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Justo a tiempo

La vida en Argentina, en general y en Buenos Aires en particular, suele transcurrir a un ritmo acelerado, voraz y cambiante; en el que las emociones mutan todo el tiempo y la mente no encuentra descanso. La pandemia no ayuda a disminuir el ritmo, ya que el teletrabajo multiplica la carga laboral y para quien no está pudiendo trabajar o quedó desempleado, la incertidumbre es su compañera de cada día.

Desde hace tiempo a Vanina las cuentas a pagar se le han multiplicado. La tristeza y la bronca, horadaron su corazón, sobre todo porque ha visto una política de estado que es desigual para los que se esfuerzan día a día. Se siente discriminada. Sólo vive para trabajar y pagar cuentas e impuestos.

Por ello, por unos momentos, decidió evadirse de la realidad y prendió la televisión; pero, le fue imposible: violencia, protestas, injusticia, indignación, y confrontación se despliegan en todos los programas de actualidad. Lejos de evadirse de la realidad, se metió de lleno en ella, y se cargó más de la cuenta.

Unos minutos más tarde, le llegaron mensajes, deseándole “Gmar Jatima Tova”. En ese instante recordó que con la primera estrella sería Iom Kipur. “Se le piantó un lagrimón” al recordar los ayunos de su niñez y la vez que fue al templo. Sin embargo al morir tempranamente sus abuelos paternos, su padre no continuó con la tradición y su judaísmo se enfrió; dando lugar a la preponderante educación cristiana por parte de su madre.

Los tiernos recuerdos de la infancia, le generaron una pequeña sonrisa, pero al recordar el mal aliento de su tío Sergio durante el ayuno y los chistes al respecto, le arrancaron una carcajada. Le mejoró el semblante. También recordó a su tía Clara, como comía a escondidas creyendo que nadie la veía.

Por un segundo imaginó, lo divertido que hubiera sido, si treinta años atrás hubieran existido los celulares para poder documentar todos esos hechos. Los cálidos momentos vividos en la niñez, le borraron por un rato los pesares de la adultez.

Pensaba que, durante muchos años había tratado de entender a su padre, y pensaba una y otra vez para sí: – ¿Por qué se desconectó de su judaísmo? ¿Estará enojado con Dios? ¿Será la influencia de mi madre?

Muchas veces intentó hablar con él; claro que, siempre evadió la cuestión, al sentirse incomodado y cambiaba de tema la conversación. Ella reflexionó, nuevamente: “Tal vez sea un mecanismo de autodefensa para no recordar y evitar volver a sufrir por las pérdidas familiares”

Así que, con más dudas que certezas, salió a correr. Necesitaba despejarse un poco. Su mente era un campo de batalla, los problemas de la adultez y los dilemas existenciales de sus raíces judías, peleaban por ocupar el lugar central de su atención.

Las ganas de alejarse de todo, la llevaron a correr sin destino, tratando de silenciar las voces internas de preocupación y dudas. Sin darse cuenta, llegó hasta Puerto Madero, no quería parar, se sentía como Forest Gump. Sucedió que de repente, y mientras atravesaba el parque, sintió que la visión se le volvía cada vez más borrosa y tropezando con la raíz de un árbol, cayó tendida al suelo.

