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Fascismo ayer y ahora

Por Eduardo Kohn
Desde un punto de vista lo más sucinto y simplificado posible, podemos señalar que las características del fascismo, que tuvo su origen en Italia después de la Primera Guerra Mundial y fue fundado en 1921 por Benito Mussolini, son:

Rechazo del liberalismo, la democracia y el socialismo.
Nacionalismo radical donde todo se rige por el principio de patria y el deber patriótico.
Personalismo y un liderazgo carismático que convoque a las masas en torno al ideal ultranacionalista.
Corporativismo, ya que concibe a la sociedad como un todo articulado en torno al Estado, un partido único e instituciones sometidas al partido.

Propaganda constante controlando los medios de comunicación, manipulando el sistema educativo.
Militarización de la sociedad.

Totalitarismo: todas las áreas públicas y privadas sin excepción están intervenidas, vigiladas y monitoreadas.
Racismo y xenofobia por convicción ideológica y para tener siempre a un chivo expiatorio de todos los males a mano.

Timothy Snyder, profesor de historia en la Universidad de Yale y autor de varios libros sobre fascismo, totalitarismo e historia europea, en un reciente ensayo profundizó sobre por qué (a su criterio) hoy tenemos el fascismo siglo 21 liderado por Putin. Snyder es contundente cuando escribe quenunca se derrotó al fascismo como idea. Mientras la Alemania nazi pareció fuerte, los europeos y otros se sintieron tentados y fue la guerra la que venció al fascismo. Pero, señala Snyder, el fascismo ahora ha vuelto, y esta vez el país que está librando una guerra de destrucción fascista es Rusia.

Es difícil encontrar definiciones globalmente aceptadas sobre el fascismo y el propio Snyder así lo reconoce. A pesar de ello, la actual Rusia cumple la mayoría de los criterios que tienden a aplicar los académicos. Presenta un culto alrededor de un líder único, Vladimir Putin. Presenta un culto a los muertos, organizado en torno a la Segunda Guerra Mundial. Presenta un mito sobre una pretérita época dorada de grandeza imperial, que ha de ser restaurada mediante una guerra de violencia sanadora: la guerra asesina contra Ucrania.
Ucrania ya vivió una guerra fascista. La conquista del país era el principal objetivo bélico de Hitler en 1941. Hitler pensaba que la Unión Soviética, que entonces gobernaba Ucrania, era un Estado judío: su plan era reemplazar el régimen soviético con el suyo y adjudicarse la fértil tierra agrícola de Ucrania. La Unión Soviética se moriría de hambre, y Alemania se convertiría en un imperio. Creyó que sería fácil, porque, en la cabeza de Hitler, la Unión Soviética era una creación artificial, y los ucranianos, un pueblo colonial.

Hoy, y volvemos a Snyder, las semejanzas con la guerra de Putin son llamativas. El Kremlin define Ucrania como un Estado artificial, cuyo presidente judío es la prueba de que no puede ser real. Tras la eliminación de una pequeña élite, Putin cree que las masas aceptarán encantadas el dominio ruso. Hoy es Rusia la que está negándole al mundo el alimento ucraniano, y amenazando con hambruna mundial.

Muchos discrepan de calificar de fascista a Rusia porque todavía viven en el relato del siglo 20 de que la URSS era antifascista. La URSS era una gigantesca y sanguinaria dictadura a la que no se le movió un pelo cuando vio conveniente a sus intereses una alianza con Hitler. En 1939, la Unión Soviética se unió a la Alemania nazi como aliada de facto, y las dos potencias invadieron conjuntamente Polonia. La prensa soviética reproducía los discursos nazis, y los oficiales nazis admiraban la eficiencia soviética en sus deportaciones masivas. Pero la Rusia de Putin no habla hoy de este hecho, puesto que hacerlo está tipificado como delito por sus leyes de memoria histórica, otro relato a medida de su ideología y adecuado a las falsedades que sean necesarias para mantener dicho relato.Como escribe Snyder:” La Segunda Guerra Mundial es un elemento del mito histórico de Putin sobre la inocencia rusa y la grandeza perdida: Rusia debe disfrutar del monopolio del victimismo y la victoria. El hecho básico de que Stalin permitió la Segunda Guerra Mundial al aliarse con Hitler debe ser indecible e impensable.”
El manejo ruso del fascismo ha sido y es como goma de mascar. Durante la denominada Guerra Fría, los fascistas pasaron a ser Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Occidente en general.En suma, el “antifascismo” no impidió a Stalin perseguir y asesinar judíos varias veces y poner a los judíos en su última purga, ni a sus sucesores de hoy, con Putin a la cabeza, vincular a Israel con la Alemania nazi.

Putin se cree omnipotente para tildar a Ucrania de nazi, y además está convencido que nadie lo puede ver a él mismo como un fascista. Sin embargo, lo que se ve desde hace cuatro meses en la invasión de Rusia a Ucrania, “nazi” sólo significa “enemigo infrahumano”: alguien a quien Rusia puede matar. El discurso de odio dirigido a los ucranianos les hace más fácil asesinarlos, tal como lo hizo el discurso fascista del siglo 20, y como se ve en cada ciudad arrasada por las tropas rusas que matan sin discriminar, antes violan y roban, y además repiten uno de los sistemas del horror de la segunda guerra mundial:cadáveres tirados en fosas comunes.

El fascismo no es una idea para un debate, sino la mística de un hombre que sana el mundo con violencia, sostenida por la propaganda hasta el final. Lo único que lo puede desmontar son las muestras de debilidad del líder. Snyder se retrotrae al pasado más reciente y sentencia: “Hay que derrotar al líder fascista, lo que significa que quienes se oponen al fascismo tienen que hacer cuanto sea necesario para derrotarlo. Sólo entonces se vienen abajo los mitos”.

En un reciente reportaje hecho por el periodista Thomas Friedman al ex ministro de RREE de Alemania Joschka Fischer, éste dijo: ”El status quo anterior a la invasión rusa no va a volver.Estamos viendo un enorme cambio en Europa en respuesta a Rusia, que no está basado en presiones de Estados Unidos sino en la percepción que la amenaza que significa Rusia hoy es singular y diferente. Nosotros hemos entendido de una vez que Putin no habla sólo de Ucrania, sino de todos nosotros y de nuestra forma de vivir en libertad”.

Volvemos entonces a los claros conceptos de Snyder. Al megalómano fascista de hoy no se le combate con discursos, buenas intenciones o sanciones que duelen a muchos que tienen poco y no le hacen nada a los pocos que tienen mucho. Si como dice el ex ministro de RREE alemán, la libertad está en juego, pues entonces ¿cuándo se va a hacer lo que sea necesario de acuerdo con normas del Derecho Internacional para no seguir teorizando y terminar con las matanzas fascistas rusas que hoy parecen no tener fin?

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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