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La mujer que pintaba para el futuro

En el verano de 1986 un granjero sueco recuperó su casa de campo abandonada por el último inquilino que la rentaba. En la bodega contigua a la vivienda encontró, cubiertas por el polvo de los años, unas enormes cajas de madera. Cuando las abrió se quedó desconcertado. Había allí 1200 cuadros, algunos muy grandes, con figuras geométricas de intensos colores. Llamó a un vecino que supuso más culto o informado pero tampoco entendió lo que acababan de descubrir. Supusieron que las pinturas formaban un decorado grandísimo, una cosa para escenografía o que, de plano, se trataba de una mercancía clandestina. Al vecino se le ocurrió llamar por teléfono a un amigo que trabajaba en un museo y éste le preguntó si los cuadros tenían una firma. “Sí -dijo el vecino- en la esquina dice Hilma Klint“.
Llegaron algunos funcionarios y entendedores del arte y se llevaron las cajas. Unas semanas después el Museo de Arte de Estocolmo hizo público un insólito descubrimiento. Se trataba de más de mil cuadros, dibujos y ensayos teóricos, una obra totalmente abstracta, con formas geométricas de color puro y factura precisa, firmados y fechados en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Lo insólito estaba en las fechas: habían sido pintados antes de que Kandinsky, Malevich y Mondrian “inventaran” la pintura abstracta. Hilma era entonces una clara precursora. ¿Por qué nadie sabía de ella? ¿Por qué estaban escondidos los cuadros?
Hilma af Klint nació en Estocolmo en 1862. Su papá era matemático y tenía una amplia biblioteca en la que la niña Hilma se recetó todo lo referente a la geometría y el arte. A los veinte años ingresó a la Academia Sueca de Artes, una de las pocas escuelas que admitían mujeres y fue parte de la primera generación de pintoras europeas que montaban exposiciones y vivían de su trabajo. Pintaba retratos y paisajes realistas que eran bien apreciados por sus clientes. Digamos que hacía una obra digna y bien hecha pero poco propositiva.
Por aquellos años se inventaron los rayos X y se descubrieron las ondas electromagnéticas, que podían mandar información por el aire y el vacío. Estos eventos le volaron la cabeza a Hilma, qué llegó a la conclusión de que existen mundos paralelos invisibles. Se interesó en estas realidades alternas y en diferentes planos de percepción. Como en ese tiempo las ciencias estaban revueltas con el espiritismo, o al menos sus fronteras eran difusas, Hilma fue a dar a unas sesiones espiritistas. También la animaba la posibilidad de comunicarse con la más querida de sus hermanas, que ya había muerto. No logró comunicarse con su hermana pero formó un club con otras cinco mujeres; se reunían cada viernes, convocaban espíritus y realizaban sesiones de pintura y poesía automática (algo que hicieron los surrealistas años después).
Hilma comenzó a crear cuadros raros con manchas al azar, pretendiendo soltarse a otras energías, luego fue ordenando ese caos basándose en las estructuras geométricas de la naturaleza, que tan bien conocía desde niña. Le gustó. Le gustó tanto que quiso olvidarse de sus anteriores paisajes y retratos. Sin embargo temió por su reputación de “retratista seria” y su solvencia económica. Tomó entonces una decisión desconcertante: llevar una vida doble. Dedicaba unos días a pintar sus encargos y otros a encerrarse en una casa de campo para desatar una pasión creativa que mantenía en absoluto secreto. Dos pintoras en una sola persona. Así se la llevó varios años y el día que redactó su testamento, puso como único heredero a su sobrino Erick, con la condición de que guardara sus pinturas en cajas de madera, que solo podrían abrirse veinte años después de su muerte. ¿Por qué diablos decidió eso? Tal vez consideraba que sus cuadros eran una visión muy íntima y sincera, solo concerniente a ella misma; quizá pensó que su obra se salía totalmente de las reglas académicas y hacerla pública terminaría con su carrera exitosa; o tal vez tuvo el ego y la arrogancia descomunal para suponer que el mundo no estaba preparado para ver su obra. Puras suposiciones. Hilma no explicó nada.
Pero ahí tienen ustedes que la vida decidió otra cosa: el sobrino se fue de este mundo antes de la fecha de la revelación y las pinturas se quedaron escondidas muchos años más de los que deseaba Hilma, hasta 1986, cuando el granjero sueco las encontró en su bodega.
 En los años ochenta ya estaban totalmente asimiladas las vanguardias de principios de siglo; el arte siguió sus caminos, más diversos que nunca. En medio de ese mundanal ruido, regresó Hilma af Klint del más allá para tomar su lugar como la verdadera madre de todos los aventureros de la abstracción.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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