Es hora de decir basta!!!
El niño Jorge contemplaba el rostro de preocupación de sus padres. Escuchaba que en las tierras de las habían venido ellos y sus abuelos nuevamente había surgido una gran guerra. Poco comprendía de que se trataba. El adolescente Jorge si comprendió y recibió el impacto de lo que significaba el horror de la guerra. Vio las crueles imágenes de cuerpos jóvenes y no tan jóvenes, desgarrados. Historias de familias destrozadas. No pudo asimilar lo incontable, 50.000.000 millones de muertos, de los cuales 6.000.000 eran judíos y otros varios cientos de miles de gitanos, homosexuales. opositores y “discapacitados” que fueron exterminados solo por el hecho de existir.
Seguramente en esas épocas se le venía la imagen de ese relato bíblico tan conocido y habitual, el de Isaac contemplando el cuchillo de Abraham y la del predicador judío Jesús que tenía en una estampita que le habían regalado donde se lo veía ensangrentado en el madero en cruz. Se habrá revelado sin duda contra esos cultos paganos donde la muerte de los hijos y la sangre alimentan la tierra de esos dioses de la perversión.
Tal vez, por esas vivencias primeras, luego ya de hombre, cada vez que veía hombres de uniforme temía lo peor. No le faltaron en su Argentina posibilidades de confirmar sus presentimientos y saber del odio fratricida con y sin uniforme, o con diversos uniformes.
Uno de mis maestros siempre recalcaba que no se debe poner en un mismo plano lo irracional con lo racional. Son dos categorías incompatibles y será imposible explicar con argumentos racionales a quien habite en la irracionalidad.
El odio es una expresión de la pulsión irracional en nuestra condición humana. Cuando nos inunda en sus manifestaciones menores impide un juicio medianamente equilibrado. A mayor odio, menor capacidad de escucha y racionalidad. Los judíos que hemos sufrido y sufrimos del antisemitismo sabemos demasiado bien que es imposible combatir el odio con hechos y argumentos racionales. Einstein, que fue víctima de este flagelo. expresó con claridad, “es infinitamente más difícil destruir un prejuicio que un átomo”.
Dicho lo anterior, veo con suma preocupación y tristeza como el odio ha calado tan profundo en nuestro pueblo e identidad y avanza a pasos alarmantes. Los unos, odiando a los otros, de una manera espantosa. Mirar hoy Israel y los odios internos es sentir pavor por nuestro presente y futuro. La enfermedad del odio ha regresado (por si alguna vez desapareció), de una manera extrema. No es casualidad que muchos alerten del peligro de una guerra civil y otros teman nuevos fratricidios.
Nos llenamos la boca hablando del odio gratuito entre hermanos, pero nadie está dispuesto a escuchar al otro, respetar al otro y mucho menos a retroceder dos pasos en nombre del bien común.
En los últimos tiempos, y sobre todo luego del 7 de octubre del 2023, la irracionalidad que produce el dolor, el temor y la impotencia llegan a extremos aberrantes. Hemos perdido completamente algún grado de equilibrio y racionalidad, si alguna vez la tuvimos.
Desde hace meses con una impunidad y superficialidad avergonzante algunos piensan que el único dolor que existe en la historia de los pueblos y humanidad es el dolor judío.
Hamas nos propinó un inconmensurable golpe a nuestra soberbia, que todavía no podemos asimilar. En lugar de procesar con humildad el mensaje (aunque no nos guste), la respuesta ha sido el odio visceral por el enemigo de diversas maneras. Negando su existencia y dolor, haciéndolo una masa uniforme e invisible, justificando lo injustificable, sin un mínimo de compasión. Los únicos muertos que cuentan son los nuestros. Qué son 50.000 palestinos muertos (todos terroristas), 150.000 heridos, cientos de miles desplazados de sus hogares y la franja de Gaza completamente destruida. Incluso hay algunos que promueven eliminar a millones como hicieron con nosotros como la respuesta.“Se lo merecen por lo hecho antes, durante el 7 de octubre y a posteriori”. “Se lo buscaron, son unos monstruos”. Una muy buena manera de evadir la realidad y no mirar la tragedia a los ojos.
Muere un soldado israelí o secuestrado y nos acongojamos, se eliminan terroristas por centenas y no son indiferentes, no humanos. Algo así como lo que los nazis e incluso los terroristas intentaron e intentan aplicar a lo que ellos consideran nuestra existencia sub-humana, que debe ser extirpada.
Lo descripto de ninguna manera pretende ser una defensa del terrorismo del Hamás ni de otras organizaciones o países que pretenden borrarnos de la faz de la tierra. La única intención es poner algo de racionalidad y equilibrio donde no lo hay.
Dijo Golda Meir que supo conocer del odio contra los judíos en su Rusia natal y luego como primera ministra del Estado de Israel, “podremos perdonarles a los árabes incluso que hayan matado a nuestros hijos, pero no que nos hayan obligado a matarles a sus hijos”. Se puede ganar una batalla militar, pero si perdemos nuestros valores judíos de amor a la Santidad de la vida, habremos perdido la guerra. Si nos convertimos en las bestias inhumanas que pueden ser nuestros enemigos, ellos habrán ganado.
