Por el Rabino Jonathan Sacks z”l

En la perashá de esta semana, Moisés alcanza su punto más bajo. No es sorprendente. Después de todo lo que había sucedido: los milagros, el éxodo, la partición del mar, la comida que caía del cielo, el agua que salía de una roca, la revelación en Sinaí y el pacto que allí se forjó, la gente, una vez más, se quejaba de la comida. Y no porque tuvieran hambre; simplemente porque estaban aburridos. “¡Si solo tuviéramos carne para comer! Recordamos el pescado que comimos en Egipto gratis, y los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos.”

En cuanto al milagroso “pan del cielo”, el Maná, aunque los alimentaba, dejó de satisfacerlos: “Ahora nuestro apetito se ha ido; ¡No hay nada que comer sino este maná!”

Cualquier líder puede desesperarse en un momento así. Lo que llama la atención es la profundidad de la desesperación de Moisés, la franqueza con la que lo expresa y la honestidad deslumbrante de la Torá al contarnos esta historia. Esto es lo que le dice a Di-s:

“¿Por qué has traído este problema a tu siervo? ¿Qué he hecho para disgustarte que pones la carga de todas estas personas sobre mí? ¿He concebido yo a todas estas personas? ¿Les dí a luz? ¿Por qué indicas que los lleve en mis brazos, como una enfermera lleva a un bebé, a la tierra que prometiste a sus antepasados? … Si así es como me van a tratar, por favor continúa y mátame, si he encontrado gracia en tus ojos, no permitas enfrentar mi propia ruina.”

Cada líder, quizás cada ser humano, en algún momento de su vida enfrenta el fracaso, la derrota y al abismo de la desesperación. Lo que es fascinante es la respuesta de Di-s. Él no le dice a Moisés: “Anímate; cálmate; eres más grande que esto.” En cambio, Él le da algo práctico para hacer:

“Reúne para mí a setenta de los ancianos de Israel… Tomaré un poco del espíritu que está sobre ti y lo pondré sobre ellos; y llevarán junto contigo la carga de la gente, para que no la soportes tú solo.”

Es como si Di-s le estuviera diciendo a Moisés: “Recuerda lo que tu suegro Itró te dijo. No trates de liderar solo. No trates de vivir solo. Incluso tú, el más grande de los profetas, todavía eres humano, y los humanos son animales sociales. Enrola a otros. Elije asociados. Termina con tu aislamiento. Consigue amigos.”

Lo que es conmovedor de este episodio es que, en el momento de la máxima vulnerabilidad emocional de Moisés, el propio Di-s le habla a Moisés como amigo. Esto es cardinal para el judaísmo en su conjunto. Para nosotros, Di-s no es (meramente) el Creador del universo, el Señor de la historia, el Soberano, el Legislador y el Redentor, el Di-s de los sustantivos en letras mayúsculas. También es íntimo, tierno, amoroso: “Cura a los quebrantados de corazón y les cierra las heridas”. Es como un padre: “Como una madre consuela a su hijo, así te consolaré”.  Él es como un pastor; “Aunque ande por el valle de la sombra de la muerte, no temeré el mal, porque Tú estás conmigo”.  Él siempre está allí: “Di-s está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo invocan en verdad.”

En 2006, en Hope Square, a la salida de la estación de Liverpool Street en Londres, se erigió un memorial en recordación del Kindertransport, la operación que rescató a 10.000 niños judíos de la Alemania nazi poco antes del estallido de la guerra. En la ceremonia, uno de los oradores, una mujer de unos ochenta años que había sido rescatada, habló de manera conmovedora acerca del fervor que sentía hacia el país que la había refugiado a ella y a sus compañeros. En su discurso, ella dijo algo que me dejó una impresión indeleble. Ella dijo: “Descubrí que en Inglaterra un policía podía también ser un amigo”. Eso es lo que hizo a Inglaterra tan diferente de Alemania. Y es lo que los judíos descubrieron hace mucho tiempo acerca del propio Di-s. Él no es sólo un poder supremo. También es un amigo. Eso es lo que Moisés descubrió en la perashá de esta semana.

Los amigos importan. Ellos moldean nuestras vidas. Así lo demostraron los científicos sociales, Nicholas Christakis y James Fowler7 , usando datos del estudio sobre el corazón Framingham. Este proyecto, iniciado en 1948, ha seguido a más de 15,000 residentes de Framingham, Massachusetts, examinando su ritmo cardíaco, peso, niveles sanguíneos y otros indicadores de salud, en promedio cada cuatro años. Su propósito fue identificar los factores de riesgo para enfermedades del corazón. Sin embargo, Christakis y Fowler estaban interesados ​​en otra cosa, a saber, los efectos de la socialización. ¿Hay alguna diferencia en tú salud si tienes amigos y, de ser así, en qué tipo de personas son?