Vanina trataba de incorporarse, pero no podía, todo le daba vueltas. Una señora que pasaba por el lugar, se acercó rápidamente a asistirla, y al verla exhausta le compartió de su botella de agua. Ya se aprestaba a beber… Y un hombre gritó desde lejos: – ¡No le dé de beber! Es judía, tiene que ayunar estamos en Iom Kipur…
– Nena tenes que hidratarte… ¡Ese hombre está loco, no le hagas caso! – le dijo la señora con tono maternal.
– El viejo loco tiene razón, ¡Soy judía! Va en realidad medio judía, por parte de padre, o según algunos reformistas lo soy, aunque para muchos ortodoxos, sólo soy alguien con raíces judías. En fin algo de judía soy…
– ¿Vanina, qué haces acá? – preguntó el anciano con preocupación, mientras la mujer se retiraba ofuscada con su botella de agua-
– ¿Quién es usted? ¿Cómo sabe que soy judía? Si me quiere robar, no traje ni el celular, no pierda el tiempo…. Y mis zapatillas son una imitación trucha que le compré a un mantero, en Flores.
– Hace treinta años que no te veo…no creo que te acuerdes mi, estoy un poco más viejo, pero yo me acuerdo de vos… Para que me creas, te hago saber que tenes el mismo aliento que tu tío Sergio durante el ayuno.
– ¿Eras amigo de mis abuelos? – preguntó la joven desorientada-
– No podes seguir viviendo enojada, preocupada, amargada y renegando. Depende de vos que las cosas mejoren. No te dejes avasallar por la prepotencia, las ideologías y la injusticia. No permitas que te limiten, y estanquen los sueños. Peleá por lo que es justo, hace justicia, da un paso adelante, amplía tus horizontes, volvé a soñar.
– Es difícil… La situación esta complicada y la crisis se agudiza…
– ¿Difícil? fue el tiempo que pasó mi generación en Europa. Seguramente te habrán contado todo lo que han sufrido tus abuelos.
– Si, lo sé…- respondió compungida-
– Antes de que me olvide, es el momento ideal para que perdones a tu papá. No podés seguir reprochándole su indiferencia al judaísmo, y que no te haya dado una educación judía. Cada uno tiene sus tiempos…
– Es verdad, me cuesta perdonarlo, pero ¿Cómo sabes tantos detalles sobre mí? -preguntó desconfiada-
– ¿No sabes quién soy? Pensé que había dejado un mejor recuerdo… Sólo estoy un poco más canoso y arrugado, como “totón” tu osito de peluche….
– ¿Abuelo? No te vayas por favor…. –exclamaba, mientras lentamente volvía en sí-

Al recuperar la conciencia, se vio rodeada de decenas de personas y siendo asistida por dos médicos.
Entre tanto se iba incorporando, buscaba a su abuelo en medio de los curiosos que se encontraban a su alrededor.
Un poco lenta de reflejos entendió que había alucinado con el abuelo Elías, y éste le había dado el mensaje que tanto necesitaba. Tal vez, llegaba justo a tiempo para cambiar el rumbo de su vida, que se hundía. Una señal del cielo, a través de su zeide, simulando ser un ángel…

La ambulancia la trasladó hasta su casa, y allí permaneció haciendo ayuno, reflexionando y perdonando hasta el otro día, en especial a su papá. Tras tres décadas volvió a ayunar y guardar la tradición heredada de sus ancestros.

Unas horas después de haber cortado el ayuno, recibió un mensaje de Facebook. Era de Adrián Gomelsky, un viejo compañero de la facultad que se había mudado a La Plata unos años atrás, en pos de perseguir su sueño como artista.
Con el correr del tiempo se había convertido en el “Gaucho urbano”, un popular cantante en los más importantes bares y restaurantes de la capital bonaerense.

El Gaucho Gomelsky estaba de vuelta en la ciudad, y la invitaba a Vani a verlo actuar en uno de los más importantes bares de la Avenida Boedo al aire libre.

Vanina tenía una dualidad en su corazón, por un lado deseaba aceptar la invitación, pero por el otro aún seguía enojada con él; desde aquella vez que la invitó a cenar, y a la hora de pagar, le dijo que se había olvidado la billetera.

Reflexionó por unos minutos sobre que debía hacer, y finalmente pudo perdonar aquella ofensa del pasado, y decidió aceptar la invitación.

En este ayuno comprendió que ya no podía seguir acarreando las ofensas, desiluciones y enojos del pasado, y necesitaba perdonar, primero para estar en paz ella y soltar aquellas situaciones, y luego para poder vivir el presente, liberándose de todo lo que la mantenía estancada.

Después de muchos años, volvió a sentirse esperanzada y con fuerzas para salir adelante.

“Gmar Jatima Tova”

Historia ficcionada

Por Ruben Budzvicky

Ilustración: Sabrina Fauez

Reproducción autorizada por Radio Jai citando la fuente.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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