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Visita de Netanyahu: el discurso antisemita de la izquierda vuelve a aflorar

La connotación de “genocida” ya lo encuadra con los que buscan aniquilar al mismo Israel, son palabras de un desconocedor de la realidad israelí y de Medio Oriente. Al mismo tiempo, Giordano promocionó la marcha de repudio al arribo de Netanhayu y los empresarios que arribarán hoy con el mandatario.

Giordano no está solo en su reclamo y sus argumentos calificatorios han arrastrado tormentosas polémicas en las últimas décadas. Especialmente en Europa, donde los antiisraelíes suelen asimilarse a los antisemitas.

Aquí, en la Argentina, los puentes solidarios entre argentinos de ascendencia musulmana, los de ascendencia judía y los representantes de la Iglesia Católica han tendido puentes de entendimiento, bendecidos por el Papa. Se llama “Diálogo Interreligioso”.
Esta decisión de mantener la paz bien entendida en la Argentina surgió a partir de dos atentados criminales: contra la Embajada de Israel y contra la AMIA que todavía, tras décadas transcurridas, no han sido aclarados.

Pese al entendimiento entre las religiones nadie puede negar aquí que en los actos criminales y de destrucción total participó mano de obra argentina, además de los extremistas o mercenarios extranjeros. La logística de los ataques la hicieron argentinos conocedores de los lugares, los horarios, los movimientos, las condiciones propicias. Eso no lo pueden concretar extranjeros que desconocen el idioma. En estos casos las masacres no sólo fueron dirigidas contra el Estado de Israel como nación sino que perforaron el corazón de la comunidad argentina y, dentro de ésta a la judía, que vivió esos hechos como una alarma confirmatoria de un antisemitismo persistente en ciertos sectores del país. No es extraño: parte de las Fuerzas Armadas (pese a su admiración por la capacidad militar de Israel) y, especialmente todas las fuerzas de seguridad, como la de los fieles retrógrados de la Iglesia pre-conciliar, han sido salpicados de antisemitismo.

En el mundo se ha calificado de manifestaciones antiisraelíes a la de probados antisemitas que ocultan su odio.

Israel no surgió de la nada en 1948. Su nacimiento fue votado por las Naciones Unidas casi con unanimidad, incluyendo a países que luego cuestionarían su existencia. Atrás habían dejado un genocidio de tremendas dimensiones. Los judíos europeos y los de otros países encontraron futuro en eso que llamaron “El Hogar Judío”. Para que ese “hogar” perdurara fue necesario que Israel se consolidara como potencia militar, a veces como autodefensa, a veces como invasor de naciones vecinas.

No era para menos: sus enemigos prometían tirar a todos los israelíes al mar, masacrando a la población. Paralelamente se buscó la paz con anteriores países contrincantes. Se logró con Egipto y con Jordania. Otros tratados de paz fueron boicoteados desde el interior de Israel. Un ejemplo patético: en el país, el 4 de noviembre de 1995 fue asesinado en una manifestación por israelíes religiosos ortodoxos el entonces primer ministro Isaac Rabin por intentar un acuerdo amplio con los árabes.

Las primeras organizaciones sociales que funcionaron y forjaron el país eran los “Kibutzim”, de ideología socialista, donde todos eran iguales y todos trabajaban para todos, sin privilegios. Israel fue creciendo en medio del fragor de las batallas, rodeada de países que la odiaban por cien razones distintas.

¿Se cometieron equívocos con las regiones vecinas? Sí, eso también sucedió. Amos Oz, uno de los escritores más representativos de la cultura israelí y dirigente de los movimientos pacifistas (como “Paz ahora”) una vez declaró: “Nos asesinaron en Europa y también nos echaron de allí. Ahora nos quieren echar de Israel. Destino aciago el nuestro”.

Pero calificar de “genocida” a Israel es confundir los tiempos, la misma realidad y las personas. Ese término solo expresa antisemitismo. Pero a ciertos extremismos le resbalan estos llamados a adoptar la racionalidad.

Todo es mucho más preocupante ahora donde en Europa están resurgiendo partidos de declarada militancia nazi. Eso sucede en Hungría, donde los nazis tienen representantes en el Parlamento Europeo. Del mismo modo en Polonia y en Grecia. Volvieron los nazis con aires triunfales y el nacionalismo extremo, más el odio al extranjero, junto con la inquietud de la presencia de los refugiados. Todo esa mezcla exalta las peores condiciones que llevan a la violencia extrema.

Fuente: Infobae

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