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A 60 años del ‘Caso Penjerek’, un enigma insondable

Yehuda Krell
En la tarde del 29 de mayo de 1962, Norma Mirta Penjerek, una joven adolescente de 16 años, salió de la casa de su profesora particular de ingléshacia su domicilio, distante a unas 20 cuadras de allí. Jamás llegó.

La joven Norma pertenecía a una familia de clase media de origen judío, era hija única de Enrique Penjerek, un empleado municipal y de Clara Breitman, enfermera. Vivían sobre la Av. Juan Bautista Alberdi 3252, en el límite de los barrios Floresta y Flores, en la ciudad de Buenos Aires.

Eran tiempos en los cuales la Argentina multiplicaba los gobiernos de facto, el presidente Arturo Frondizi había sido derrocado por un golpe militar y gobernaba José María Guido.Corrían días en que un antisemitismo violento se habíainstalado en varios sectores de la sociedad argentina a partir del secuestro de Adolf Eichmann, ocurrido dos años antes, hecho que alimentó el relato que el rapto del naziera una acción de la sinarquía judía internacional contra el país.

Ese día, el 29 de mayo, Norma tomó su clase de inglés entre las 19.10 y las 19.45, en el domicilio de su profesoraPerla Stazauer de Priellitansky, en la Av. Boyacá 420, quien fue la última persona que pudo dar testimonio de haberla visto. Al concluir la clase, decidió regresar caminando a su casa, un trayecto de 20 a 25 minutos,debido a que en aquel día se produjo un paro de colectivos en consonancia con una huelga decretada por la CGT.

A las nueve de la noche, Norma aún no había llegado a su hogar. La madre, preocupada, comenzó a llamar a sus conocidos, nadie la había visto. Llamó a la mejor amiga de Norma, Aída Robles, que tampoco la había visto.Cerca de la medianoche, Enrique Penjerek concurrió a la comisaría 40ª a denunciar la desaparición de su hija.Se buscó en los hospitales y clínicas de la ciudad y se descartó la posibilidad de un accidente.Diez días después, los Penjerek publicaron una solicitada con la fotografía de Norma pidiendo información sobre su paradero, sin respuestas certeras.

Norma era una chica tímida y callada, cursaba el quinto año del secundario en el Liceo de Señoritas N° 12 y planeaba estudiar odontología. Su vida era la de cualquier joven de su edadde aquella época, admiraba a Elvis Presley y en sus ratos libres escribía poesías. De vez en cuando iba al cine con alguna amiga del colegio y visitaba a una prima en Lomas de Zamora.

El domingo 15 de julio, siete semanas después de la desaparición, el perro de uno de los guardianes del Instituto Fitotécnico de la Universidad Nacional de La Plata, en Llavallol, olfateó algo semienterrado en los terrenos que se utilizaban para experimentar cultivos. Cuando el custodio vio de qué se trataba se encontró que del barro afloraban los dedos de la mano de un cadaverenterradoy en avanzado estado de descomposición.

Los primeros pasos de la identificación del cuerpo fueron sumamente torpes, la policía trabajó mal: no se interrogó oficialmente al guardián que había hecho el hallazgo, ni se acordonó la zona, que fue descuidadamente pisoteadacon lo cual se perdió toda posibilidad de encontrar rastros. Cerca del cuerpo se encontraron algunas prendas de vestir: un pulóver marrón, una enagua celeste y un corpiño.

La primera autopsia determinó que se trataba de una joven de unos veinte años de edad y 1,65 m. de estatura. Había sido estrangulada con un alambre, y le habían seccionado la vena cava superior con un instrumento cortante.
La occisa era varios años mayor que Norma y medía diez centímetros más. La ropa que se encontró alrededor del cadáver no era la que estaba descripta en la desaparición de la joven. A pesar de todo eso, la policía bonaerense llamó a los padres de Norma para que identificaran el cadáver en la morgue. Ambos no pudieron reconocerla y declararon que ésa no era su hija.

No obstante, una segunda autopsia, a casi tres meses de la desaparición de Norma, reveló que la muerte se había producido entre el 4 y el 8 de julio, lo cual no parecía corresponderse con el avanzado estado de descomposición en que había sido hallado el cuerpo el 15 de julio. El médico a cargo de la autopsia rescató una huella dactilar, la única posible, y la comparó con la ficha dactiloscópica de Norma, encontrándose 18puntos de coincidencia. Convocado por los peritos, el odontólogo de la joven identificó la dentadura como la de Norma.Myriam, una prima de Norma, reconoció el pañuelo alrededor del cuello como un regalo que ella le había hecho.

A pesar de que los padres no la habían reconocido y las discordancias en la estatura y la edad, los restos fueron oficialmente atribuidos a Norma Mirta Penjerek. El 25 de agosto el cuerpo fue entregado a los padres y sepultado en el Cementerio Israelita de La Tablada, en medio de una nutrida concurrencia.

