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Proteccionismo, Pendularidad, Ideología, las difíciles relaciones argentino – estadounidense


Las relaciones bilaterales entre los EE.UU. y la Argentina han transitado en más de 190 años un camino irregular, con más tropiezos e idas y vueltas, que un andar calmo y cansino, y que se han manifestado y lo sigue haciendo, en unas relaciones frías, tensas o muy espaciadamente cordiales, incluso más allá del signo político del gobierno de turno, sea en Washington o en Buenos Aires.

El 27 de enero de 1823, los EE.UU. reconoció la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el predecesor del Estado Argentino, y un año después, en 1824, el llamado Informe Forbes (John Murray Forbes) al entonces presidente John Quincy Adams, describía la dependencia económica y financiera del joven Estado Argentino al Imperio Británico, y como la carencia de una flota mercante argentina condicionaba el comercio, tanto de las agroexportaciones como de las importanciones británicas, que más adelante, una vez constituida la República Argentina, tras 1853, en el último cuarto del Siglo XIX y las primeras décadas del Siglo XX, nuestro país se inserta en la economía internacional de la mano de Gran Bretaña, haciendo que las relaciones comerciales entre los EE.UU. y la Argentina fueran acotadas.

Las relaciones entre los dos países se han desarrollado con dificultades, tanto en el plano económico como en el político, en el primero por que sus economías tienen poca complementariedad, que se ha manifestado por políticas proteccionistas estadounidenses por un lado y por las casi excluyentes relaciones europeístas de Argentina.

Veamos, las exportaciones argentinas a los EE.UU. se vieron afectadas por medidas de salubridad, como el caso de la aftosa o bien por elevados aranceles impuestos por Washington, como el caso de la Ley Smoot Hawley de 1930, que redujeron en un 75% la exportaciones argentinas al país del norte, como así también, éstas se vieron perjudicadas tras la 2da. Guerra Mundial y por la aplicación del Plan Marshall para Europa, puesto que los países latinoamericanos no fueron admitidos como proveedores de materias primas, por la tajante negativa de los EE.UU. que financiaba el comercio de reconstrucción europeo.

El proteccionismo de Washington a través de subsidios al sector agrario se implementó tanto en administraciones demócratas como republicanas, por ejemplo, en el 2002 siendo pte. George W. Bush, se incrementó significativamente los subsidios agrarios, y para el 2014 siendo pte. Barak Obama, sancionó una ley agrícola que preveía el sostenimiento de precios, el seguro de cosechas y subsidios a los productores y al consumo interno, esto perjudicó a países agroexportadores, obviamente entre ellos a la Argentina, que posee un déficit comercial anual con los EE.UU. de aproximadamente u$s.6.000 millones, pues Argentina importa bienes manufacturados y bienes de capital de alta tecnología, que provee los EE.UU. y para solventar estas importaciones Argentina debe colocar sus exportaciones en otros mercados o endeudarse, y esto es una constante que se plantea más allá del signo político en uno u otro pais.

En el plano de la Política Exterior, los cortocircuitos entre Washington y Buenos Aires, también son de vieja data, ya en 1889 durante la primera Conferencia Panamericana cuando los EE.UU. propuso una unión aduanera continental, Argentina se opuso firmemente a esta iniciativa, pues la proyección comercial de Buenos Aires era marcadamente europeísta y veía en la propuesta estadounidense, un instrumento para controlar el comercio en el continente.

Ni hablar de las tensiones en la relaciones argentino estadounidense durante los dos conflictos mundiales, en la 1ª. Guerra por haber mantenido su neutralidad y en el caso de la segunda, por la tardía declaración de guerra contra el Eje, unas relaciones que fueron agravándose con el primer gobierno de Perón, recordemos el activo rol que tuvo el entonces embajador de los EE.UU. en la Argentina, Spruille Braden, y luego, ya en lo más álgido del conflicto bipolar en Latinoamérica, con la expansión del castro comunismo, si bien durante los gobiernos militares de la región, y en particular en la Argentina, se alinearon a Washington y en los primeros años recibieron el apoyo financiero y logístico para lucha contra la insurgencia terrorista, en el caso argentino, esas relaciones se deterioraron por el conflicto de Malvinas y las relaciones comerciales con la ex URSS., sin olvidar que durante la administración demócrata de Jimmy Carter, éste desplegó un política de condena a la violación de los DD.HH., que en parte se revirtió con la llegada del republicano Ronald Reagan a la Casa Blanca, pero que se tensó por el ya mencionado conflicto del Atlántico Sur.

