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El desparpajo como sistema

Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022.Fue el mayor ataque militar en Europa desde el fin de la segunda guerra mundial, que hasta hace dos meses ha causado la muerte de más de 10 mil civiles según estimativos muy precarios de la ONU. No hay cifras de las decenas de miles de soldados muertos, pero sí lo hay de la real catástrofe humanitaria que ha provocado la huida de 7 millones de ucranianos hacia donde pudieron en Europa y otros 7 millones desplazados dentro de su propio país por la devastación provocada por los rusos bombardeando no sólo objetivos militares, sino zonas civiles, hospitales, escuelas.

Pocos días después de la invasión rusa, la Asamblea General de la ONU condenó la invasión y exigió a Rusia que se retirara. Obviamente no pasó nada de eso, sino que cuando el Consejo de Seguridad propuso lo mismo, Rusia usó su veto, y ahí se terminó la farsa internacional. Hubo sanciones y enfrentamientos políticos. EE. UU. y varios países europeos han dado y siguen dando material bélico a Ucrania, más de mil empresas se fueron de Rusia, y la Corte Penal Internacional abrió una investigación sobre crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados sin rubor por Rusia. Por ahora, la CPI se ha quedado en papeles y declaraciones, a pesar de que además Rusia perpetró varias veces secuestros de niños enviados a Rusia para, al estilo nazi, “reeducarlos”. Y después de ese primer mes de guerra, ¿qué? ¿Se atrevió la ONU a volver a enfrentarse con Rusia? Todo lo contrario, Rusia tiene su asiento firme en la ONU, su poder de veto intacto sigue la guerra cuando ya se van a cumplir 21 meses de su inicio, y sus crímenes se siguen sumando. La guerra va a terminar algún día cuando las partes lo decidan sin ninguna participación de la ONU y menos de su secretario general. Y cuando eso suceda, se sabrá, quizás, que los 10 mil civiles asesinados es una cifra mucho menor a la realidad, se conocerán las violaciones, vejaciones, ejecuciones, perpetradas por los invasores, y nadie tocará un pelo de los criminales, ni de los que dieron las órdenes ni de los que las ejecutaron.

Menos de 48 horas después del pogromo perpetrado por Hamas el 7 de octubre, no sólo las autoridades de la ONU, sino varios países democráticos y otros como la propia Rusia, manifestaron su preocupación por la reacción que podría tener Israel después que Hamas había invadido su territorio, asesinando más de mil 200 civiles, herido más de 4 mil, tomado 240 rehenes, y había violado, descuartizado y quemado bebés, niños, mujeres, ancianos. A Israel había que presionarlo. ¿Cómo es que se va a defender de una invasión? ¿Cómo es que pretende traer rehenes de regreso? Esa fue la realidad hace dos meses, y esa realidad ha empeorado ahora. Ya el secretario general de la ONU y decenas de países democráticos y dictatoriales, pero muy unidos contra los derechos humanos de los israelíes, se han sacado los antifaces y en forma desaforada pretenden que Hamas pueda rearmarse, que Israel abandone a los rehenes, y que el mayor ataque contra los judíos desde la Shoá quede olvidado.

El artículo 99 de la Carta de Naciones Unidas establece que es potestad del secretario general invocarlo, y con ello llamar la atención del Consejo de Seguridad si en su opinión la paz y la seguridad del mundo están amenazadas. Nunca lo invocó en los 21 meses de la invasión rusa a Ucrania. Y vaya si la seguridad mundial estaba y está en peligro. Por lo que significa la producción de energía de Rusia y la de alimentos de Ucrania, se ha distorsionado todo el comercio mundial, así como el desabastecimiento de energía, modificando todas las reglas económicas a nivel global. Rusia ha amenazado a Polonia e indirectamente a varios países europeos.

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Pero Guterres nunca se atrevió a invocar el artículo 99. Desparpajo y miedo, y un comportamiento profesional a nivel de zócalo.

