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Uso de Poder

Como todos los veranos, el Instituto Shalom Hartman (SHI) en Jerusalém ofrece sus programas par líderes comunitarios y rabinos en los cuales se trata un tema central desde las fuentes judías en la mirada de sus académicos. Debido a la pandemia, tanto en 2020 como en 2021 este programa ha sido de modo virtual, con lo cual la participación llegó a triplicarse. El público objetivo del SHI es la comunidad judía de los EEUU y por extensión Canadá, por un lado, y la sociedad israelí por otro. Como admitiera su director Donniel Hartman en una entrevista que nos concedió, no conocen ni tienen respuestas para otros judíos en otras partes del mundo, por lo cual nuestra tarea como “traductores” de sus propuestas resulta relevante. De hecho, hace años que en www.tumeser.com traducimos artículos del propio Donniel y algunos otros formadores de opinión del instituto. Pero se trata de “traducir” en un sentido más amplio: poder incorporar a la conversación judía local ideas y valores que surgen del fértil think-tank Hartman en Jerusalem.
El programa que dio inicio ayer se titula “Una Torá posible para un futuro incierto”, una formulación típicamente hartmaniana que alude a múltiples Torá y sugiere la ausencia de respuestas absolutas. Por el contrario, se trata de leer y proponer una Torá vigente para cada judío y admitir la ausencia de certeza como una forma de vida judía que se renueva permanentemente. Sin embargo, la conferencia central de apertura, a cargo de Donniel Hartman, Director del SHI, se tituló “Poder, Moral, y Proporcionalidad”. En el contexto de la reciente confrontación en Gaza y la furibunda reacción de algunos agentes de opinión en los EEUU (se aludió concretamente a Don Lemon de CNN y al tan disruptivo show televisivo de John Oliver), el tema era inevitable. Acaso lo que vincule este tema con el título de tipo idealista sobre una “Torá posible” es lo que Donniel llama una “Torá del poder” o “una narrativa del poder” en la tradición judía, pero sobre todo en la realidad histórica judía de hoy. Qué supone y a qué obliga el poder. Históricamente, es una realidad muy reciente y seguramente merece muchos ajustes en la teoría y en la práctica.
Sin ánimo de pretender siquiera reproducir las presentaciones magistrales de Donniel y sus posturas frente a grandes dilemas del pueblo judío, el intento es rescatar algunas ideas que nos ubiquen en esta nueva realidad histórica en la cual hemos adquirido un enorme poder (sobre todo económico, tecnológico, y militar) pero a su vez estamos inmersos en una tradición de negociación y paz, de ética y valores. Como señala Donniel en algunas de las fuentes que propone, no se trata del uso de poder al estilo bíblico de Josué, sino del uso del poder como en el personaje del Rey David, a quien no se le permite construir el Templo de Jerusalém porque había derramado demasiada sangre en su nombre (Crónicas 1 22:8); “ser una persona moral limita el uso del poder”: ni el propio Rey David, cuyo poder como nación sólo se compara al actual, podía hacer todo lo que hubiera querido. Del mismo modo, agrego, que Moshé Dayan no autoriza destruir las mezquitas ni la explanada del Templo cuando Israel toma la ciudad vieja de Jerusalém en 1967.
En su ponencia Donniel Hartman trae las fuentes bíblicas pero suma la tradición rabínica. La tradición rabínica habilita el uso del poder cuando la situación lo amerite: “si alguien viene a matarte, mátalo tu primero” (Bamidbar Rabá 21:4). Al mismo tiempo, cita Mishna Avot: poderoso es aquel que domina sus instintos, el que prefiere controlar su espíritu a conquistar una ciudad. No siempre el uso del poder condice con la idea de lo justo; ya en Deut.6:18 se “exhorta” a hacer “lo que es recto y bueno”. La imagen más contundente acerca de los límites del poder, y una de las preferidas del Rab Donniel, la encontramos en Génesis 18: 23-25, cuando Abraham cuestiona y desafía el poder divino: “¿No ha de hacer justicia el Juez de toda la tierra?”. Nuestro patriarca Abraham negocia con Dios como luego negociará la compra de la Cueva de los Patriarcas; la palabra, tan entrañable en la tradición judía, es precisamente el mayor límite al abuso de poder.
Con más razón entonces, si nuestra mejor arma es la palabra y si, como dijo Donniel Hartman ayer (otra de sus ideas fuerza), “ser judío es contar una historia”, el desafío, tal como quedó planteado en su conferencia, es construir una narrativa del poder a la luz de la realidad actual. El recorrido por las fuentes nos permite no sólo seguir los procesos históricos (cada fuente tiene su contexto y explicación histórica) sino, adhiriendo al diálogo atemporal de las mismas que ha sido la mayor fortaleza del pueblo judío, también formular una nueva percepción y acción en torno al poder y su uso. La guerra, y en este caso el enfrentamiento recurrente en Gaza y sus consecuencias reales y de opinión pública, nos obligan a enfrentar el tema. No podemos por un lado celebrar el poder y por otro lado ignorarlo. “El espíritu crítico pos-Gaza es la oportunidad de pensar distinto”; “el statu-quo se adecua al uso del poder por sobre cualquier otro recurso”.
Al cierre de su conferencia, Donniel Hartman planteó algunas preguntas del tipo retórico, incluso provocativo: ¿había otras opciones en Gaza? ¿Acaso el uso del poder se ha convertido en la respuesta a todos los problemas? Si vemos el poder como una opción de crear otras alternativas, ¿no deberíamos hacer algo distinto? Él plantea sin ambages, como ejemplo, la situación en los asentamientos fuera de las zonas como Ariel o Gush Etsión, esos asentamientos aislados en zonas palestinas: ¿no es momento de desalentarlos? También se refiere a Jeikh Jara, y sostiene que es inconducente refugiarse en recursos legalistas cuando el abuso de poder es evidente. ¿Alguien ha pensado realmente qué hacer con dos millones de personas en un territorio como Gaza? Sin una unión con Cisjordania, jamás será una entidad nacional viable. Por último, llega a plantear si el reiterado rechazo palestino a las ofertas israelíes es excusa para no seguir ofreciendo. En definitiva, el desafío es transformar poder en empoderamiento.
La naturaleza del Sionismo, o una de sus consecuencias, es “la transición de la ausencia de poder al poder” (from powerless to powerful). Ese poder y su uso ha permitido no sólo la supervivencia física (en clara oposición a los intentos de exterminio de épocas no tan pretéritas) sino la generación de una suerte de garantía existencial. Al mismo tiempo, su uso ha puesto a prueba la ética judía como nunca antes. La noción de “lo justo y lo bueno” es una cuando se es víctima, pero es otra cuando podemos convertirnos en victimarios. Las diferencias pueden ser sutiles cuando hablamos de auto-defensa y soberanía nacional y nos vemos obligados a actuar; pero las diferencias entre uso y abuso de poder suelen ser muy claras. La única forma de garantizar que adherimos al uso y no al abuso es cuestionárnoslo permanentemente. Es uno de los grandes desafíos judíos de nuestro tiempo.
Fuente: www.tumeser.com

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