Sus descubrimientos fueron impresionantes. No solo importa tener amigos, también lo es tener los correctos. Si tus amigos son delgados, activos, felices y tienen hábitos saludables, lo más probable es que tú también lo hagas, y lo mismo ocurre a la inversa. Otro estudio, en el año 2000, mostró que si en la universidad tienes un compañero de habitación que trabaja duro en sus estudios, es probable que tú trabajes más duro. Un estudio en Princeton en 2006 demostró que si uno de tus hermanos tiene un hijo, es 15% más probable que tú lo hagas en los próximos dos años.

Los hábitos son contagiosos. Se propagan a través de las redes sociales. Incluso los amigos de tus amigos y sus amigos, pueden influir en tu comportamiento.

Jordan Peterson, en sus 12 Reglas para la vida, esgrime su propia experiencia y la de sus contemporáneos, creciendo en la pequeña y aislada ciudad de Fairview, Alberta. Aquellos que eligieron a los individuos con perspectivas ascendentes como amigos, extendieron su éxito. A los que cayeron en las malas compañías les fue mal, a veces desastrosamente. Podemos elegir a los amigos equivocados, dice, precisamente, porque aumentan nuestra autoestima. Si tenemos una falla y sabemos que la tenemos, podemos encontrar serenidad en el hecho de que las personas con las que nos asociamos tienen la misma falta. Esto calma a nuestra mente perturbada pero al precio de hacernos casi imposible escapar de nuestras deficiencias. De ahí su regla número 3: hacerte amigo con personas que quieran lo mejor para ti.

Nada de esto sorprendería a los sabios, quienes señalaron, por ejemplo, que las figuras claves de la rebelión de Koraj acampaban una cerca de la otra. De esto llegaron a la conclusión, “¡Ay de los malvados y de su vecino!” En dirección opuesta, las tribus de Iehudá, Isajar y Zevulún estaban establecidas cerca de Moisés y Aarón, y se distinguieron por su experiencia en el estudio de la Torá. Por lo tanto, “Feliz el justo y feliz su vecino”. 9 De ahí, el axioma de Maimónides:

“Es natural ser influenciado por el carácter y la conducta de tus amigos y asociados, y seguir las modas de tus conciudadanos. Por lo tanto, uno debe asegurarse de que sus amigos sean virtuosos y que frecuenten la compañía de los sabios, para que aprendan de la forma en que viven y se mantengan alejados de la mala compañía.”

O, como lo dicen los sabios más brevemente: “Hazte de un mentor y adquiere un amigo.”

Al fin y al cabo, eso es lo que Di-s hizo por Moisés, y terminó con su depresión. Le dijo que reuniera a su alrededor a setenta ancianos que soportarían la carga del liderazgo con él. No había nada que ellos pudieran hacer que Moisés mismo no pudiera: él no necesitaba de su ayuda práctica o espiritual. Pero sí aliviaron su aislamiento. Ellos compartieron su espíritu. Le dieron el regalo de la amistad. Todos lo necesitamos. Somos animales sociales. “No es bueno estar solo.”

Es parte de la historia intelectual de Occidente y del hecho de que desde muy temprano, el cristianismo se volvió más helenístico que hebraico, que la gente llegó a pensar que el propósito principal de la religión es transmitir información (sobre el origen del universo, milagros, vida después de la muerte, y así sucesivamente). De ahí el conflicto entre religión y ciencia, revelación y razón, fe y manifestación. Estas son falsas dicotomías.

El judaísmo tiene creencias fundamentales, sin duda, pero se trata fundamentalmente de otra cosa. Para nosotros, la fe es la redención de la soledad. Se trata de relaciones entre nosotros y Di-s, nosotros y nuestra familia, nosotros y nuestros vecinos, nosotros y nuestra gente, nosotros y la humanidad. El judaísmo no se trata de ser un alma solitaria. Se trata de los vínculos, que nos unen entre nosotros y con el Autor de todo. Se trata, en el sentido más elevado, de la amistad.

De ahí surge una idea que nos cambia la vida: tendemos a convertirnos en lo que nuestros amigos son. Así que, elige como amigos personas a las que aspiras ser.