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¿Los judíos celebran San Valentín?

¿Es una celebración religiosa plagada de adoración de ídolos paganos, o una celebración laica y moderna del amor? Lo analizamos a través de un recorrido histórico a través de los ojos de los grandes sabios rabínicos.

La religión judía considera como algo muy serio la participación en prácticas religiosas no judías. De hecho, los primeros tres mandamientos giran esencialmente alrededor de este problema: la idolatría está prohibida.

Más aún, la Mishná y el Talmud dedican un tratado completo a la idolatría, Avodah Zara, repasando los intrincados detalles sobre qué constituye idolatría y qué no, y cómo deben comportarse los judíos en sus relaciones con los gentiles: de tal forma que no solo no estén adorando a otros dioses, sino que además tampoco ayuden a otros (incluso gentiles) a adorar ídolos. Según la Mishná, el castigo por adorar ídolos es la muerte por lapidación (Sanhedrín 7:4).

Durante la dominación romana de Palestina en el período del Segundo Templo, el Sanedrín dejó de condenar a muerte a personas, al parecer porque esto era solo una prerrogativa del estado romano. Desde entonces, ya no se practica la condena a muerte de judíos por infracciones religiosas y se cree que el castigo se lleva a cabo mediante la participación divina.

Entonces, adorar ídolos es un asunto muy serio y si tomar parte en el Día de San Valentín es una forma de adoración de ídolos, entonces está definitivamente prohibido por la ley judía. ¿Pero cómo determinamos esto?

Lamentablemente, la Biblia, la Mishná y el Talmud no dicen nada sobre el Día de San Valentín, ya que esta celebración es muy posterior, incluso a su predecesora romana: La Lupercalia, un antiguo culto a la fertilidad celebrada del 13 al 15 de febrero. Sin embargo, otras fiestas romanas se mencionan por su nombre con la participación absolutamente prohibida.

Antes de que podamos determinar si mandar cartas, flores o chocolates el 14 de febrero por San Valentín pueda ser un pecado mortal para la fe judía, primero debemos ver qué es el Día de San Valentín y de dónde viene.

Hay varios mártires antiguos llamados San Valentín. El que se venera el 14 de febrero es Valentín de Roma, que fue martirizado en el año 496. Prácticamente no se sabe nada sobre él, solo el hecho de que era sacerdote y que fue enterrado en la Vía Flaminia.

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El día de su santo fue documentado desde el principio, pero fue sacado del calendario católico oficial en 1969, debido a la falta de información sobre su vida.

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La veneración de San Valentín no tuvo nada que ver con el amor romántico hasta comenzado el siglo 14, cuando en Inglaterra aparece esta frase del poeta inglés Geoffrey Chaucer en su obra “Parlement of Foules” (1382): “For this was on seynt Volantynys day, Whan euery bryd comyth there to chese his make” (Porque fue en el Día de San Valentín, cuando cada pájaro llega para elegir a su pareja).

Es muy improbable que las aves de Chaucers se aparearan el 14 de febrero, ya que esto sucede durante la primavera y hasta puede referir a otro San Valentín.

En ese momento, la línea del texto de Chaucer y la idea del apareamiento de las aves en el Día de San Valentín comenzó a extenderse entre los poetas europeos, coincidiendo con el surgimiento de la noción de amor cortés. Con el tiempo y a través de estos poemas, la idea de que el 14 de febrero – Día de San Valentín – era un día dedicado al amor romántico comenzó a extenderse, y los amantes comenzaron a enviarse cartas de afecto en este día. La carta más antigua que se conserva de San Valentín es un poema escrito por Charles, el duque de Orleans, en el siglo XV.

La tradición de compartir tarjetas del Día de San Valentín se hizo extremadamente popular durante el siglo XIX, cuando el precio para envíar cartas se redujo y las imprentas comenzaron a producir tarjetas para el consumo masivo. Durante la segunda mitad del siglo XIX y en mayor medida en el siglo XX, la celebración del Día de San Valentín se extendió más alla del mundo de habla inglesa y hoy se celebra ampliamente como un día dedicado al romance en prácticamente todos los países del mundo, incluidos latinoamérica e Israel.

Con estos hechos en mente, volvamos a la ley judía (Halajá) para ver si es admisible que los judíos participen de esta celebración. Para responder a esta pregunta, debemos dirigir nuestra atención a una discusión de un gran sabio del siglo XVI, el rabino Moisés Isserles de Polonia, quien en su Yoreh Deah (178) establece una regla sobre si un judío puede o no participar en una tradición asociada con un práctica religiosa idólatra, como la cuestión del Día de San Valentín.

Isserles postula que si la practica es beneficiosa y lógica, y no se hace solo por decreto religioso, y se sigue ampliamente independientemente de la práctica religiosa, entonces es permisible participar, siempre que sea consistente con la fe judía.

El acto de dar chocolates y enviar cartas de amor es sin duda beneficioso y lógico y no tiene nada que ver con ningún decreto religioso de origen, sino que está arraigado en los ideales del amor cortés y el consumismo moderno y, como tal, parece permisible.

La línea de razonamiento del rabino Isserles es continuada por el rabino Moshe Feinstein, un importante estudioso de la ley judía, que vivió en la ciudad de Nueva York después de emigrar de la Unión Soviética en 1936.

Feinstein explica en una responsa sobre si uno puede comer con la cabeza descubierta que está claro que si los idólatras crearan una ley idólatra sobre comer alimentos apropiados y sabrosos, esto no haría que comerlos estuviera prohibido.

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Asimismo, cualquier otra cosa placentera en el mundo, no debería prohibirse solo porque idólatras crearon alguna ley sobre ese tema.

Pero también está el problema de las apariencias externas. ¿Se debería ver a los judíos participando de prácticas asociadas con fiestas idólatras? El rabino Feinstein no se refirió al Día de San Valentín, pero si discutió sobre el Día de Acción de Gracias y el Día de Año Nuevo, fiestas que comenzaron como religiosas (una cristiana y la otro romana): Respecto a la celebración durante fiestas de gentiles (aunque festejemos por fuera de sus creencias), si es con el propósito de la celebración, entonces no está permitido por la ley; y si no es con este fin, entonces debe ser prohibido por motivos de impresión externa… Y aunque el Año Nuevo y Acción de Gracias no se salgan de la ley, incluso aquellos que son extremadamente cuidadosos deberían ser aún más estrictos. (Even HaEzer 2:13)

Como esta cita deja en claro, mientras el rabino Feinstein prohíbe la celebración de las fiestas cristianas, no prohíbe la celebración de Acción de Gracias y Año Nuevo, aunque sí dice que los partidarios más estrictos de la ley judía deberían renunciar a esto. Como el día de San Valentín es menos festivo que estas fiestas, a este escritor le parece que a los judíos se les debería permitir celebrar, siempre y cuando no se venere a San Valentín de Roma, pero ni siquiera el Papa lo hace.

Por Elon Gilad para Haaretz.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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