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“Ser patriota es sostener un buen sistema sanitario, pagar impuestos”

Desde el inicio de la pandemia Yuval Noah Harari (Haifa, 1976), probablemente el pensador más popular hoy en día, parece haber dejado de interpretar el mundo para analizar cómo se transforma. Su posición en favor de un sistema sanitario robusto y de la cooperación internacional ante la crisis económica derivada de la covid imprimen neto carácter político a las predicciones que plantea para un mañana inminente. Sigue sin querer usar un teléfono inteligente. “Me siento más protegido así”, admite.

Vestido de negro, con la única concesión a la coquetería de unos calcetines claros con bordados, la conversación de Harari fluye con brillantez en su oficina de Tel Aviv, un ático con vistas al mar que sobrevuela las azoteas de una urbe aún semiconfinada. La entrevista que ha concedido esta semana a EL PAÍS responde a la publicación en español del primero de los cuatro volúmenes, de Sapiens, una historia gráfica (Debate), que traslada al lenguaje del cómic la obra germinal del historiador israelí, traducida a 60 idiomas y de la que se han vendido ya más de 16 millones de ejemplares.

Pregunta. ¿Un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, doctorado en Oxford, en formato cómic?

Respuesta. Este tipo de presentación es más accesible y divertida. En tiempos de pandemia es extremadamente importante hacer el esfuerzo de llevar el conocimiento tecnológico a una amplia audiencia para no dejar espacio a las teorías de la conspiración. La ciencia, la realidad, es muy complicada de explicar, y mientras tanto circula el rumor de que Bill Gates creó el virus en un laboratorio para controlar el mundo. Es vital que los científicos encuentren modos de comunicar más interesantes para llegar a la gente.

P. Suele utilizar en su obra un enfoque con gran angular o de visión panorámica. ¿Para mostrar a los demás lo que tienen ante sí?

R. El método empieza por plantear las preguntas fundamentales. Por ejemplo: ¿por qué los hombres han dominado a las mujeres en la mayoría de las sociedades? No se puede responder, pongamos por caso, enfocándonos solo en la historia española del siglo XVI. Puede que lo que encontremos sea específico para ese tiempo y lugar. Hay que reunir información de antropólogos de diferentes sociedades, de arqueólogos de distintos periodos, investigar en la biología. Solo juntando todas las piezas se puede empezar a responder una pregunta clave.

P. Se le critica a veces por recurrir al relativismo para cuestionar certezas científicas. Incluso ha planteado un cambio de paradigma político en un mundo hipertecnológico.

R. Si me pregunta por cuál será el nuevo modelo, no lo sé. Pero es urgente desarrollarlo. Los cambios tecnológicos están dejando obsoleto el antiguo sistema. Puede que el principal reto que afrontamos sea el que está haciendo posible piratear a los seres humanos, recolectar tantos datos de la gente que un sistema externo pueda llegar a conocernos mejor que nosotros mismos y trate de manipularnos. Las estructuras políticas y económicas actuales se construyeron cuando no existía esa tecnología. Ahora hay que reinventar la democracia y el sistema económico. Lo que sigue existiendo es una base universal absoluta sobre la ética y la moralidad que no cambia. Yo creo que la moralidad no es acatar las leyes, sino reducir el sufrimiento, que es un fenómeno biológico universal. Los medios cambian, porque cambian las condiciones. En el siglo XX la democracia liberal era el mejor sistema político, el más efectivo para reducir una parte del sufrimiento humano, en comparación con el totalitarismo o las monarquías absolutas. No sé qué pasará dentro de 100 años, pero hará falta un nuevo tipo de sistema político, que ojalá sea mejor para liberar a las personas del sufrimiento.

P. ¿Habría que empezar por reforzar la cooperación global, como propugna para hacer frente a la pandemia? Usted habla además de falta de liderazgo internacional, lastrado por el nacionalismo populista de dirigentes como Donald Trump (EE UU), Jair Bolsonaro (Brasil) o Víctor Orbán (Hungría).

