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¿Será distinto el Medio Oriente si gana Biden?

Por Ezequiel Naidich*

Mientras esperamos los resultados de las elecciones estadounidenses, cuyo recuento aún puede llevar más días, podemos seguir analizando los distintos escenarios posibles. De mantenerse las tendencias actuales, el exvicepresidente Joe Biden asumiría la jefatura de estado el 20 de enero del año que viene. Obviamente hay varios temas para analizar, pero un tema del que poco se habla en Argentina es el impacto sobre Israel y sus vecinos. ¿Qué novedades implicaría el cambio de gobierno para el Medio Oriente?

Cabe aclarar un punto fundamental, y es que la importancia del Medio Oriente para los Estados Unidos es cada vez menor. El foco desde la administración Obama es China y no va a cambiar independientemente de quien sea electo. De todas formas, hay algunos temas que seguirán muy presentes en la agenda, como el acuerdo nuclear con Irán, el autoritarismo en la región y el conflicto israelí-palestino.

De esos, el tema con mayor importancia a nivel internacional es la cuestión nuclear de Irán. En 2018 Trump se había retirado del PAIC, acuerdo mediante el cual Irán se comprometía a desarrollar capacidades nucleares con fines militares a cambio de un levantamiento de sanciones. Biden anunció durante su campaña que buscaría volver a ingresar al PAIC, si Irán volvía a cumplir con sus obligaciones. No obstante, esto no sería en absoluto sencillo. Por un lado, el Senado, probablemente republicano, no aprobaría tal acción. Por otro, Irán ha perdido la confianza en Washington y los años del gobierno pragmático del iraní Rohani están acabando. Sería necesario otorgar beneficios o recompensas a la República Islámica para volver a sentarla a negociar.

De hecho, el asesor de política exterior de Biden, Anthony Blinken, habla de seguir presionando a Irán, pero de una forma más inteligente. Considera que la salida del PAIC y la política de “Máxima Presión” sobre Irán de Trump no han aislado a la República Islámica, sino a los Estados Unidos, y que de haberse mantenido dentro del PAIC, por ejemplo, se podría haber extendido el embargo de armas que finalizó a mediados de octubre.

Otro punto importante en la política de un posible gobierno demócrata para el Medio Oriente sería la renovada defensa de los derechos humanos. Trump ha mantenido una aprobación total de los regímenes dictatoriales aliados, especialmente Arabia Saudita y Egipto. De hecho, al presidente egipcio Al-Sisi se ha referido como “mi dictador favorito.” Biden reincorporía la cuestión humanitaria en las relaciones bilaterales con los países de la región, lo cual llevaría a un debilitado apoyo a las intervención saudí en Yemen y la egipcia en Libia. Es posible que, al tener una relación algo más áspera con Estados Unidos, estos países recurran más a Israel como intermediario.

El otro país que sufriría un impacto similar al incluirse la cuestión de los derechos humanos es Turquía. Liderado por el islamista Erdogan, el tan importante miembro de la OTAN se ha enfrentado a varios países europeos en su intento por expandir su influencia, pero ha evitado represalias gracias a la constante amenaza de enviar millones de refugiados a la Unión Europea, y a la aquiescencia de la administración Trump. Evitando perderlo definitivamente como aliado, Estados Unidos no ha reclamado por las violaciones de derechos humanos del gobierno turco. Sin embargo, si Biden llegase a enarbolar la bandera de los derechos humanos, podría haber más lugar para un frente más fuerte contra Turquía.

El último tema saliente es el conflicto israelí-palestino. Si bien, la alianza con Israel no estará tan marcada por una relación personal fuerte con Netanyahu y será bastante más crítica de las medidas unilaterales como la construcción de nuevos asentamientos, no habrá grandes cambios de asumir Biden. Varias veces ha reafirmado Biden que la alianza con Israel es fuerte y Estados Unidos seguirá ocupándose de la seguridad del Estado Judío.

Biden no daría marcha atrás con varios de los cambios que se han producido en los últimos cuatro años, manteniendo la embajada en Jerusalem, el reconocimiento de la soberanía sobre los altos del Golán y continuaría el esfuerzo para conseguir más normalizaciones con países vecinos. El mayor cambio de rumbo sería volver a prestar asistencia financiera y humanitaria a la Autoridad Palestina, cancelada durante la última administración e intentar tener una postura más imparcial para poder atraer a los palestinos a la mesa de negociación.

En conclusión, ambos posibles resultados de las elecciones no traerían escenarios totalmente diferentes para el Medio Oriente, especialmente considerando que es una región cada vez menos importante en comparación con el ascenso chino. La principal transformación se vería en un renovado pragmatismo diplomático, buscar negociar con Irán mientras se mantiene una presión inteligente y evitar las medidas unilaterales de Israel, a la vez que una postura firme contra las violaciones de derechos humanos.

*Ezequiel Naidich es estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Torcuato di Tella.

SP/RJ
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