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Bruno Bettelheim

Bruno Bettelheim

Aunque creció en un ambiente laico, su origen judío hizo que tras el Anschluss, la anexión política de Austria en 1938 por la Alemania nazi, fuera detenido y enviado a los campos de Dachau y Buchenwald.

Tras Leo Kanner y Hans Asperger la siguiente figura relevante en el abordaje del autismo fue Bruno Bettelheim.

Nacido el 25 de agosto de 1903 en Viena cursó estudios en la Universidad de esta ciudad.

Hasta bien entrados los 30 años, tuvo que hacerse cargo de la familia como consecuencia de la muerte prematura de su padre. Una vez solucionados sus problemas económicos, terminó los estudios de filosofía en la Universidad de Viena. Cuando Austria fue anexionada a Alemania, por su condición de judío fue prisionero en los campos de concentración de Dachau y de Buchenwald desde 1938 hasta 1939, durante once meses. Fue puesto en libertad como consecuencia de una amnistía que declaró Hitler ese año con ocasión de su cumpleaños. Se casó y adoptó un niño. Llegó a Estados Unidos en 1941, donde contrajo de nuevo matrimonio y tuvo tres hijos.

Nacionalizado estadounidense en el año 1944, dio clases de psicología en el Rockford College de Illinois (1942-1944). En 1943 su artículo “Individual and Mass Behavior in Extreme Situations” (comportamiento individual y de masas en situaciones extremas) consiguió el interés internacional. Fue pionero en el estudio de los efectos del estrés excesivo sobre la personalidad, a partir de sus experiencias en los campos de concentración.

Sus obras más reconocidas son las que tratan del autismo infantil, El amor no es suficiente (1950), Heridas simbólicas (1954) y La fortaleza vacía (1967). En el año 1976 fue editado Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Su último libro fue La Viena de Freud (1990).

En 1944 Bettelheim fue nombrado profesor de Psicología y director de la Escuela Ortogénica para Niños Trastornados de la Universidad de Chicago. De escuela freudiana, teorizó que los niños con autismo no nacían de esa manera, sino que tenía una única culpable, la madre, y que los autistas debían ser tratados con una intensa terapia psiconalítica.

Fue uno de los que propusieron como estrategia terapéutica la “parentectomía”, que consistía en separar a los niños de sus padres durante un largo período de tiempo. El autismo, para él, surgía cuando las madres no mostraban el afecto apropiado a sus hijos y no lograban una buena conexión con ellos. También culpó a los padres ausentes o débiles. Según él, los niños autistas “se han retraído del mundo por la ansiedad y el dolor que les causan los sentimientos negativos de sus madres y estas, por su parte, ya sea por frustración o por ansiedad responden no con amabilidad sino más bien con rabia o intencionada indiferencia, lo cual crea una nueva ansiedad en el niño añadido al sentimiento de que el mundo (representado por la madre) no solo causa angustia, sino también ira o indiferencia”.

Afirmaba que el 85% de los niños acogidos por la Escuela Ortogénica salían curados. Para ello decía “tratamos de hacer comprender al enfermo que no le pedimos nada en absoluto, que sólo deseamos que su estancia entre nosotros sea lo más confortable posible. […] Una gigantesca estatua de mujer acostada, que llamamos “la señora”, ha permitido a más de uno de nuestros niños explorar, sin demasiados riesgos, sus relaciones con la madre, golpean o acarician la estatua, se refugian en su regazo…”. En realidad, antiguos internos y varios discípulos de Bettelheim le acusaron de poner en marcha en aquel centro un mundo de terror, con brutalidad y abusos físicos a los niños y niñas allí internados.

En 1964 el psicólogo estadounidense Bernard Rimland, que tenía un hijo con autismo, escribió el libro Infantile Autism: The Syndrome and its Implications for a Neural Theory of Behavior, que directamente atacaba su hipótesis sobre la madre. En respuesta, Bettelheim escribió, en 1967, The Empty Fortress: Infantile Autism and the Birth of the Self, texto en el que comparaba al niño autista con un prisionero en un campo de concentración y a los padres con los guardas de las SS. En el libro afirmaba: “La diferencia entre la difícil situación de los presos en un campo de concentración, las condiciones que conducen al autismo y la esquizofrenia en los niños es, por supuesto, que el niño nunca ha tenido una oportunidad previa de desarrollar gran parte de su personalidad”.