El mejor período en las relaciones bilaterales, sin duda fue durante el gobierno de Carlos Menem, durante las llamadas “Relaciones Carnales”, instrumentada por el entonces canciller argentino Guido Di Tella, quién tenía como uno de sus principales asesores al Dr. Carlos Escudé, quien desde su Teoría del Realismo Periférico, por la cual sostiene que los Estados en vía de desarrollo o de la periferia deben abstenerse de establecer relaciones conflictivas con las potencias centrales para evitar pagar costos económicos y sociales, las relaciones bilaterales transitaron su mejor momento, incluso, Washington que había presionado a los gobiernos argentinos desde Perón a Alfonsín para el desmantelamiento del programa nuclear, lo logró durante el menemismo.

En las últimas décadas del presente siglo, los gobiernos kirchneristas optaron por una diversificación del comercio y a una mayor integración regional, sea a través del MERCOSUR como también de la UNASUR, que tuvo su punto más tenso en las relaciones bilaterales durante la Conferencia Panamericana de Mar del Plata, cuando se rechazó el proyecto estadounidense del ALCA, y el alineamiento con el régimen venezolano de Hugo Chávez Frías, por lo cual las relaciones con los EE.UU. se mantuvieron distantes y con fuertes críticas desde Washington a las políticas de control económicas aplicadas, y ya durante la presidencias de Cristina Fernández, las tensiones se agudizaron con la firma del Memorando de Entendimiento con Irán y el posterior asesinato del fiscal federal Alberto Nisman, sin olvidar la ausencia de condena al actual dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, algo que se repite con el actual gobierno de Alberto Fernández, sumado al alejamiento de la Argentina del Grupo de Lima que lidera Washington y la adhesión al Grupo de Puebla, continuidad del Foro de San Pablo, expresión de la izquierda latinoamericana como así también, las inquietantes relaciones geopolíticas con China que superan el marco comercial y se vinculan con la alta tecnología y el espacio exterior con la base del gigante asiático en la provincia de Neuquén.

Durante los 4 años de gobierno de Mauricio Macri, las relaciones bilaterales tuvieron sus claros y oscuros, el objetivo macrista fue reinsertar a la Argentina en el plano internacional, que en el campo económico se tradujo en apertura de mercado y facilitar la inversión extranjera, dentro de un orden neoliberal global, en política exterior se adhirió al Grupo de Lima condenando al régimen venezolano, el alejamiento de la UNASUR y de la CELAC y la flexibilización del MERCOSUR, además de reivindicar el rol de la OEA y su apoyo a su Secretario Gral. Luis Almagro, y en lo militar, compra de armamento y capacitación de tropas con EE.UU., más aunar esfuerzos en la lucha contra el Narcotráfico y el Terrorismo, sin embargo hubo una lectura geopolítica y geoeconómica poco realista, pues las inversiones extranjeras no se dieron en la medida de lo esperado, cierre de empresas y crecimiento del desempleo por alto flujo de importaciones, no logrando un equilibrio comercial en las relaciones bilaterales, cuando Argentina debe buscar diversificación y ampliación en lo económico y en las relaciones internacionales, acorde a un escenario multilateral.

En este contexto histórico y actual de las relaciones entre los EE.UU. y la Argentina, con una nueva administración en Washington, el demócrata Joe Biden, con una agenda económica y social distinta a su antecesor, el polémico Donald Trump, pero que en el plano político internacional sigue priorizando los intereses estadounidenses, si bien con un discurso menos confrontativo, llega hoy a la Argentina el Jefe del Comando Sur, el Alte. Craig Faller, que podría leerse como la primera visita importante de la administración demócrata, habida cuenta que el comando mencionado opera en toda Latinoamérica, con excepción de Méjico, y que de acuerdo a la nueva agenda de Washington, busca fortalecer las alianzas en el continente.

