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Ofensiva talibán en Afganistán

Ricardo López Göttig

Por Ricardo López Göttig

Este fin de semana, los talibán tomaron el control de tres capitales provinciales en el norte de Afganistán, que se suman a otras dos capturadas por esa formación jihadista en el último mes. La más significativa es la ciudad de Kunduz, de más de 300 mil habitantes, en el camino que une a Kabul con la vecina Tadjikistán. El avance del jihadismo talibán coincide con la retirada de las tropas de Estados Unidos y de otros países de la OTAN, que están en suelo afgano desde fines del 2001, tras la negativa del régimen teocrático de entregar a los líderes de Al Qaeda.

El presidente estadounidense Joe Biden anunció, y viene cumpliendo, la retirada de las tropas estadounidenses a comienzos de su mandato, estableciendo la fecha simbólica del 11 de septiembre. Cuatro presidentes se encontraron vinculados a esta guerra de compleja solución, como George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y el actual Joe Biden. Si bien ha habido apoyo aéreo a las tropas afganas en sus combates frente a los talibán, lo cierto es que la entidad jihadista ya ha ocupado más de la mitad del territorio, en tanto que el gobierno del presidente Ashraf Ghani tiene cada vez menos capacidad de respuesta ante esta amenaza. La resolución del presidente Biden en torno a la retirada de las tropas, queda de manifiesto en que frente a estas tomas de ciudades y provincias, no ha habido despliegue de los escasos efectivos aún en suelo afgano, limitándose al apoyo aéreo.

Las conversaciones de paz con los talibán, que ya comenzaron durante la presidencia de Trump, no tienen resultado en el terreno, porque más allá del vago compromiso de que respaldarían al presidente Ashraf Ghani, no se establecieron mecanismos de control ni sanciones ante la eventualidad del incumplimiento, tal como se está observando. Para Estados Unidos como para sus socios de la OTAN, la presencia en Afganistán ha significado pérdida de soldados y un enorme envío de recursos, que terminan siendo canalizados en la corrupción generalizada. De este modo, la promesa de instalar una democracia liberal en el centro de Asia se va desvaneciendo como una lejana ilusión, en tanto que en ese país los actores políticos se van deslizando rápidamente hacia una nueva guerra civil de más de cuarenta años, en la que ninguno logra imponerse por completo. En el nuevo desorden mundial que emergió en la posguerra fría, esa pieza en el tablero vuelve a ser menor, irrelevante y olvidada.

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