R. Suelen venir por Israel [ironiza]. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, es amigo de todos ellos. En esta pandemia hemos visto que es mejor cooperar con otros países para desarrollar una vacuna o impedir la propagación del virus. Trump, Bolsonaro y otros desinforman cuando consideran antipatriótica la coordinación global. Ser patriota es sostener un buen sistema sanitario, es pagar impuestos. Si un presidente que es multimillonario solo paga 750 dólares de impuestos en un año (alude a la declaración fiscal de Trump desvelada por The New York Times), no es un patriota. [Harari y su marido y agente, Itzik Yahav, donaron un millón de dólares en abril a la Organización Mundial de la Salud después de que Trump suspendiera la financiación de EE UU al organismo de la ONU].

P. A muchos su discurso les sonará a intervencionismo keynesiano.

R. No. Se trata ya de un acervo común, de una idea compartida desde la segunda mitad del siglo XX. Todos necesitamos un buen sistema sanitario y hay que pagar por ello. Espero que la covid extinga de una vez el modelo de pensamiento que apuesta por la privatización. Nadie puede pensar en serio en dejar al libre mercado la gestión de la salud pública.

P. ¿El tiempo de las religiones ya ha pasado? ¿El desarrollo tecnológico hace innecesario su relato?

R. No creo que tengan necesariamente que desaparecer, aunque deberán adaptarse a las nuevas circunstancias. Para impulsar una amplia cooperación global también hace falta algo de mitología que una a la gente, pero podemos elegir mejores relatos. Las sociedades más prósperas son las menos religiosas. Comparemos España o Países Bajos con Siria o Irak, ¿cuáles son más violentos y menos tolerantes?

P. ¿Habría que sustituir la religión por la meditación y los retiros en India que usted practica?

R. Hay una gran diferencia entre espiritualidad y religión. La primera se refiere a las preguntas fundamentales: ¿quién soy? ¿cuál es el sentido de la vida? Buscar las respuestas es una práctica espiritual. La religión es lo opuesto: ofrece respuestas rudimentarias y nos pide creer en ellas.

P. Durante la pandemia, muchos líderes religiosos han pedido a los fieles que no accedan a los templos, por razones científicas.

R. No debe haber contradicción entre religión y ciencia. Hay choques pero no son inevitables. El Papa pidió a los cristianos que no fueran a las iglesias para no contagiarse y que siguieran la misa online. La actitud de Francisco es positiva, como en el cambio climático. También ha pasado en las mezquitas y sinagogas.

P. Pero los ultraortodoxos han abarrotado los templos judíos en Israel.

R. No funciona igual que con el papa Francisco (risas). Aunque es un asunto más político que religioso. Netanyahu mantiene deliberadamente una estrategia de divide y vencerás. Crea tensión entre diferentes sectores de la sociedad israelí. Incita al odio para fortalecer su base política —hace creer que otros ciudadanos son traidores y enemigos— para que no vote por otros partidos. En tiempos normales se puede gobernar con una parte de la sociedad. En una pandemia se necesita la colaboración de todos. Aunque si se ha propagado el odio durante años no es de extrañar que se produzca esta crisis de confianza en Israel.

P. Durante mucho tiempo usted se ha centrado en los asuntos globales, pero desde el inicio de la pandemia ha hecho oír su voz en la política interna israelí. En una tribuna publicada en la prensa denunció una tentativa de golpe de Netanyahu.

R. Normalmente prefiero mantenerme al margen de la política del día a día, pero se trataba de una situación excepcional. Al principio de la pandemia, con todo el mundo presa del pánico, Netanyahu no podía formar Gobierno por carecer de mayoría. Entonces cerró los tribunales con la excusa de proteger a los jueces e intentó impedir el funcionamiento del Parlamento. Existía la sensación de que intentaba promover un golpe. Afortunadamente, la presión de los partidos y de la opinión pública restauraron el equilibro de poderes.