Rápidamente el caso fue perdiendo espacio en los medios hasta prácticamente desparecer. Todo parecía indicar que el caso de Norma Penjerek pasaría a ser uno de tantos homicidios sin solución cometidos en Buenos Aires. Pero el 15 de julio de 1963, exactamente un año después del hallazgo del cuerpo, una mujer fue detenida por la Brigada de Moralidad de la Policía Federalpor ejercer la prostitución en la Estación Constitución del Ferrocarril Roca de nombre María Sisti. Al declarar, le dijo a la policía,‘yo séquién mató a la chica Penjerek’, sin que nadie le hubiera preguntado sobre el tema.

No era la primera vez que la mujer era detenida mientras ejercía su profesión. Llevada a la comisaría einterrogada por la Policía Federal, María Sisti acusó del crimen a Pedro Vecchio, el dueño de una zapatería de damas en la localidad de Florencio Varela. Vecchio, un hombre de 47 años, viudo, tenía dos hijas, con una reputación intachable, y acababa de ser electo concejal por la Unión Vecinal.

Pero María Sisti tenía mucho para contar del supuestamente honrado comerciante de Florencio Varela. Según ella, Pedro Vecchio y Laura Muzzio de Villano, dueña de una boutique a pocos metros del negocio de Vecchio, dirigían una organización de trata de blancas, que organizaba fiestas para adinerados ciudadanos y políticos influyentes. Sisti había participado de una de dichas orgías, y allí había visto a varias chicas, entre ellas, a Norma Mirta Penjerek.Tres prostitutas que habían participado de dichas fiestas fueron detenidas y también confirmaron la denuncia.

No había rastros de Pedro Vecchio, quien parecía haberse fugado. Sin embargo, el 23 de septiembre éste se presentó espontáneamente a la policía alegando su inocencia. Según sus palabras, jamás había visto a Norma Mirta Penjerek.
Con un tema tan resonante el periodismo amarillista entró de lleno, las tapas de los diarios vespertinos ‘La Razón’ y ‘Crónica’ competían con titulares catástrofe, y las revistas sensacionalistas ‘Ahora’ y ‘Así’ peleaban por las primicias.

Crónica eraun nuevo diario que había salido a la calle apenas unos meses antes, y no superaba los 20 mil ejemplares diarios, un volumen de venta muy bajo para la época.Rápidamente pasóa vender más de 100.000 ejemplares diarios, la competencia entre ambos diarios hizo de la desaparición de Norma Mirta Penjerek un caso que mantendría en vilo a la opinión pública.

La hipótesis sobre Pedro Vecchio y su organización de trata de blancas lentamente empezó a desmoronarse. El proceso a los acusados de corromper, torturar y asesinar a Norma Mirta Penjerek recorrió varios juzgados por meses. El 5 de abril de 1965, la Cámara del Crimen de la Capital Federal decretó el sobreseimiento de Pedro Vecchio, que recuperó la libertad, ni uno solo de los cargos que se le formularon pudo probarse. El caso Penjerek volvía a foja cero.
Cuando todo parecía que estaba dicho sobre la desaparición de Norma Penjerek, el caso tomó otro giro inesperado. El 23 de agosto de 1963, el matutino ‘El Mundo’lanzó una versión sorprendente: el secuestro de Norma Penjerek habría sido una represalia de un grupo de ultraderecha por el secuestro y envío a Israel del jerarca nazi Adolf Eichmann.
Según esta versión, el padre de Norma, Enrique Penjerek, un destacado miembro de la colectividad judía de Bs. As., sería un agente de la inteligencia israelí radicado en la Argentina que había participado en los preparativos previos al secuestro del nazi, ysu hija había sido raptada dos días antes de la ejecución del nazi en Israel.
La versión lanzada por el diario El Mundo a través del periodista Bernardo Neustadt, sostenía que el secuestro de la adolescente había sido en realidad una maniobra del Mosad para preservarla de una posible venganza y que Norma había sido llevada a Israel, donde vivía bajo una identidad falsa en un kibutz.

Finalmente, el caso quedó sin solución, Norma nunca apareció. Algunos investigadores han esbozado, incluso, la posibilidad de un suicidio de la jovencita, como consecuencia de una desilusión amorosa.Años después, a fines de los 70’, la causa fue cerrada definitivamente. Para entonces, ya el ‘Caso Penjerek’ se había constituido en el mayor misterio de la historia policial argentina hasta entonces.

Los Penjerek, continuaron viviendo en Buenos Aires, Enrique Penjerek murió en 1985 y su mujer, Clara Breitman, tres años después.Nunca dieron una entrevista para hablar sobre la desaparición de su hija. Sin embargo, 50 años después de la desaparición, el primo de Norma,Chacho Penjerek, concedió una entrevista al diario ‘Clarín’ el 27 de mayo de 2012. En la nota sostiene que ella jamás fue asesinaday vincula el caso de su prima con el secuestro del nazi Adolf Eichmann. Además relata que el traslado encubierto de Norma a Israel era una historia que se contaba en voz baja dentro de la familia.

Para reforzar esta teoría, Chacho sostiene que los padres de Norma, quienes nunca habían viajado antes a Israel, empezaron a hacerlo habitualmente después de la desaparición de su hija, y que en cada viaje se quedaban varios meses allá. Según él, Norma murió en la década de los 90 en Haifa, de una enfermedad. Nada de lo que dijo se pudo comprobar.

Cumplidos 60 años de la desaparición de Norma Mirta Penjerek, su caso sigue siendo un enigma insondable.

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