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Hacer Aliá en medio de la pandemia: “Hay una red de voluntarios dispuestos a ayudarnos”

Hacer Aliá, emigrar a Israel con la familia, es un proceso que lleva tiempo y planificación. Para Giselle Fiszer y los suyos, la tan esperada llegada a su nueva vida transcurre en tiempos de coronavirus.

“Veníamos haciendo todo desde el mes de agosto de una manera muy prolija y planificada y a una semana de subirnos al avión empezaron a aparecer a nivel mundial distintas restricciones, y fue una seguidilla de situaciones que nos fueron poniendo a prueba hora tras hora y día tras día”, comentó Giselle.

Durante ese período hubo muchas respuestas que no se podían dar y sugerencias para postergar el viaje para una fecha indefinida. “Sostuvimos nuestra decisión todo el tiempo, hablando con la Agencia Judía y con la gente de la municipalidad de la ciudad a la que elegimos llegar (Kfar Saba). Íbamos reconfirmando, e iban apareciendo nuevas condiciones y presiones” aseguró.

Así llegaron al momento de subirse al avión, con un plan que no era el original pero con la certeza de que llegarían a Israel.

Giselle que emigró con su marido y dos hijos, relató la modalidad por la que se encuentran ahora en Kfar Saba: “Para nuestra llegada elegimos un departamento que nos presta la municipalidad por un mes, para que nosotros después podamos encontrar una vivienda en esta ciudad. Pudimos acceder finalmente al departamento, pero tuvimos que firmar declaraciones juradas de que no nos íríamos a mover de aquí por el período de 14 días. Para eso necesitábamos la asistencia de gente local que nos pudiera suministrar alimentos, por ejemplo”.

Ari, su esposo, Dan de 17 años y Maia de 14, emprendieron el camino hacia una nueva vida junto a Giselle. “Veníamos soñando esto en familia, los proyectos para los primeros días, y nada de eso sucedió. Los chicos han visto desde que llegamos dos palabras en hebreo: Brujím Habaím (Bienvenidos) en el aeropuerto, ya que nos trajeron directamente hasta aquí y no podemos pasar del umbral de la puerta del departamento” relató.

El procedimiento para recibir alimentos está cuidadosamente pautado: “Nos golpean la puerta, debemos esperar a que quienes lo trajeron bajen, y recién ahí podemos abrir. Dentro del departamento estamos bien, estamos cómodos y a resguardo, y tenemos todo lo que necesitamos”.

Giselle quiso resaltar el espíritu solidario con el que se encontraron. “Si bien no tenemos contacto físico con nadie, hay una red de gente voluntaria en diferentes ámbitos, que se puso a disposición, por ejemplo para anotarnos `de onda´ para poder hacer el Ulpán (curso acelerado de idioma hebreo) de modo virtual, al igual que todos los alumnos israelíes. Explicó que si bien aún no tienen toda su documentación, estos gestos sirven para ir adelantando, a la espera de que en el día 15 podamos salir a la calle y ver con qué nos encontramos en el afuera, que hoy por hoy está muy parado.

En medio de la preocupación por la pandemia, hay familias que dan sus primeros pasos en la realización de un sueño, y para las cuáles este inicio será una historia más de su ansiada llegada a Israel.

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