De Helsinki a Bajmut

Hoy martes, Finlandia se suma formalmente a la OTAN, la alianza atlántica formada en 1949 al calor de la guerra fría frente a la URSS y el bloque en Europa oriental. Una entidad que con el comienzo de la posguerra fría parecía haber perdido el rumbo, pero que lo encontró rápidamente con las agresiones rusas hacia Ucrania en 2014 y, sobre todo, con la del 2022 en adelante. Fue tal la magnitud de la invasión y la impunidad con la que se manejó Vladímir Putin, que dos países nórdicos que se mantuvieron neutrales durante la guerra fría, como Finlandia y Suecia, solicitaron su ingreso en la OTAN durante el año pasado.

La traba principal era Turquía, cuyo gobierno objetaba el carácter de refugio de militantes kurdos en Suecia. La semana pasada, el parlamento turco accedió por unanimidad a que Finlandia ingresara a la alianza atlántica, despegándola de Suecia, con la que continúan las conversaciones.

La incorporación de Finlandia le suma a la OTAN una frontera con Rusia de 1300 kilómetros, además de ser una democracia liberal reconocida por sus altos niveles de vida y de transparencia institucional, ya miembro de la Unión Europea desde 1994.

Paradojas de la política, la popular y mediática primera ministra finlandesa Sanna Marin perdió las elecciones generales en su país por cuestiones domésticas, que siguen siendo importantes aún en el contexto de la guerra en Ucrania. El candidato del partido más votado, el conservador Petteri Orpo, continuará con la política exterior y de defensa de Sanna Marin, por lo que este cambio de signo político no alterará el rumbo de Finlandia.

Curiosamente, fue en Helsinki donde en 1975 se rubricaron una serie de acuerdos entre la OTAN y el desaparecido Pacto de Varsovia.

En tanto país neutral, hizo de anfitrión de esta convención de la que terminó surgiendo la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea, que garantizaba las fronteras existentes.

Mientras en la pequeña ciudad de Bajmut, en donde antes de la guerra vivían setenta mil personas, desde hace tres meses está bajo fuego, los mercenarios del Grupo Wagner avanzan de a cuadras, sin lograr el triunfo que le permita instalar a su jefe, Prigozhin, como una figura indiscutible de la guerra. Si bien hay videos en los que busca mostrar su conquista de la ciudad, es más una victoria pírrica por su altísimo costo humano, que lo debilita en su puja interna frente al Kremlin, lucha cortesana con asesinatos, atentados y sugestivas “caídas” por las ventanas.

Ricardo López Göttig