1er ministro provisional Shapur Bajtiar fue expulsado, y así se cierra el capítulo de la Revolución Iraní y su llegada al poder, el fin de la dinastía Pahlevi y el principio de un régimen teocrático, el islamismo radical chiita.

Más allá de la muerte de su fundador, el ayatollah Khomeini en junio de 1989, nada cambió, la República Islámica de Irán, basada en la teoría del “wilayat al faqih”, entendida como el gobierno regido por autoridad clerical, hoy encabezada por el ayatollah Ali Khamenei, sigue con su perversa visión de destruir a los EE.UU. y sus aliados, en particular al Estado de Israel, para lo cual se ha valido del terrorismo insidioso y criminal, con el costo de miles de vidas inocentes muertas, mutiladas o con secuelas físicas o psíquicas, en atentados perpetrados por las organizaciones que Teherán financia, apoya y utiliza como instrumentos de sus objetivos geopolíticos a escala regional y global, Hezbollah, Hamas, Yihad Islámica, Hutíes, y otros grupos menores, y valga algunos de estos brutales actos como prueba suficiente, los secuestros y atentados cometidos en el Líbano en las décadas de los 80 y 90, como ser el ataque a los cuarteles de los Marines y de Legionarios franceses en Beirut, 1983, ese mismo año una serie de atentados en Kuwait y a la embajada de los EE.UU., en 1985 el secuestro del vuelo 847 de la TWA, en 1992 los asesinatos de líderes opositores en el bar Mykonos, Berlín, Alemania, los atentados en Buenos Aires a la embajada de Israel en ese mismo año y a la sede de la AMIA en 1994, en 1996 el ataque a las torres Khobar, Arabia Saudita y ya en actual siglo, se pueden citar, el ataque a objetivos israelíes en Nueva Delhi en 2012, el mismo año el atentado al aeropuerto de Burgas, Bulgaria, o de atentados que fueron abortados por los servicios de seguridad e inteligencia de diferentes estados, como el planificado contra el embajador de Israel en Kenia, y también los que tenían como blancos objetivos israelíes o judíos en Uganda y Etiopía, o los que tenían como víctimas los embajadores de Arabia Saudita e Israel en Washington D.C., y así podría seguir la lista, y en todos la responsabilidad directa del Ministerio de Inteligencia y Seguridad del régimen de Teherán, las actividades de las Fuerzas Al Quds y personajes como Ahmad Vahidi, Mohsen Rabbani, Mohsen Rezai, Ali Fallahian, sin olvidar a los abatidos, el libanés Imad Munijed y el comandante de la Guardia Revolucionaria Qassem Suleiman, y por supuesto el líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei y quienes ejercieran y ejercen cargos ejecutivos.

Finalizando mi columna de hoy, no puedo dejar de mencionar las actividades desplegadas en el campo informático a través de ataques cibernéticos y por supuesto el proceso nuclear que tiene como objetivo la disposición de armas nucleares con el fin de convertirse en potencia hegemónica en Oriente Medio y que lamentablemente ahora asistimos a la pantomima de rehabilitar el Acuerdo del 2015, que hoy nuevamente nos muestra la miopía geopolítica y estratégica de Washington y sus aliados europeos y de la complacencia de Moscú y Beijing, mientras la teocracia iraní gana tiempo y continua violando lo acordado y amenazando a Occidente, por eso a 43 años de la aquella Revolución Islámica viene a mi mente esa frase de Nicolás Maquiavelo, “…el que no detecta los males cuando nacen, es verdaderamente un imprudente…”.

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