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Nueva crisis política en Perú

Ricardo López Göttig

En Perú, se ha convertido en una regla no escrita que los presidentes no terminen su mandato de cinco años.

En este caso, se trata de Pedro Castillo, electo en 2021 frente a Keiko Fujimori en una reñida segunda vuelta. Con una agenda económica muy corrida a la izquierda, con la clásica narrativa del marxismo latinoamericano, a la vez que una agenda social sumamente tradicionalista.

Pedro Castillo, maestro de profesión, y que nunca había ocupado otra función pública, acumuló varias denuncias de corrupción durante su breve paso por la primera magistratura, en un entramado familiar de cohecho y favores que tanto caracteriza al continente.

Ante su posible sustitución, Castillo decretó el cierre del Congreso y anunció que gobernaría a fuerza de decretos en un estado de emergencia; pero no sólo el Poder Legislativo desoyó su orden, sino que tampoco tuvo el apoyo de su propio gabinete de ministros, ni de las Fuerzas Armadas, ni de la Policía. En muy pocas horas, su intento de golpe de Estado contra el Congreso –como sí lo logró Alberto Fujimori en los años 1990- fracasó e intentó asilarse en la Embajada de México, siendo detenido en las calles por las fuerzas de seguridad. Su sucesora, Dina Boluarte, asumió de inmediato y se ha comprometido en anticipar las elecciones presidenciales para el 2024.

La nueva mandataria debe afrontar manifestaciones en las calles que piden la reinstalación de Castillo en la presidencia; pero el ahora ex presidente también fue cuestionado por manifestaciones en su contra, de modo que ese termómetro no sirve para mucho. Lo cierto es que pocos presidentes peruanos han logrado completar sus mandatos, precisamente por participar en actos de corrupción administrativa. Con un Congreso fragmentado, con partidos políticos débiles, Dina Boluarte está formando un nuevo gabinete para mantenerse y estabilizar la crisis política, al que ha convocado a figuras con experiencia en la función pública.

Lo llamativo es que, a pesar de estas crisis políticas, la economía de Perú creció este año el 3%, proyección que se estima similar para el 2023, con una inflación anual de un dígito.

Y es que las instituciones económicas que mantienen la estabilidad macroeconómica son independientes a los vaivenes de las reyertas partidarias, por lo que, más allá de los colores ideológicos, Perú es una paradoja de crisis política sin grandes consecuencias para los bolsillos de la ciudadanía.

Ricardo López Göttig

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