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Las Mujeres del Muro reclaman un judaísmo feminista

Lesley Sachs nació en Suráfrica y creció en Haifa, ciudad tradicionalmente tolerante en el norte del país, en el seno de una familia atea y hoy es la directora ejecutiva de Mujeres del Muro, que exige el derecho a que hombres y mujeres recen juntos en el Muro Occidental (“Kotel Hamarabí”), donde la ortodoxia impone segregación de género.

Sachs tiene una larga trayectoria de acción feminista que empezó justo después de su servicio militar, a los 21 años, “en una época en la que el Ejército estaba plagado de acoso sexual y la pirámide de poder era inamovible: todos los comandantes eran hombres y las soldado estaban abajo”, explica.

Gracias a su activismo y al de otras mujeres en la organización feminista Red de Mujeres, durante los años 90 se cambiaron leyes fundamentales como las referentes al acoso sexual en el Ejército y la aceptación de mujeres piloto, con el famoso caso de Alice Miller, que logró que la Corte Suprema forzase a que se aceptaran a mujeres en los cursos de aviación.

“En 1998 decidí ocuparme de otro asunto muy cercano a mi corazón, el del pluralismo religioso, ya que en Israel hay sólo un modo de ser judías y judíos, y quienes peor paradas salen son las mujeres”, expone Sachs.

En el Muro Occidental, gobernado por la ultra ortodoxia rabínica, los hombres pueden rezar en voz alta y con el libro sagrado, las mujeres, en cambio, lo deben hacer en voz baja y sin la Torá, amén de cubiertas en señal de modestia.

Pero no siempre fue así: el muro era un lugar de rezo mixto hasta antes de la reconquista israelí de la Ciudad Vieja de Jerusalén en la Guerra de los Seis Días, en 1967.

En 1990 se aprobó una ley en la Knéset (Parlamento) que decía que todo aquel que rece en el Muro Occidental de modo diferente a las costumbres del lugar y perturbando a los demás fieles, será castigado con pena de cárcel, hasta seis meses, o multa.

“La Policía y el rabino del “Kotel” (Muro Occidental) decidieron que mujeres rezando con talit y en voz alta -algo que molesta a los hombres ultra ortodoxos porque ‘los distrae’; y en lugar de hacerse tratar su distracción silencian a las mujeres- va en contra de las costumbres del lugar y por eso nos detienen”, relata Sachs.

Todo comienzo de mes judío, las Mujeres del Muro se reúnen en la explanada y rezan como Dios les dio a entender, esto es, con talit, con Torá y en voz alta, y son detenidas de modo recurrente.

“He sido detenida por la Policía cinco veces, pero la lucha por el cambio en la imagen del país, por los principios democráticos, merece la pena”, explica esta mujer.

“Al final, me llevaron a juicio y el juez dictó una sentencia que sentaba precedente y nos permitía rezar como queríamos”, recuerda con alegría.

“El juez dijo: ‘¿quien dice que las costumbres del lugar son las ultra ortodoxas? las Mujeres del Muro llevan 28 años allí, sus costumbres también son las costumbres del lugar”, añade.

Entonces comenzaron las negociaciones con el gobierno para otorgar a las Mujeres del Muro, y a los demás movimientos reformistas y liberarles que se les unieron, un espacio de rezo pluralista.

“Lo que empujó a (el primer ministro Biniamín) Netanyahu a negociar con nosotras es que el juez dijo que mientras no tuviéramos otro lugar donde rezar, teníamos que hacerlo allí”, indica Lesley.

Las negociaciones duraron tres años y Netanyahu aceptó en enero de 2016 habilitar un área cercana al Muro Occidental para ello, sin embargo el pasado junio se desdijo, por presiones de los representantes de la ortodoxia, y ahora el asunto está de nuevo en los tribunales.

“Netanyahu no decide nada, está sentado mirándonos: de un lado nosotras y del otro los ortodoxos y él pensando ‘que se maten entre ellos”, explica Sachs.

“Los ultra ortodoxos no son el judaísmo, son el 8 por ciento de la población israelí y tal vez el 1 por ciento de los judíos del mundo. Tienen un poder político enorme, pero no representan el judaísmo”.

Para las Mujeres del Muro la lucha por el rezo pluralista es simbólica, su objetivo es frenar el conservadurismo y sexismo que se desliza hacia otros frentes de la vida.

Y Sachs es optimista: “La mayoría en este país no es ortodoxa, sólo hay que encenderles el motor y que decidan decir basta. Basta de que una minoría les diga cómo casarse, morirse, rezar…”. EFE

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