El primer mandamiento animal, es sobrevivir. El primer mandamiento humano, es el cómo y para qué sobrevivir. El hombre supera al animal cuando del instinto llega a la conciencia racional. Los pequeños hombres en su instinto primitivo sólo buscan sobrevivir a cualquier precio. Los grandes hombres, buscan vivir en la trascendencia humana que va más allá de su limitada existencia y tiempo. El mundo de los profetas, los soñadores. En su tiempo, incomprendidos, cuando no fustigados y criticados.
No alcanza con sobrevivir. Se requiere de un sueño y utopía mayor, que justifique la vida que nos fue otorgada como un misterio. Los pequeños hombres sólo están preocupados por su sobrevivencia y coyuntura inmediata. Se miran al ombligo como el centro del universo. Los grandes hombres se saben simples mortales e instrumentos que deben servir a la humanidad en propósitos mayores. Los pequeños hombres, sobreviven a la tragedia de la guerra, los grandes hombres, proyectan el día después de la guerra, diseñando los caminos de reparación, reconstrucción y paz.
Estas líneas surgen hoy cuando la muerte del Papa Francisco vuelve a indignar mi condición y valores judíos. Desde hace demasiado, y de una manera absolutamente injusta, irracional y llena de odio e impotencia judía recibo mensajes cargados por una violencia espantosa e inmoral contra el pastor de la Iglesia Católica que valdrían para una internación psiquiátrica y coloquio de psicólogos sociales.
El tratado de Principios de la ética del Talmud enseña: “No juzgues a tu prójimo hasta estar en su lugar”(cosa que nunca ocurrirá). En lugar de mirar la paja en el ojo propio, miramos y de manera completamente superficial la paja en el ojo ajeno. Resulta que la trayectoria de toda una vida de un hombre de diálogo y respeto por los distintos credos queda invalidada por no ser el vocero de la cancillería de Israel.
Hemos llegado a tal nivel de ceguera e irracionalidad que no podemos comprender que para un líder religioso la guerra siempre es una tragedia, un fracaso. Le pedimos al Papa que le explique a un mundo sumido en ignorancia sobre la geopolítica de Oriente Medio que se sume a aquellos que ven en la muerte de los Palestinos (todos sin excepción asesinos terroristas), la salvación de los valores de la libertad, democracia y occidente. Que necedad y soberbia judía pretender ser el centro de todas las preocupaciones, atenciones de los dolores y tragedias de nuestro mundo.
La locura ha llegado a tal punto que un gobierno israelí desquiciado, impotente y frustrado, cataloga de traidores al Estado judío a sus propios máximos exponentes en seguridad, defensa y luchadores por décadas, cuando los mismos discrepan de las acciones del gobierno de turno. Resulta surrealista que el 50% de la población sea necia, suicida, ingenua y traidora para los dueños de la verdad.
Pobre padre Jorge Bergoglio, de nada le sirvió una vida de genuino diálogo interreligioso y un pontificado lleno de un mensaje de sueños proféticos. Cayó en la locura judía de estos tiempos que no quiere revisar trayectorias, hechos, escuchar argumentos ni buscar racionalidad.
Jorge Mario encontró como sacerdote a D.s en los desplazados y olvidados de este mundo. Como José supo estar en el fondo del pozo junto a los pobres de las villas miseria y las cárceles de los caídos del sistema. Cuando le toco interpretar los mensajes del faraón de turno lo hizo con honestidad brutal y sin concesiones. Ni el oro del palacio, ni los delites y seducción de los manjares del poder lo marearon. Siguió el modelo de humildad de Moisés hasta el extremo.
Nunca preguntó la religión, creencia o ideología de aquellos a los que servía. Fratelli Tutti era su guía pastoral y su Laudato si, su preocupación por la casa común de todos los hombres sin excepción, donde no sobraba nadie y nos recordaba que en el mundo nadie puede salvarse solo.
Como sacerdote comprendía como el ritual es un medio y no un fin en si mismo. Luchaba contra sus fariseos que abogaban por el statu quo, el confort y la utilización de la institución religiosa para sus beneficios. No tuvo miedo en criticar y expulsar a los corruptos de todo tipo de conductas inmorales.
Me identifico con el Papa y sé que estas líneas seguramente me traerán más odio e incomprensión de mis afectados hermanos que viven en el trauma que produce el odio externo y que en lugar de elaborarlo con sabiduría, reconocer amigos y verdaderos enemigos, responden con la misma patología enfermiza.
Gracias Francisco por saber que quedar bien no es el trabajo de los descendientes de los hijos de los profetas de Israel. Me quedo con muchas imágenes y tal vez con una que nunca te pude compartir. Verte en ese caminar pausado y en plegaria silenciosa en Auschwitz como diciendo frente al odio irracional no hay palabra que alcance.
Difícilmente el pueblo judío y el Estado de Israel tendrán un tan buen amigo en el Vaticano que conocía tan bien nuestros pesares y los sentía como propios.
Seguramente, Francisco, compartiría que es hora de dicer basta al odio y la irracionalidad.
Miguel Steuermann, director de Radio Jai, Comisionado para la Libertad Religiosa de la OEA.
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