Pero el 5 de diciembre, Guterres sí se atrevió a invocar el artículo 99. No el 7 de octubre para que la propia ONU usara todos sus medios contra la barbarie terrorista de Hamas. Casi sesenta días después, invocó el artículo 99 para que hubiera un cese del fuego, o sea, para que los rehenes quedaran definitivamente atrapados por sus captores torturadores, y para que Hamas se recompusiera y recomenzara los ataques contra Israel nuevamente. Y el Consejo de Seguridad, faltaba más, le siguió la corriente, porque, al fin y al cabo, atacar a Israel es un deporte que en las agencias de la ONU se ejercita hace mucho con suma malicia y vileza.

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Se topó con el veto de EE. UU. y la abstención de Inglaterra y fracasó, pero Guterres se sacó las ganas: injurió a Israel una vez más, ya que en su propuesta ni siquiera mencionó a Hamas y mucho menos su barbarie. En lugar de intentar salvar a Hamas, Guterres debería preocuparse por la ayuda humanitaria que tanto se reclama pero que cuando llega, y hay pruebas reales de que sí llega, son saqueadas por Hamas y no llegan a la población civil que es doblemente prisionera: son escudos humanos y les roban la comida. OMS, UNICEF, Cruz Roja, son algunas de las agencias responsables de que los camiones que pasan por el paso de Keren Shalom dejen su carga en centros civiles. Ninguna de esas agencias mueve un dedo cuando los terroristas de Hamas se llevan la comida y el combustible. Guterres ni siquiera intentó imponer su autoridad y apoyarse en Egipto o quien fuera. Los civiles en Gaza no reciben víveres mientras Guterres llama a la Asamblea General, que se reunió hace 48 horas para pedir que cese el fuego porque hay crisis humanitaria. Y la Asamblea General suma discursos para apoyar una resolución que ya había muerto en el Consejo de Seguridad y que hace dos días tuvo mayoría porque no les causa ningún problema hablar horas y horas, redactar textos sin valor efectivo, demonizar a las víctimas y ver si pueden ayudar a los victimarios.

Para aquellos gobiernos, partidos políticos, universitarios, y funcionarios de la ONU que hablan de crisis humanitaria: ¿saben qué es una barbarie humanitaria de la que es posible no recuperarse jamás y que ustedes ni siquiera mencionan en su discursiva obscena? Esto es una muestra: “Vi a una hermosa mujer con cara de ángel y a ocho o diez de los terroristas golpeándola y violándola”, relató Yoni Saadon, de 39 años, al medio británico The Sunday Times. Yoni es uno de los sobrevivientes del festival de música Supernova, donde el Hamas realizó su primer ataque el 7 de octubre. Según contó, se encontraba en el festival de música cuando los terroristas irrumpieron en el evento y abrieron fuego contra los presentes. Sin embargo, logró salvarse luego de esconderse debajo de un escenario. Junto a él se encontraba una mujer, quien fue descubierta y asesinada por los terroristas. “Cayó al suelo con un disparo en la cabeza, puse su cuerpo sobre mí y me unté con su sangre para que pareciera que yo también estaba muerto. Nunca olvidaré su cara. Todas las noches me despierto, le pido disculpas y le digo: “Lo siento”. Una hora luego de mantenerse escondido. Yoni asomó la cabeza para buscar una vía de escape, pero vio a una de las “hermosas mujeres con cara de ángel” gritando y suplicando que los miembros de Hamás la asesinen. Saadon describió que la joven estaba siendo “golpeada y violada” por “ocho o diez hombres”. “Cuando terminaron se reían y el último le disparó en la cabeza”. En ese momento, continuó Yoni, pensó en que se podría haber tratado de cualquiera de sus cuatro hijas o su hermana porque les había comprado boletos, pero no pudieron ir”.

Esa es una brutal crisis humanitaria. Pogromo, 60 días de bombardeos sólo a civiles israelíes, 200 mil desplazados, muertos, heridos irreversibles y rehenes en cautiverio.

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La Cruz Roja dio la espalda, ONU mujeres también, pero la resiliencia del pueblo judío es mayor al odio, a la indiferencia, a la hipocresía, al desparpajo político interminable. Los que no lo quieren entender, empiecen a hacerlo. La verdad es la realidad.

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