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Elecciones parlamentarias en Irak

Profesor Luis Fuensalida

Por  el Prof. Luis Fuensalida

Irak es un modelo de la construcción de un país de acuerdo a los intereses externos a él, un país construido en el marco de los Acuerdos Sykes Picot, en donde dos de las potencias triunfadoras de la 1ra. Guerra Mundial, el Imperio Británico y Francia, se repartieron los restos del otrora Imperio Otomano y en el que se contaba ese territorio que hoy es Iraq, y donde por la fuerza o la coerción Londres unió a árabes sunnitas, chiitas y a kurdos, tres comunidades tan diferentes como enfrentadas.

A diferencia de lo que ha ocurrido con otros países del Golfo, como el Reino de Arabia Saudita, Qatar o Emiratos Árabes, donde el petróleo trajo cierto bienestar general y cuantiosas riquezas a las elites gobernantes, el 14% de las reservas mundiales del hidrocarburo que se hallan en el subsuelo iraquí, constituyó la llamada Maldición de los Recursos Naturales, es decir, enfrentamientos entre las tres comunidades que componen la población, la violencia de la dictadura de Saddam Hussein, incluida la guerra con la República de Irán, y en el 2003 su derrocamiento y la ocupación de los EE.UU. y sus aliados que parecía presagiar tiempos mejores, que se fue desvaneciendo entre el revanchismo chiita y la insurgencia sunnita, con su máxima expresión, el DAESH o Estado Islámico o ISIS.

Desde entonces, lo único que cambió fueron los personajes, pero la corrupción y los enfrentamientos entre sunnitas, que son minoría, chiita, que son la mayoría y el irredento anhelo independentista kurdo, siguen, con una población en el que el 60% son jóvenes, pero que están cansados y frustrados y  en los últimos años han salido a las calles a gritar esa bronca.

Iraq desde las violentas protestas del 2019, que tuvieron como consecuencia la renuncia en noviembre de ese año del entonces 1er. ministro Adel Abdul Mahdi, se encuentra sumido en una situación sumamente crítica, que se agudiza por la corrupción endémica, su deteriorada economía agravada por la pandemia del Covid19 y ante los remesones de la retirada de los EE.UU. de Afganistán.

Al año siguiente, en el 2020, con la aprobación del Parlamento, el actual primer ministro Mostafa al Kadhimi planteó celebrar las elecciones para junio del 2021, sin embargo, por pedido de la Comisión Electoral, se pospusieron para el 10 de octubre, lo que así sucedió en el día de ayer, con una marcada abstención de votantes.

Estas elecciones prevén la designación de quienes ocuparan los 329 escaños del parlamento iraquí, pero en función de la aplicación de una nueva ley electoral, que finiquita un sistema de listas que posibilitaba a los partidos políticos ubicar en la Cámara a sus candidatos favoritos sin tener en cuenta el apoyo popular que deberían obtener, ahora, los candidatos disputan entre si las entre tres y cinco escaños que se hallan asignados por circunscripción, habida cuenta que el país está dividido en 83 circunscripciones, lo que posibilita favorecer a candidatos independientes siempre y cuando la participación hubiera sido masiva, pero con apenas el 41% de participación, lamentablemente a favorecido a los partidos tradicionales, que se manejan con un sistema clientelar.

La abstención no era lo deseado por la máxima figura y líder espiritual chiita de Iraq, el ayatolah Alí Sistani, quién había expresado, “…que a pesar de las deficiencias, el voto sigue siendo la mejor forma de alcanzar un futuro en paz y evitar el riesgo del caos y la obstrucción política…”, sin embargo gran parte de los iraquíes ven deteriorada su situación socioeconómica, y perciben con un cierto escepticismo la consolidación de una democracia real y no simplemente declamada, todo esto en el marco de un escenario político fragmentado en función de los apoyos que reciben los partidos desde sus respectivas comunidades, a saber chiita, sunnita y kurda.

Bajo la nueva ley electoral, las elecciones se llevaron a cabo bajo el monitoreo del Consejo de Seguridad de las N.U., que autorizó la ampliación del número de observadores a 150, sobre un total de 600, entre éstos se cuenta el equipo de la U.E. encabezado por la eurodiputada Viola Von Cramon, que denunció limitaciones al accionar de los observadores debido a las restrictivas medidas de seguridad implementadas y esto en un acto que tuvo como novedad la implementación de tarjetas biométricas y que se complementaron con una inhabilitación de 72 horas tras la emisión de cada voto electrónico, de manera tal que se evite la doble votación, aunque como lo señalé antes el clientelismo y la intimidación siguen presentes.

