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Sobre la Enmienda a la Ley del Retorno y las Comunidades Judías “Emergentes”

Cuando emergen estos asuntos en la discusión pública judía en Israel y repercute en el mundo judío, vale la pena apelar a dos conceptos acuñados por dos académicos de mi preferencia y que entiendo permiten entender la profunda y compleja dinámica en la que como judíos vivimos; más aún como judíos del siglo XXI, con la existencia del Estado de Israel, y, aun con antisemitismo en las redes, un nivel de integración al mundo sin precedentes en la historia. En primer lugar vuelvo a Donniel Hartman y su idea de “judío de Génesis” y “judío de Éxodo”, y en segundo lugar apelo a la expresión “genealogía de la palabra” acuñada por la Prof. Dr. Fania Oz-Zalsberger y su padre Amos Oz Z’L en su libro “Los Judíos y las Palabras”.

“Judío de Génesis” supone judío definido por nacimiento y pertenencia a una familia, tal como surge del pacto con Abraham; “judío de Éxodo” supone judío definido por el pacto de Sinai, cuando además de haber sido “separados” entre las naciones, pactamos obligaciones y asumimos las consecuencias de nuestras elecciones. La dinámica entre estos dos conceptos permite entender y congeniar infinitas opciones de ser judío: sean las dos a la vez, una de ellas, o cualquier otra variable. Serían como dos ejes sobre los cuales tendríamos que ubicarnos.

La “genealogía de la palabra” de los Oz supone ignorar, por irrelevante, la genealogía biológica en aras de una genealogía que también podríamos llamar del relato o la narrativa. Si de alguna manera nos insertamos en ella, estamos ejercitando nuestra identidad judía. Sean cuentos jasídicos, la epopeya macabea, recetas de la abuela, o simplemente recuerdos de la infancia, es el discurso, la memoria, las que nos hace judíos por encima de el mayor o menor grado de consanguinidad con algún antepasado judío. No que yo adhiera a Smotrich, pero cuando él plantea el vínculo con lo judío de algunos inmigrantes, además de discriminar por genética, está poniendo el dedo en la llaga por genealogía del relato. No es un tema menor. Un apellido judío, en mi opinión, no hace a un judío.

Inequívocamente adhiero a un criterio que priorice el relato por sobre la genética, el compromiso y la pertenencia por sobre la genealogía. En este sentido, me preocupan más los “judíos de Génesis” que no superan esta etapa de mera pertenencia biológica, por incuestionable que sea. El judaísmo no ha sobrevivido, sea en Europa Central o en la selva amazónica, por la pertenencia genética sino por la construcción del relato. Más que mirar quiénes están dentro y quienes fuera, deberíamos mirar dentro nuestro, que tan judía es nuestra conversación cotidiana.

Por Ianai Silberstein

Reproducción autorizada por Radio Jai citando la fuente.

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