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“La vida entre guerras”

Los mitos creados a lo largo de la historia han dejado su huella en las distintas generaciones.

Por ejemplo, durante siglos, se han transmitido infinidades de mitos para atacar al pueblo judío, desde el deicidio, el haber provocado la peste negra, ser conspiradores, avaros, apátridas, controladores de la economía mundial, liberales, comunistas, etc.; y han sido la base ideológica para la perpetración del holocausto.

Con apenas 20 años y 40 kilos de peso, Faivel, fue liberado por el ejército norteamericano en mayo de 1945, del campo de concentración de Mauthausen. Era, poco menos que un espectro que caminaba en medio del campo, y abrazaba a sus liberadores como ángeles enviados por el Creador.

En ese momento, se había juramentado que iba a narrar acerca de todo lo visto y vivido.

Sin embargo, nunca se imaginó que a más de setenta años de su liberación, su vida correría riesgos. Un tiempo después de la liberación, Faivel fue llevado a un campo de desplazados en Italia.

Una vez allí, realizó intensas búsquedas para hallar a sus padres, hermanos o algún familiar; indagó en interminables listas; pero, no pudo encontrar a ninguno con vida. Tampoco nadie pedía por él, ni lo estaban buscando.

En aquel instante, cayó en la cuenta que se había quedado solo, en un mundo devastado por la guerra.

Su familia había sido deportada del gueto de Lublin, al campo de exterminio de Belzec donde fueron asesinados.

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Tan solo le quedaba su identidad judía y el ruego de su padre, la última vez que lo vio, unos minutos antes de escapar del gueto:

– ¡Hijo vas a sobrevivir! No te estanques en este lugar por nosotros. Vete a Eretz, echa raíces allí y ayuda al restablecimiento de nuestra Nación.

Esas palabras, resonaron en su mente una y otra vez; también, fueron su fortaleza en la hora más crítica, al ser capturado en el bosque y en los campos de concentración; en los momentos de sufrimiento y deshumanización en los que la muerte golpeaba las puertas de su vida.

En Italia, inició un nuevo comienzo. Pudo volver a estudiar, aprendió el idioma hebreo, estudió la Torah y se unió al Movimiento Sionista. Pero, su vida cambio para siempre cuando conoció a Jana. Ella había estado en el campo de concentración de Ravensbrück en Alemania, allí había sido víctima de experimentaciones en su cuerpo, trabajos forzados y diversas torturas.

Al igual que muchos otros jóvenes se enamoraron y decidieron casarse. Las bodas y los nacimientos florecían en aquellos tiempos. El amor vencía al odio y la vida a la muerte.

Unos días antes de la boda, Jana, le dijo que la perdonara; pero no se podía casar con él. Sin darle más explicaciones, se fue corriendo del lugar, mientras se quitaba unas lágrimas de sus ojos.
Faivel corrió; pero, no logró alcanzarla. La busco por largas horas en la ciudad. Estaba desesperado, no entendía que le podría haber pasado para cancelar la boda de un momento a otro.

En su interior, presuponía que tal vez, ella tenía un compromiso y habría podido hallar a esa persona.
Era un gran misterio que le bloqueaba y no lo dejaba pensar con claridad. Estaba desesperado y angustiado.

Al atardecer, con los últimos rayos de sol, logró encontrarla en la playa. Su corazón se aceleró, deseaba ir corriendo hacia ella. Aunque reflexionó rápidamente que si se apresuraba, podría volver a huir y lo arruinaría todo.

Silenciosamente se acercó por su espalda, sin hacer ruido, y la sorprendió sentándose a su lado. Sin embargo, ella reconoció sus pasos a distancia y le reprochó:
– ¡Tardaste mucho en llegar! Conozco el ruido de tus pasos, tu respiración y los latidos de tu corazón
-Tuve miedo que te vayas corriendo… ¿Por qué no te queres casar conmigo? -preguntó ansiosamente-
-Estuve mal… perdoname. Es muy difícil para mí contarte esto, te lo debí decir mucho antes y no esperar hasta este momento.
-¿Estabas comprometida y lo encontraste? Por favor se sincera, esta duda no me deja respirar.
No, no es eso. Es mucho peor, no voy a poder darte hijos. En Ravensbrück los nazis me usaron como animal para experimentos médicos. Me inyectaron muchas veces. En aquel tiempo sentía dolores que nunca había sentido. El dolor era indescriptible. Por momentos no sabía, si estaba viva o muerta. Hace un tiempo volví a padecer dolores y desordenes en mi cuerpo. Consulté a los médicos de aquí, me hicieron estudios y me informaron la triste noticia.
¡Te amo Jana! Si te tengo a vos, lo tengo todo. No necesito más que tus besos y abrazos – Mientras Faivel le declaraba su amor, la abrazaba fuertemente-
Yo también, te amo… pensé que te podías decepcionar de mí, por no haberte dicho esto antes.
Nosotros dos ya somos una familia, y sin que nos hayamos dado cuenta, estamos siendo los padres de Motek y Fanny… Los niños, no tienen a nadie, y están junto a nosotros todo el tiempo. ¡Nos adoptaron! Es como dicen los Salmos (Tehilim) del Rey David, “Dios hace habitar en familia a los desamparados” – reflexionó emocionado el joven –
Es verdad, no lo había pensado de esa forma… ¿Todavía, te queres casar conmigo? – preguntó Jana de forma dubitativa-
Si… Siempre te volvería a elegir… – entre tanto la abrazaba y le acariciaba tiernamente su cabello-

Ambos se quedaron en silencio, contemplando el mar y descargando lágrimas de amargura por todo lo vivido. Unos minutos mas tarde, sintieron la necesidad que el mundo se detuviera y poder gritar, ¿Por qué? ¿Cómo podremos vivir con este dolor?

