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Abraham convoca a sus hijos a la reconciliación

El dicho dice, que cada familia es un mundo. Surgen en ella grandezas y miserias, amores y rencores. La familia de Abraham no podría ser una excepción. El hombre presto a los amores tuvo varias mujeres, la amada, la amante que le da su primogénito y algunas otras que luego aparecieron. Todo eso no podría estar ausente de algún drama. Ya sabemos que los celos entre mujeres pueden ser terribles.

En estos días de Rosh Hashaná volveremos a releer el relato. Saráh que era muy bella pero estéril no tuvo reparo en que Hagar le diera un hijo a su amado esposo. Claro las cosas cambiaron cuando en una jugada impensable del destino ella se convierte en madre en su vejez de Itzjak. ¿Vieron que la mujer cambia con la maternidad? Ahí la otra, Hagar y su hijo Ishmael se transforman en una presencia incómoda. “No los quiero ver” le dice a Abraham, échalos de nuestro country y él como sumiso hombre, que como siempre prefiere evitar el conflicto y la responsabilidad le hace caso y los manda al desierto sin siquiera preocuparse del sustento del chico y su amante.

Los pobres hijos siempre son las víctimas de las miserias de los padres, cargan con historias y matrices complicadas. Nada fácil salir de las experiencias y emociones heredadas. Sólo con mucho trabajo, ayuda de terceros y madurez, se logra romper con un pasado doloroso. Se logra entre otras cosas cuando cada hijo reconoce que también el otro ha tenido su sufrimiento. Ishmael y su forzado destierro, Itzjak y esa atadura traumática donde pensó que era sacrificado.

Los niños se criaron como si fueran hijos únicos, no tuvieron ese gratificante vínculo de hermanos. Incluso intentaron negar la existencia del otro. Se perdieron la posibilidad de aprender y disfrutar el uno del otro comprendiendo que en el mundo siempre hay lugar para los dos.

Por peor padre y madre que te hayan tocado, son los que tenemos, y cuando nos convocan asumiendo con honestidad el drama del dolor generado y buscan con coraje reparar daños, encontrarán a sus hijos si estos pudieron crecer y madurar con corazones predispuestos a la reconciliación.

Sabemos que los caminos de D.s son extraños. Para reencontrar a los hermanos tuvo que aparecer una plaga que no distingue fronteras, nacionalidades, colores, creencias ni riquezas e intervenir un nieto que no ha sido justamente un santo pero que no participó del conflicto original.Persiguió y aniquiló durante siglos a los descendientes de su padre y ahora sufre matanzas por parte de los hijos descarriados de su tío.

Vivimos épocas donde se caen estructuras y paradigmas viejos. Tal vez finalmente comprendamos que toda la especie humana es una gran familia y es en las diferencias y similitudes donde aparece la belleza.

Ayer en la Casa Blanca los hijos de Abraham firmaron un acuerdo de convivencia pacífica, saben que son distintos, que han tenido vivencias, traumas y dolores diferentes, pero que por ser hermanos y vecinos deben buscar los caminos para tender puentes que los favorezcan y enriquezcan a ambos. Por ahí, quien te dice que en el tiempo se den cuenta, que tener un hermano que desconocían y con otros mundos, resulta una posibilidad complementaria y potenciadora de su propia vida.

Se inicia un nuevo año para toda la humanidad y con él sus desafíos y posibilidades. Que sepamos encontrar nuestras mejores virtudes para superar los obstáculos y lograr que verdaderamente sea dulce y bueno.

Shaná Továh Umetuká.

 

Miguel Steuermann,                                                                                                                                           Director General                                                                                                                           [email protected]

 

 

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