Si bien, los chiitas dominan el panorama electoral, lo que indicaría que de este sector salga el vencedor, el mismo ha presentado una fractura, por un lado, la Alianza Fatah que reúne a los partidos y facciones pro-iraníes, liderados por Hadi al Ameri, quién junto al grupo Movilización Popular tuvieron un destacado rol en el combate al DAESH, por otro lado, el partido encabezado por el clérigo chiita Muqtada al Sadr, quién lideró una de las milicias antiestadounidenses y fue el ganador en las elecciones del 2018, sector conocido como Sadristas que en la actualidad poseen gran parte de los escaños en el parlamento, también esta el partido Dawlat al Qanun, liderado por el ex 1er. ministro Nouri al Maiki, quién se lo considera socio de Teherán,  y el Kataib Hezbollah, una importante milicia pro-iraní y que se presenta candidatos por primera vez.

Ha sido evidente que el acto eleccionario ha estado marcado por la polarización en relación a la influencia de los EE.UU. y de Irán, y se prevé que las negociaciones para nombrar al sucesor del 1er. ministro, que por la nueva constitución debe ser de extracción chiita, será ardua y difícil teniendo en cuenta que ninguno de los principales candidatos ha logrado obtener la mayoría, más allá que el clérigo chiita Muqtada al Sadr se ha declarado ganador, pero que se verá obligado a construir una coalición de gobierno con los independientes, pues no hay olvidar que Al Sadr es con la misma intensidad antiestadounidenes como anti-iraní, mientras que no olvidemos que el ISIS aún está activo en ciertas regiones de Iraq.

Por su parte, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterrez, destacó que los comicios se ha desarrollado, en general, pacíficamente, y animó a las partes a llevar a cabo negociaciones que posibiliten un gobierno donde toda la sociedad iraquí este representada, con toda seguridad enviando un mensaje a Al Sadr, que es muy popular entre el sector más empobrecido de la comunidad chiita, como lo demuestra el haber ganado en las principales provincias habitadas por ese colectivo, en particular las del sur de Iraq, donde se encuentra los mayores yacimientos petroleros.

Si hay algo que se debe remarcar de estas elecciones del pasado domingo, es el alto grado de abstención, en particular ejercido por los jóvenes iraquíes  que fueron los principales actores y víctimas de las manifestaciones y seguida violenta represión del año 2019, a lo que se debe sumar que gran parte de la población no cree en que las elecciones puedan cambiar algo, y que en definitiva no se trata sólo de la legitimidad  del próximo 1er. ministro, sino que también es la legitimidad del gobierno, del Estado y sobre todo el sistema, todo lo cual explica porque sobre una base de algo de 25 millones de votantes, sólo el 41$ concurrieron a las urnas.

Los primeros resultados confirmados dan al partido del clérigo Muqtada al Sadr como el 1er. partido y que habría obtenido 73 escaños, según la Agencia Oficial iraquí INA, y marca un aumento de bancas en relación con las 54 obtenidas en el 2018, mientras que la 2ª. fuerza es el Dawla al Qanun con 35 escaños y por su parte la Alianza Al Fatah ha sufrido un duro revés al quedarse con sólo 14 de los 47 que poseía antes de las elecciones.

En este marco, el rol de Iraq en la evolución de la geopolítica de Oriente Medio es muy importante para mantener ese delicado balance de poder entre el Reino de Arabia Saudita y la República Islámica de Irán, y donde Bagdad, hasta ahora se ha mostrado como interlocutor entre las partes, que se ha organizado reuniones en la capital iraquí, como también hasta ahora ha tenido éxito el rol de mediador de Al Kadhimi en la puja de intereses entre Washington y Teherán, y de ahí la importancia que éste sea reelegido, sin olvidar que en la reunión del 26 de julio ppdo. en la Casa Blanca, entre el 1er ministro iraquí y el presidente Joe Biden, éste último ha adelantado que tras 18 años de la invasión estadounidense, cesarán las operaciones de combate en Iraq, para dedicarse a la capacitación y formación de tropas iraquíes para la lucha contra el terrorismo, en particular contra el ISIS, y que Washington tiene previsto que para finales del 2021, no haya más soldados estadounidenses en zonas de combate, aunque Biden no definió si mantendría los 2.500 efectivos que en la actualidad están presentes en Iraq o si modificará dicho número.

Finalizando mi columna de hoy, es evidente, que la administración Biden, ha enfocado como prioridad estratégica a nivel global su competencia con China y la mayor influencia de Rusia en el tablero mundial, y tal como lo hizo en su momento Barak Obama, adoptar una posición distinta a la tradicional estrategia dura en el Medio Oriente, aplicando lo que en Washington denominan “estrategias colaterales” y si remarcar y perpetuar la derrota del Estado Islámico, y en este marco geopolítico, es muy relevante el rol estratégico de Iraq para impedir que los objetivos hegemónicos de la República Islámica de Irán se concreten y consoliden su llamada “Medialuna Chiita”, esa región que se extendería desde el estrecho de Ormuz al Mediterráneo, de ahí la importancia del derrotero de Iraq, todo en un  Oriente Medio cada vez más dinámico y cambiante en cuanto alianzas y alineamientos, algo que abordaré en la próxima columna.

 

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