Los jóvenes se casaron y adoptaron a los niños Motek y Fanny, quienes habían quedado huérfanos, y ya no tenían a donde ir.

Tras la boda, decidieron emprender su viaje hacia la “Tierra Prometida”. La travesía, no era sencilla, ya que los británicos impedían el ingreso de judíos; y había mucha vigilancia en la costas para impedir el arribo de los sobrevivientes. En modo que, cientos de personas, habían sido capturaras en el intento y llevadas a campos de detención en Chipre. También los llenaba de miedo el sólo pensar, en la posibilidad de ser enviados a Alemania, tal fue el caso de los pasajeros del “Éxodo”.

Ya eran una familia con dos niños y antes de partir, adoptaron a Silvana, una “abuela” italiana de 75 años, también sobreviviente. Ella, se había convertido en amiga y consejera del matrimonio; así que, lograron convencerla de que se plegara a la nueva vida que tendrían en adelante.
Los pequeños estaban emocionados con el viaje en barco, no tenían idea de los peligros que podían enfrentar. Sus padres se habían encargado de crearles una expectativa de juegos y aventuras en el nuevo hogar que los esperaba.
Una vez que el buque zarpó, la familia contemplaba la costa que se desvanecía de sus retinas. Entre tanto, Silvana prefería mirarlos a ellos, que eran su futuro; y no a su Italia natal que en minutos quedaría en su pasado, asumiendo la idea de que tal vez nunca más regresaría a ella.

Milagrosamente, luego de haber eludido varias patrullas navales inglesas, la familia arribó a destino. La emoción de pisar la tierra de sus antepasados, fue tan grande que olvidaron el cansancio, las tensiones del viaje y por primera vez en mucho tiempo se sintieron libres y en su tierra.

Uno meses después de llegados, Faivel y Jana se sumaron a la filas del Haganá, en donde lucharon durante la guerra de la Independencia. Fue en la circunstancia de que seis naciones árabes invadieron el naciente Estado de Israel. Cabe destacar que no habían acatando la Resolución 181 de la ONU, la cual disponía la partición del territorio correspondiente al Mandato Británico de Palestina, otorgando un Estado Judío y otro Árabe.

Nunca habían empuñado un arma, pero aprendieron rápidamente y lucharon con coraje y determinación. Una vez más lograron sobrevivir a la guerra. Las cicatrices del cuerpo y del alma las llevarían consigo durante toda su vida; pero, la victoria quedará por la eternidad como un legado a las futuras generaciones. Sus hijos iban a crecer en una patria judía. Así el largo sueño de dos mil años, se hacía realidad.

La familia se multiplicó, tuvieron nietos y bisnietos. Dedicaron su vida a dar testimonio de lo vivido en Europa durante el nazismo y a defender el derecho a la existencia del Estado de Israel

Faivel y Jana, llevan más de setenta años de casados. Pero, la mayor parte de sus años han vivido una vida entre guerras.

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Llegando a los cien años de edad, todavía siguen corriendo a los refugios para protegerse de los misiles lanzados desde Gaza por Hamas y la Yihad Islámica, a las poblaciones del sur del país.
Las alarmas del pasado durante el nazismo, siguen resonando en sus oídos en el presente a través del terrorismo.
El caos, las corridas y la confusión son parte de su diario vivir. Aunque siempre se han negado a naturalizarlo.

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Ellos han estado muchas veces en Gaza, antes de la desconexión en el año 2005. Todavía tienen amigos allí, con quienes mantienen comunicación y los une un gran cariño.

Una vez, mientras permanecía en un refugio antibombas, Faivel, no perdió el tiempo y mando un mensaje al grupo de nietos en Whatsapp:

Al igual que en épocas del nazismo, el mundo hace silencio ante los constantes bombardeos con cohetes y globos incendiarios, como así también los atentados a civiles y soldados.
Los medios de comunicación sólo se focalizan en criticar la respuestas de Israel ante cada ataque y generar una opinión en contra nuestra.

El terrorismo intenta desgastarnos con ataques y mentiras. Sin embargo, una y otra vez, debemos presentar defensa y buscar la paz….

Historia ficcionada basada en hechos históricos reales.

Por Ruben Budzvicky

Ilustración: Sabrina Fauez

Reproducción autorizada por Radio Jai citando la fuente.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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