P. No le gusta ser calificado de profeta o gurú, pero como analista de la realidad formula predicciones.

R. ¿Cómo saldremos de la pandemia? ¿La humanidad saldrá más unida? No lo sé. Lo único que puedo decir es que todo depende de las decisiones que se tomen. Espero que la población reaccione con más cooperación. Pero también pueden tomarse decisiones equivocadas. En mis libros intento detectar diferentes escenarios para el futuro y animar a la gente a hacer la elección correcta. Pero no puedo saber lo que ocurrirá.

P. ¿La pandemia marcará un hito en la historia?

R. En sí misma, la covid es relativamente leve. Causa una baja mortandad. La Peste Negra medieval fue infinitamente peor, mató entre una cuarta parte y la mitad de la población de Europa y Asia. La pandemia de gripe de 1918 a 1919 fue más grave, en algunos países acabó con un 5% de los habitantes.

P. ¿La conocida como gripe española?

R. Prefiero no usar esa expresión. Como país neutral, España tenía una prensa más libre en medio de la censura de la Primera Guerra Mundial y por eso se la citaba siempre como fuente. Al final acabó diciéndose que la gripe venía de España. El mayor peligro de la covid ahora es económico y político, no médico. Las repercusiones de la pandemia pueden ser catastróficas y durar muchos años, con el colapso de regiones enteras, como Sudamérica, y la emergencia de nuevas tecnologías de vigilancia. Países muy cuidadosos en la protección de los derechos de sus ciudadanos están legitimando su uso. Puede que dentro de 50 años, cuando se eche la vista atrás, se la recordará no por el virus, sino por el momento en el que todos empezaron a estar vigilados por el Gobierno. Ese puede ser su gran legado. Sobre todo si existe vigilancia biométrica, no solo para saber adónde va y con quién se encuentra una persona, sino también para observar qué pasa en el interior de su cuerpo: su presión sanguínea, pulso del corazón, actividad cerebral. Los Gobiernos y corporaciones van a ser capaces de conocernos mejor que nosotros mismos; entender nuestras emociones y pensamientos, nuestra personalidad. Es una forma de control social con la que los regímenes totalitarios siempre han fantaseado.

“NO ME GUSTABA SER PERSONAJE PROTAGONISTA DEL CÓMIC”

El proceso de creación de ‘Sapiens, una historia gráfica’ junto con David Vandermeulen (coautor del diseño) y Daniel Casanave (ilustrador) sigue fascinando a Harari. “Ha sido el proyecto más divertido en el que he trabajado en toda mi carrera. Hemos roto con convenciones académicas y experimentado con el lenguaje del relato policiaco, con la imagen de un superhéroe o con las películas de acción y los ‘reality shows’ de televisión para abrir nuevas vías de transmisión del conocimiento científico al público”, relata durante la entrevista con EL PAÍS en Tel Aviv.
“La idea inicial fue suya (de Vandermeulen y Casanave) y llegó a través de Albin Michel, la editorial francesa de mi obra. Es un modo brillante de hacer el relato más accesible, sin que deje de ser científico, y de forma más atractiva y simpática. Hay pocas ocasiones de recurrir al humor que en un libro normal sobre ciencia.

– ¿Puso algún veto o linea roja?

– Hubo mucho debate sobre el uso de mi imagen en los dibujos, como personaje protagonista del relato. Querían que yo apareciera como una especie de guía en el libro. Al principio no me gustaba. Pretendían que fuera la estrella principal, pero llegamos a un compromiso: que hubiera también todo un elenco de científicos, algunos reales y otros imaginarios. Es algo importante. Se corresponde con la idea de que la ciencia no es el trabajo de una sola persona. Y cuando intervienen varios personajes se ofrece una idea mucho más precisa de cómo es en realidad la ciencia.

“Las principales cuestiones políticas son también científicas”, puntualiza Harari en referencia al cambio climático o la pandemia. “Si no se tiene una buena base científica se dicen cosas sin sentido. Hay que construir un puente entre la comunidad científica y el público en general. En caso contrario, las ideas erróneas se implantarán en la mente de la gente”.

Por DF/RJ
Fuente: El país.

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