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Ariel Cohen Sabban y Agustín Zbar, similitudes y diferencias

Hubo un tiempo, no muy lejano, donde la comunidad judía y sus miembros ocupaban los titulares por los enormes aportes que realizaban en todos los quehaceres de la vida nacional. El surgimiento de las cooperativas, el desarrollo de fructíferas colonias agrícolas, ejemplares en su enorme vida cultural y social, los seminarios de maestros, los teatros judíos y una innumerable cantidad de instituciones de beneficencia que le dieron prestigio a nivel nacional e internacional. El listado de nombres y biografías ilustres abarcan enciclopedias completas e incluso un premio Nobel.

Todavía hoy, parte del pensamiento, creatividad y desarrollo de lo más granado de nuestro país son los Kovadloff, Aguinis, Sabsay, Cohen Agrest, Borenstein, Andahazi, Birmajer, Ravinovich, Suar, Rottemberg, Elsztain y centenares de otras figuras destacadas y de enormes aportes a nuestro país. Podemos afirmar que es imposible entender lo argentino, sin conocer y reconocer el enorme aporte judío en nuestra sociedad.

El texto bíblico en el génesis le trae una particular bendición al patriarca Abraham cuando le anuncia que se “multiplicaría como las estrellas del cielo y el polvo de la tierra”. Algunos quisieron pensar que se trataba de una profecía incumplida de cantidad. Rashi, el más importante exegeta bíblico en el siglo XI nos develó el misterio cuando nos enseñó: “Los judíos podemos elevarnos como las estrellas del cielo o descender como el polvo sobre la tierra”. El alma judía tiene esa potencia particular para lo más sublime y lo más bajo.

Una vieja sentencia del mundo yidish ya enseñaba una máxima sociológica obvia “Así como son los no judíos, son los judíos”. Cada comunidad es espejo de su entorno y se comporta como el mismo.

La decadencia, falta de seriedad, responsabilidad y capacidad en la clase política argentina, tiene su correlato directo en la dirigencia comunitaria.

El caso de Ariel Cohen Sabban, ex presidente de DAIA, que tuvo que renunciar en medio del escándalo por un presunto y nunca confirmado acoso sexual a la actriz Esmeralda Mitre, hija del propietario del diario La Nación, mostró por lo menos un imperdonable accionar, al haber concurrido a solas a un encuentro en el domicilio particular de la actriz, denunciada en ese momento por desafortunadas declaraciones respecto del holocausto. Cohen Sabban se vio forzado a renunciar, el abordaje de la crisis y escándalo público por parte de la comisión directiva fue por lo menos lento y cuestionable. Sea como fuere y aunque el clamor llamaba a que “se vayan todos” se podría tratar de un acto cuestionable e incluso delictivo del ex titular de la DAIA, pero no imputable al resto de la comisión directiva.

En lo que hace a los recientes acontecimientos donde la AMIA solicita a la DAIA desistir de una denuncia que tiene avanzadas etapas judiciales contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y otros, la situación es infinitamente más grave. No sólo porque marca un inentendible giro contrario a lo denunciado con anterioridad por la dirigencia de la Mutual que en discursos públicos acompañó la denuncia del fiscal Nisman respecto a la intención de brindar impunidad a los presuntos autores del atentado con el memorándum de entendimiento con Irán. Ante el clamor y la indignación Agustín Zbar que se encuentra de viaje ha solicitado licencia indefinida de su cargo. Los firmantes de la carta, el vicepresidente Ariel Eichbaum y el secretario Darío Curiel no solo no han renunciado, sino que pretenden ser la continuidad de la gestión de Zbar. Aducen que Zbar ejercía una enorme presión sobre ellos. Un argumento infantil a la hora de aprobar y firmar una carta con el bochornoso contenido conocido. ¿Quién podría garantizar que Zbar no continúe manejando como un titiritero en las sombras a sus dos allegados y firmantes de la carta?

7000 personas ya se sumaron a una campaña en change.org que pide la renuncia de toda la comisión directiva. Es lo que corresponde. No se supo de ningún directivo que haya estado en contra de la misiva y haya hecho público de inmediato su disidencia en un tema tan sensible.

Las similitudes están claras, el personalismo, escándalo y vergüenza, las diferencias también.

Veremos si la totalidad de la actual comisión directiva de AMIA tiene la grandeza de renunciar. Que no teman el vacío de poder y con esa excusa pretendan seguir en la institución, rápidamente se pueden encontrar y articular los mecanismos para que personas idóneas ocupen esos lugares hasta el llamado a una nueva elección.

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