Escribo algo desde mi identidad judía

Por León Trahtemberg

Queridos seguidores,

Siento que es el momento de compartir con ustedes una reflexión que, si bien es cercana por tocar mi identidad, también procura ser suficientemente lejana para no nublar la comprensión de quienes están más distantes respecto a lo que ocurre entre Israel y Hamas.

Soy judío, y mi identidad y valores están profundamente arraigados en mí, así como lo están seguramente en los escritores de otras confesiones que escriben sobre el tema.

Entiendo que el judaísmo y el islam comparten valores que resaltan la importancia de la justicia, la equidad y el respeto mutuo. Sin embargo, la interpretación de «justicia» puede variar dependiendo de la perspectiva de cada individuo, especialmente cuando se trata de relaciones no entre individuos, sino entre naciones y los políticos que ocasionalmente las representan.

En medio de esta turbulencia, reconozco que muchos de nosotros carecemos del conocimiento completo que proviene de la inteligencia militar o de las negociaciones secretas en curso. Es fácil sugerir lo que «deberían» hacer las partes involucradas. Pero más allá de eso, mi mayor deseo, y me imagino que el de muchos otros, es que todos los seres humanos, especialmente nuestros seres queridos, queden intactos y a salvo.

Inevitablemente hay una dimensión educativa en todo esto. En un mundo obsesionado con las matemáticas y la lectura, creo que la verdadera obsesión debería ser la vida misma; en comprendernos, respetarnos y coexistir pacíficamente porque esa es la única vía que conozco para mejorar el mundo y transformar las sociedades.

Y regreso al peso de lo personal al ver acciones que provocan un sufrimiento indescriptible en ambas comunidades. Intelectualmente entiendo que es esencial no generalizar ya que las identidades nacionales, las creencias y las posiciones políticas individuales usualmente no están bien representadas por aquellos que deciden entre la guerra o la paz. Sin embargo, las acciones visibles de estos decisores golpean las emociones inmediatas y encienden la ira especialmente cuando hay terrorismo subhumano de por medio que parecería no dejar otra opción que la militar, en la que nunca hay ganadores.

Pero aún desde una perspectiva pacifista, ¿cómo se puede aspirar a una paz duradera entre comunidades vecinas cuando somos testigos de tales extremos a los que lleva el odio y el terror? ¿Puede tener el mundo un destino optimista cuando vemos que aún hay entrañas de gentes que pueden producir crímenes tan horrendos? ¿Qué futuro nos espera si la mera presencia de uno incomoda al otro hasta el punto de desear su desaparición?

No hay una métrica para el dolor cuando hay pérdidas por todas partes. Detrás de los números y los titulares, hay historias entrelazadas, risas que se comparten y sueños que se ven truncados por el dolor. Nuestra herencia, ya sea judía, musulmana o de cualquier otro origen, nos insta a ser un faro en tiempos oscuros. Pero, ¿cómo se sigue adelante después de sufrir heridas tan profundas?

Son preguntas que, quizás, no tienen respuesta. Pero dentro del desconcierto, al menos plantearlas es un intento de encontrar un camino esperanzador para la humanidad.