El marino estadounidense, con más de 40 años de servicios en la Armada de su país y casado con una ciudadana brasileña, es un profundo estudioso y analista de América Latina, y su visión geopolítica tiene como puntos importantes:

1) La cooperación en la lucha contra el Crimen Organizado Transnacional en todas sus manifestaciones al igual que contra el Terrorismo Internacional y las vinculaciones entre ambos,
2) La amenaza más grande y estratégica es China que detrás de expandir su influencia económica, lo hace en los campos de la Seguridad, de la Inteligencia Artificial, el Ciberespacio y en Alta Tecnología, pero excediendo el marco comercial y busca redefinir el concepto democracia por lo que en la realidad es una autocracia
3) La problemática de la pesca ilegal por parte de las flotas chinas tanto en el sector sur de la cuenca del Pacífico como en la del Atlántico, perjudicando particularmente a Ecuador, Perú, Chile y Argentina.
4) Tanto Beijing como Moscú están aprovechando la pandemia del Covid 19 para implementar una “Diplomacia de las Vacunas”
5) En relación a Venezuela, responsabiliza al régimen de Nicolás Maduro de delitos de lesa humanidad y provocar el penoso éxodo del pueblo venezolano hacia distintos países latinoamericanos y Europa, y que es una amenaza a la Seguridad Hemisférica y
6) La creciente influencia del Eje Rusia, China e Irán en el subcontinente aprovechando los delitos transfronterizos.

Como se puede apreciar, son varios, por no decir todos, los puntos que se contraponen con las actuales posiciones adoptadas por el gobierno argentino de Alberto Fernández, quién tiene programado para el mes de mayo próximo un viaje a Beijing para concretar una serie de acuerdos para inversiones por u$s.30.000 millones, un viaje que incomoda a Washington, donde en el mismo mes de mayo, el ministro de Economía Martín Guzmán debe cerrar la reestructuración de la Deuda con el FMI por u$s.44.000 millones, lo que ubica al presidente argentino en un delicado equilibrio, y que ahora debe contemplar que en el campo de la llamada Diplomacia de las Vacunas, la posibilidad que la administración Biden, al igual que lo ha hecho en el marco del NAFTA con Canadá y Méjico, done millones de dosis de la vacuna del laboratorio AstraZéneca fabricadas en West Chester, Ohio, EE.UU., a la Argentina, lo que motivó las conversaciones entre el Secretario de Estado, Anthony Blinken y el canciller argentino Felipe Solá el pasado viernes, y que el embajador Jorge Arguello inicie los contactos necesarios.

Desde Washington la lectura es muy clara y se corresponde con algunos de los puntos de análisis del Alte. Faller, buscar aliados estratégicos en América Latina que no exija el juego de suma Cero y contener, o en el mejor de los casos, retroceder la expansión de Rusia y China y proteger el área de influencia de los EE.UU. en la región.

Para ir finalizando mi columna de hoy, me parece pertinente señalar que las relaciones bilaterales entre los EE.UU. y la Argentina, nos brinda la oportunidad de observar como la dinámica propia de la política interna condicionan las relaciones externas y viceversa, especialmente desde la Guerra Fría al presente y como lo apunta Mario Rapoport, historiador e investigador argentino, las dificultosas relaciones argentina-estadounidense están determinadas más por razones estructurales que por controversias coyunturales, políticas o ideológicas, de allí que hoy más que en el pasado, Argentina tiene que abandonar la pendularidad de su política exterior y buscar un equilibrio pragmático, el Realismo Periférico, en un escenario global caracterizado por una interdependencia compleja y en medio de una guerra comercial y científico-tecnológica entre China y EE.UU.

*Luis Fuensalida es especialista en asuntos internacionales. Fue Comisario Inspector y Jefe de Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina.

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