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Isaac Bashevis Singer, el Premio Nobel de la Literatura Yidish

En esos años tuvo una relación con Runia Shapira, de la que nació su hijo Israel. En 1932 su hermano Israel Yehoshúa se instaló en Nueva York. Singer lo siguió emigrando también a Estados Unidos. En Nueva York, Isaac Bashevis Singer comenzó a trabajar para la Jewish Daily Forward, un periódico en idioma yidish dedicado a temas de interés general para sus lectores recién inmigrados. De 1933 a 1935 fue codirector de la revista Globus, donde publicó cuentos y serializó la novela “Satán en Goray” (1933), una historia que comienza a partir de los acontecimientos del siglo XVII relacionados con el falso mesías Shabatai Zevi y ofrece una imagen de la fiebre mesiánica que se extendió entre los judíos en esos años. En un trabajo posterior, casi treinta años más tarde, Singer va a volver sobre el mismo tema con “El esclavo” (1962), que transcurre en el siglo XVII, con una historia de amor entre un hombre judío y una mujer cristiana, cuya relación es atormentada debido a sus diferentes tradiciones.

A lo largo de la década de 1940, su reputación comenzó a crecer entre los muchos inmigrantes judíos. Después de la Segunda Guerra Mundial y de la destrucción de la vida judía en Europa, parecía que el yidish era una lengua en vías de extinción. Sin embargo, Singer creía en el poder de su lengua materna y sabía que todavía había una gran cantidad de público que deseaba que su trabajo en esa lengua aborde las vidas y los problemas de los suyos. En 1950 produjo su primera obra importante, “La Familia Moskat”, la historia de una familia judía polaca del siglo XX antes de la guerra. Siguió a esta novela una serie de cuentos que fueron bien recibidos, incluyendo su famosa obra, “Gimpel, el tonto”.

Aunque no se definía como un nostálgico, el escenario de gran parte de sus trabajos era su Polonia natal, y la escritura se dirigió a las preguntas existenciales y espirituales a través de cuentos y parábolas. Estos trabajos llamaron la atención de un número de escritores estadounidenses, incluyendo Saul Bellow e Irving Howe, que en gran medida fueron los encargados de traducir la obra de Singer. A lo largo de la década de 1960 continuó escribiendo: una de sus novelas más famosas fue “Enemigos”, una historia de amor de sobrevivientes del holocausto en la cual dirimen sus propios deseos con las complejas relaciones familiares y la pérdida de la fe.

En 1964, con su designación para el Instituto Nacional de las Artes y las Letras, Singer se convierte en el único miembro americano que escribe en un idioma que no es el inglés. Dice, “El yidish es la lengua sabia y humilde de todos nosotros, el idioma de una humanidad asustada y esperanzada”. Por esos días, ya es un firme partidario del vegetarianismo. Se había convertido en un escritor de fama internacional. Singer no sólo era un gran defensor de la escritura yidish, sino la principal figura de sus letras. Su obra “El mago de Lublin” (1960), traducida a varios idiomas, habla de un mago lujurioso y su transformación hacia la expiación por autoreclusión.

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En los años 70’ Singer escribió dos novelas sobre la historia judeo polaca del siglo XIX y también sobre temas modernos; diversificó su actividad, escribió memorias y libros para niños, así como otras dos novelas que transcurren en el siglo XX, “El Penitente” (1974) y “Shosha” (1978), donde narra una historia de amor en la Polonia de los años treinta. Entre las colecciones de relatos cabe recordar también a Un amigo de Kafka (1970), La muerte de Matusalén y otros cuentos (1988). Entre las historias y novelas autobiográficas, publica: En el tribunal de mi padre (1966) y Amor y Exilio (1984).

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En el año 1978 le conceden el Premio Nobel de Literatura. Su discurso al recibir el premio fue memorable, comenzó en yidish y finalizó en inglés; entre sus párrafos célebres dijo: “La gente me pregunta a menudo: “¿Por qué escribes en una lengua moribunda?” Y quiero explicarlo en pocas palabras. En primer lugar, me gusta escribir historias de fantasmas y nada se ajusta mejor a un fantasma que una lengua moribunda. Cuanto más muerto esté un idioma, más vivo está el fantasma. Los fantasmas aman el yidish y, por lo que yo sé, todos lo hablan. En segundo lugar, no sólo creo en fantasmas, sino también en la resurrección. Estoy seguro de que millones de cadáveres que hablan yidish se levantarán de sus tumbas un día y su primera pregunta será: “¿Hay algún nuevo libro en yidish para leer?” Para ellos el yidish no estará muerto. En tercer lugar, durante 2000 años el hebreo era considerado una lengua muerta. De repente se hizo extrañamente viva. Lo que pasó con el hebreo puede también sucederle al yidish un día, (aunque yo no tengo la menor idea de cómo este milagro puede llevarse a cabo). Aún hay una cuarta razón para no abandonar el yiddish y es la siguiente, el yiddish puede ser una lengua que muere, pero es el único idioma que conozco bien. Yidish es mi lengua madre y una madre nunca está realmente muerta”.

En otra parte de su discurso afirmó: “el yidish es el idioma de la diáspora, sin tierra, sin límites, que no depende de ningún gobierno. Es una lengua donde no existen palabras que definan a las armas o a las estrategias de guerra. Es un idioma del cual se mofaron, tanto los judíos que se integraron a la emancipación como los gentiles. Fue una lengua fortalecida por los judíos de los guetos y ellos son el verdadero pueblo del libro…El gueto no fue solo el refugio de una minoría perseguida, sino un gran intento de paz, autodisciplina y humanismo……En yidish se pueden hallar expresiones que reflejen el placer, el amor a la vida, las esperanzas mesiánicas, la tolerancia, y una profunda valoración de la singularidad humana. En yidish hay humor y valoración de cada día de la vida, de cada pequeño éxito, de cada encuentro de amor, y sabe sobreponerse a las fuerzas de la destrucción”
Después de haber sido galardonado, Singer siguió escribiendo durante los últimos años de su vida. Publicó “Amor y Exilio” (1988), “El Rey de los Campos” y tres años más tarde, “Scum”, una historia de un hombre que vive en un shtetl polaco a principios del siglo XX. El 24 de julio de 1991, Singer murió a la edad de ochenta y siete años en Miami, Florida. Había publicado 18 novelas, 14 libros para niños, numerosos ensayos, artículos y reseñas.

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La de Singer es una narrativa realista entretejida con las dinámicas históricas y sociales que se evocan vívidamente. Aunque algunos críticos se han quejado que en sus libros le daba una excesiva importancia al sexo y a la superstición, creó una rica y significativa obra que quedará para siempre en la historia de la literaria universal.

Singer consideraba el papel del escritor como poco influyente: “los escritores pueden estimular la mente, pero no pueden dirigirla. El tiempo cambia las cosas, Dios cambia las cosas, los dictadores cambian las cosas, pero los escritores no pueden cambiar nada”.

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