Su primer estudio, que puede inscribirse, como el resto de su obra, dentro de la corriente de la “psicología del yo” estadounidense, se basa en su experiencia personal de internación en los campos de concentración, “experiencia límite” que más adelante le condujo a interesarse por la conducta de los niños autistas: Comportamiento individual y comportamiento de masa en situaciones extremas (Individual and Mass Comportement in Extreme Situations, 1943). En 1954 dio a conocer Symbolic Wounds (Las heridas simbólicas), obra en la que realizaba una particular interpretación de las teorías antropológicas y psicoanalíticas de los ritos de iniciación.

La fortaleza vacía (1967), contiene una compleja y detallada explicación de esta dinámica en términos psicoanalíticos y psicológicos. Estos puntos de vista fueron discutidos en los años siguientes por las madres de los niños autistas y por los investigadores. Un ejemplo es una reseña de 1997 sobre dos biografías sobre Bettelheim. Molly Finn, la autora, escribió “Soy la madre de una hija autista, y he considerado a Bettelheim como un charlatán desde que La Fortaleza Vacía, su célebre estudio sobre el autismo, salió publicado en 1967. No tengo nada personal contra Bettelheim, si no es personal resentirse de ser comparada con una bruja devoradora, un rey infanticida y un guardia de las SS en un campo de concentración, o preguntarse cuál podría ser la base de la declaración de Bettelheim de que “el factor precipitante en el autismo infantil es el deseo de los padres de que su hijo no exista”. Como la mayoría de los padres de niños autistas, adoro a mi hija”.

El libro de Bettelheim fue el estertor final de la teoría de la madre frigorífico. En los años siguientes se acumularon las evidencias en favor de un origen biológico del autismo. Los especialistas consideraron con cada vez más convencimiento un componente genético en la base de la afectación, y también que existían factores ambientales que incrementaban el riesgo de sufrir autismo. Es decir, dejó de señalarse a los padres a medida que se fueron encontrando alteraciones moleculares, celulares y anatómicas en los cerebros de las personas autistas. Se llegó al punto de poder estudiar esas alteraciones en niños cada vez más pequeños hasta conseguir hallarlas en el período prenatal, es decir, antes del nacimiento. De esta manera se consiguieron eliminar algunas de las teorías más absurdas sobre esta condición, avanzar en el diagnóstico temprano y estar más cerca de entender sus causas y de progresar en el modo de afrontarlo.

Bettelheim sufrió de depresión gran parte de su vida. El 13 de marzo de 1990, viudo, con una salud física cada vez más deteriorada y con los efectos de un derrame cerebral que limitó sus habilidades mentales y le dejó con parte del cuerpo paralizado se suicidó colocándose una bolsa de plástico en la cabeza. Después del suicidio se hizo evidente que sus supuestos resultados exitosos habían sido falsificados.

Las grandes historias de éxito de Bettelheim eran el resultado de involucrar a niños que en realidad no eran autistas. Había fabricado muchos resultados, sus estudiantes le acusaron de generar una atmósfera de terror en la escuela, hubo alegaciones de un tratamiento abusivo de los pacientes a su cargo, acusaciones de plagio y evidencias de haber falsificado su currículum. Decía, por ejemplo que el propio Sigmund Freud le había animado a perseverar en su línea de trabajo, pero al parecer lo más cerca que estuvo del maestro del psicoanálisis fue pasar por delante de su casa. Aunque está claro que el tratamiento de Bettelheim no tuvo éxito en realidad, todavía hay algunos psicoanalistas que siguen sus ideas.

Bruno Bettelheim se suicidó en Chicago, Estados Unidos; 13 de marzo de 1990)

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