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Coyuntura Levantina

El escritor argentino Eduardo Sacheri tituló una de sus novelas “El Funcionamiento General del Mundo”. Hay una disonancia entre la ambición y grandiosidad del título y su localismo costumbrista. Rescato del título ese afán de entender en forma esencial, casi epifanica, la existencia. El libro sugiere que esto sólo es posible si entendemos la simultaneidad de mundos paralelos que de alguna manera nos tocan a lo largo de nuestra existencia. Tarde o temprano las cosas tendrán sentido.

Así como en la ficción de Sacheri hay historias, coyunturas, y personas que, sin aparente causalidad excepto la que se genera en el relato retroactivo, terminan desembocando en un desenlace, un punto en el tiempo, el proceso del cual estamos siendo testigos, si no protagonistas, en Israel y el Levante también tendrá sentido algún día. Mientras tanto, bastante esfuerzo, imaginación, y buena voluntad supone concebirlo.

En esa zona que en la Antigüedad denominamos la Media Luna Fértil se están dando simultáneamente procesos complejos, a la vez amenazantes y auspiciosos. El Levante es mucho más que los Estados que la componen, sean fallidos como Líbano, exitosos como Israel, o incipientes como Palestina. En vísperas de la firma de un tratado internacional inimaginable, en vísperas de nuevas elecciones en Israel, y en medio de una nueva ola de atentados, es válido volver a pensar la zona en término de sus realidades, su “funcionamiento general”.

Vayamos de la peor a la mejor versión de realidades posibles en la zona.

En los últimos días han sido asesinados dos muy jóvenes soldados israelíes en atentados a manos de palestinos. Hubo festejos al otro lado del muro divisorio entre Israel y la Autoridad Palestina cuando la joven Noa Lazar fue asesinada el pasado sábado mientras cumplía funciones en el puesto de control de Shuafat. De igual manera, Ido Baruj fue asesinado en otro puesto de control al norte de Nablus al lado del asentamiento de Shavei Shomron. Nada nuevo bajo el sol: el costo de mantener la seguridad de los ciudadanos israelíes, y en especial los colonos, es muy alto; al tiempo que el statu-quo se perpetúa y los palestinos no consiguen zafar del círculo vicioso del odio y la reivindicación, sin el más mínimo asomo de pragmatismo.

Mientras tanto, Israel está en plena campaña electoral y las encuestas sólo refuerzan la incógnita. Todo dependerá del nivel de participación del electorado. Si bien la cuestión sigue siendo Netanyahu sí o no, con casi un año en el gobierno la actual coalición, ahora liderada por el Primer Ministro Lapid, ha demostrado que funciona y que Israel puede prescindir de Netanyahu. Si esta lectura pragmática de un gobierno cuyos augurios eran nefastos prevalece y posterga o entierra las aspiraciones racistas de Ben-Gvir y Smotrich (única forma que Netanyahu podría formar gobierno), Israel habrá dado un nuevo paso para recuperar su esencia democrática, mantener a la religión viva pero lejos del Estado, sin claudicar en sus demandas de seguridad nacional.

Por último, el acuerdo alcanzado con Líbano en torno a los yacimientos de gas natural en Mar Mediterráneo se inscribe en los acuerdos de tipo comercial y pragmático que, con la mediación de los EEUU, se implementaron con los Estados del Golfo y Marruecos. Sin ser tratados de paz formales, como los firmados con Egipto y Jordania, en los hechos suponen un vínculo más cooperativo y las mismas consecuencias: ausencia de hechos bélicos. Resta aprobarse en la Kneset,  las zancadillas de la oposición ya han sido anunciadas, pero los hechos demuestran que el concepto del pragmatismo prevalece y avanza.

En suma: con todas las dificultades, con todas las amenazas (Irán), con la volátil que está el mundo, hay señales de que las cosas pueden ser diferentes y que la diferencia puede ser buena. El mundo no está sólo en manos de los Putin, Assad, u otros jugadores de oscuras motivaciones; también inciden figuras que, con menos poder pero con mayores horizontes éticos, son capaces de vislumbrar alternativas en aras de mejorar la vida de sus pueblos. Una golondrina no hace verano, pero por lo menos es una señal.

Ianai Silberstein

 

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