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Cuando el yidish luchó por ser el idioma nacional

El 30 de agosto de 1908 se inauguró la primera Conferencia del Idioma Yidish en la localidad de Czernowitz, Ducado de Bukovina, en el imperio Austrohúngaro. El lema del encuentro fue ‘¡Los judíos son un pueblo y su lengua es el yidish!’. El evento se organizó bajo la iniciativa de Nathan Birnbaum y David Pinsky, con la participación de prestigiosos escritores, poetas y líderes culturales de la talla de Jacob Gordin, Jaim Zhitlovsky, Abraham Raisen, Noaj Frilotzky, Hirsh David Numberg, Shalom Ash, Ytzjak L. Peretz, Moshe Leib Halpern, junto a otros importantes y sobresalientes exponentes de la cultura y la escritura yidish.

El entusiasmo de los escritores en organizar el congreso estaba dado por el gran auge, del idioma yidish en Europa y América. Era la lengua coloquial en la que se expresaban más de 10 millones de personas, y se había transformado en el símbolo de las reivindicaciones culturales y sociales de varios partidos políticos masivos. Eran días en los cuales se desarrollaba un gran crecimiento de publicaciones en yidish y de una creación artística sin precedentes.
Otro de los factores importantes que dió impulso a la organización del congreso era la aceptación que provocaba el sionismo como movimiento nacional del pueblo judío. Uno de los argumentos centrales del encuentro era que, toda nación tiene un idioma que la distingue, y el propósito de la conferencia era decidir qué lengua debía ser el idioma nacional del pueblo judío, sin dudas: el yidish.

En esos tiempos, los sionistas, argumentaban que la idea nacional no podría realizarse sin el uso del hebreo, el idioma histórico del pueblo judío. Los precursores del sionismo veían al yidish como una lengua del exilio, del gueto, del encierro, una lengua atrasada, sumisa, y que negaba el sionismo. Si bien sostenían que el yidish era la lengua madre para la gran mayoría de los judíos de la diáspora europea, la negación del exilio se plasmaba en la negación del yidish.

Frente a ellos estaban los partidarios del yidishismo, quienes sostenían que el yidish era la lengua del pueblo judío en Europa durante siglos, por lo tanto, era la lengua más apropiada para ser el idioma del judío en el retorno a su tierra.

Durante los preparativos del congreso se fijaron las pautas para el desarrollo del yidish como idioma nacional.
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Los puntos centrales de la agenda del encuentro eran: el desarrollo del idioma, su escritura, ortografía, gramática, diccionario, palabras extranjeras y nuevas. Además se trataron temas acerca de la literatura y los escritores yidish, la traducción de la Biblia, el teatro y los actores, la prensa, la generación joven, y el reconocimiento del yidish. El escritor Sholem Ash instó a traducir al yidish los tesoros culturales judíos de diferentes períodos históricos. Finalmente, luego de 3 días de acalorados debates lingüísticos, culturales e ideológicos, el congreso declaró al yidish como un idioma nacional del pueblo judío, pero no el único.

Resulta importante señalar que los sionistas de Europa del Este que llegaban a Israel se rebelaban contra uso de la lengua yidish, utilizando el hebreo en su lugar. En cambio, los sionistas de Europa occidental y central, que fundaron el sionismo político, como Theodor Herzl o Max Nordau, creían que el nuevo judío tenía que adoptar la educación académica ilustrada para afrontar los desafíos de la modernidad, por lo tanto, al yidish lo percibían como un obstáculo, la lengua del aislamiento en el exilio. Argumentaban que el idioma del sionista debía ser el idioma del país de donde proviene: alemán, francés, polaco u otro. Para ellos, el hebreo no se percibía como un idioma moderno que pudiera transmitirse al público en general y convertirse en parte de la realización de la visión sionista.

Herzl escribió en El Estado Judío: ‘No podremos hablar hebreo hoy, porque ¿quién de nosotros tiene el poder de exigir un boleto para su viaje en el ferrocarril en el idioma del pasado? Todo hombre hablará en el idioma en el que fue educado y en el que concibió desde su juventud en su tierra natal. Ya el estado de Suiza demuestra que diferentes pueblos, que hablan diferentes idiomas, pueden sentarse juntos como hermanos’.

Los miembro de la Segunda Aliá, los fundadores del kibutz, se oponían tenazmente al yidish, lo percibían como una fuente de vergüenza y deshonra, el idioma de los sin educación. Ajad Ha’am, padre del sionismo espiritual, escribió que ‘la desaparición esperada de la jerga, en el habla y la literatura, es una necesidad histórica y un proceso inevitable, y el destino del yidish, se hundirá en el olvido’.

Sin embargo, hubieron corrientes sionistas favorables al yidish, como la del escritor Berdychevsky quien aducía que ‘el yidish es un idioma para maravillarse, un idioma natural, que expresa todos los sentimientos sublimes del alma judía’. Sostenía, que este ‘idioma lo hablan la mayoría de nuestros hijos e hijas, y con su ayuda podemos entender la vida de las masas hebreas.
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En esta lengua el judío inculcó su alma y su espíritu, su ira, su discurso, su tristeza y dolor, y también su cambio y expectativa’.

Todo cambió a partir de los difíciles avatares que sufrieron los judíos en Europa entre las dos guerras mundiales, y la catástrofe de la Shoá, que precipitaron el fin una vida cultural y social judía inigualable. La destrucción del judaísmo europeo hirió de gravedad al idioma yidish, en pocas décadas pasó de un idioma masivo y popular a ser una lengua que en el presente son pocos los judíos que se sienten representados en ella.

Mientras el hebreo, logró imponer su sello en el debate cultural, educativo y social del yshuv en su construcción del hogar nacional judío en Israel. Con los años, en su lucha, el hebreo fue recuperado como lengua coloquial de los pioneros, reconocido por las autoridades turcas como idioma de instrucción, y durante el Mandato Británico, en 1922, se declaró al idioma hebreo como idioma oficial en la Tierra de Israel. Desde la creación del Estado de Israel el hebreo es la lengua materna y oficial, que hoy lo hablan más de 8 millones de personas.

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