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Ecos inaceptables sobre violencia programada

Por Eduardo Kohn

Se sabía que desde el viernes pasado se iba a desatar violencia en la zona del Muro de los Lamentos y la Explanada de las Mezquitas. ¿Quiénes lo sabían? Los responsables árabes de cuidar la Explanada y las mezquitas, que no pueden permitir que el Movimiento Islámico (grupo radical pariente de la Hermandad Musulmana y del ISIS) y Hamas lleven a decenas de jóvenes árabes de Jerusalén a llenar de piedras la mezquita Al Aqsa para lanzarlas contra los que están orando en el Muro, generar violencia civil y obligar a la policía israelí a restaurar el orden y los derechos de quienes van a lugares santos a rezar. También lo sabía el Rey de Jordania, la Autoridad Palestina, y obviamente lo sabía el Consejo de Seguridad de la ONU. Nada fue espontáneo sino anunciado y con orgullo desafiante. Mientras los jóvenes tiraban piedras y cócteles Molotov, otros jóvenes jugaban al fútbol dentro de la mezquita Al Aqsa. Profanación total, aunque las acusaciones llegaron contra Israel. El profanador era Israel.

Al tercer día de violencia civil (lunes), el primer ministro de Jordania Bisher al-Khasawneh expresó grandes elogios a los ataques:” Felicito a los palestinos y a los miembros del Consejo Administrador Islámico de Jordania por defender con valentía y orgullo nuestros lugares santos, y aplaudo a quienes lanzan piedras a los sionistas que han profanado Al Aqsa con el apoyo del gobierno israelí”. Después de casi 30 años de firmada la paz con Jordania, si bien no es la primera vez que a alguna autoridad se le escapan sus sentimientos antisemitas, nunca hasta ahora un primer ministro había mostrado tan abiertamente que ni aún con tratado de paz, el odio ancestral está vigente y presente. ¿Qué mayor apoyo necesitan los que programan ataques contra ciudadanos israelíes que casi la mayor autoridad jordana despliegue semejante incitación al odio?

Detrás de este sistemático enfrentamiento anual que coincide con Pesaj y el Ramadán, no hay un solo grupo. Uno de estos grupos cuenta con cientos de miembros y están dirigidos por un residente de Jerusalén de 43 años, Nihad Zreiyer, cercano a al-Fatah. El grupo está financiado por la Autoridad Palestina, contribuciones de residentes árabes locales y fondos enviados desde Turquía. La Autoridad Palestina los ayudó durante los días previos para almacenar piedras y cócteles Molotov en Al Aqsa.

Todo esto es bastante notorio públicamente. Quizás no tan notorio, pero más importante como centro de la incitación constante y demostración de que el extremismo radical islámico no acepta treguas ni acuerdos ni paz ni nada que no sea la aniquilación de los judíos, es el Movimiento Islámico. Fue fundado en 1970 como uno de los grupos de este tenor que surgieron después de la Guerra de los Seis Días. Al igual que la Hermandad Musulmana egipcia (la que asesinó a Sadat por firmar la paz con Israel) sostienen la centralidad del islamismo en todos los ámbitos de la vida pública y promueven una entidad separada dentro de los árabes israelíes. Son sunitas, para ellos el islam es la solución a todo, se han proclamado independientes, pero desde hace diez años el gobierno de Israel sabe que reciben parte de los millones que llegan a Hamas para mantener a la organización operativa. El Movimiento se dividió en 1993, una parte quedó dentro del espectro político israelí y la otra auto denominada “rama norte” y liderada por Raed Salah pasó a ser el brazo de la incitación contra Israel dentro del país. En 2015, Salah llamó a sus seguidores a “redimir y salvar Al Aqsa con sangre”, y así, detenido y encarcelado por incitación a la violencia, Salah se convirtió en el líder de la denominada “defensa de Al Aqsa” para el mundo musulmán y en particular para los radicales. La mayor ciudad árabe en Israel Umm al-Fahm es desde entonces sede de festivales anuales “para defender Al Aqsa que está en peligro”. En 2015 esta rama del Movimiento fue prohibida, pasó a ser ilegal, pero eso no sólo no amedrentó a Salah, sino que fue encontrando eco año tras año según la conveniencia política del momento. Este año, el primer ministro jordano se colgó de esta prédica, como Mahmoud Abbas lo ha hecho muchas veces, aunque el socio real y efectivo de Salah es Hamas. Este lunes, el líder de la rama norte del Movimiento Islámico apareció en la explanada de las Mezquitas e ingresó a Al Aqsa junto a varios árabes israelíes. Los medios de difusión no lo apreciaron debidamente. Se concentraron en los jóvenes de Al Fatah, pero no percibieron que el líder del islamismo radical que ha hecho de su vida el tema de “liberar Al Aqsa”, como si alguien que no sean los musulmanes la estuviera ocupando, estaba allí, presente. Y que el relato de Salah ha logrado disparar resoluciones de tenor peor que absurdo en organismos internacionales que no tienen ni quieren tener idea cómo se maneja la interna islamista, y además ha logrado incitar a un eventual enfrentamiento religioso que el gobierno de Israel ha logrado detener esta semana, prohibiendo a un grupo ortodoxo israelí hacer una marcha que hubiera generado más violencia aún.

Ante esta situación, era obvio que se iba a reunir el Consejo de Seguridad. Y así lo hizo el martes. Los palestinos no lograron nada. Ni que la reunión fuese abierta, ni que se emitiera ninguna declaración, sino que para sorpresa de muchos la reunión fue a puertas cerradas y sólo hubo declaraciones muy cautas para los medios de difusión.
El enviado permanente para Medio Oriente Tor Wennesland expresó que “hay preocupación por la escalada de violencia e hizo un tenue llamado a todos los jefes de Estado a que reduzcan las tensiones y eviten las incitaciones y provocaciones”. Por primera vez en decenas de años, un jerarca de la ONU con una frase tan simple define cómo y quiénes manejan el conflicto político en Medio Oriente torcidamente, para llevarlo a un conflicto religioso permanente e imposible de resolver con acuerdos burocráticos. Las absurdas expresiones de Jordania; las manifestaciones de Erdogan criticando a Israel el viernes y diciendo el martes que sus críticas son independientes a las buenas relaciones actuales con Israel; el comportamiento ofensivo de Emiratos Árabes llamando a consultas a su Embajador en Israel; todo ese combo tensiona, incita y provoca, como dijo Wennesland.

La Embajadora de Noruega Mona Juul, sentada junto a Wennesland y los Embajadores de Francia, Estonia, Albania e Irlanda dijo en esa conferencia de prensa de hace dos días que todos están de acuerdo con lo expresado por Wennesland y que “condenan todos los actos de terrorismo y el lanzamiento de cohetes desde Gaza” (el lunes había sido lanzado un cohete detenido por la Cúpula de Hierro). O sea, se acordaron de los cuatro ataques terroristas festejados en Gaza y Ramallah del último mes que asesinaron a 15 israelíes.

Aunque no hay que imaginarse cambios drásticos en el accionar improductivo de la ONU y sus agencias, esta vez no pudieron arremeter impunemente contra Israel. Vieron los videos de cómo se llevaban piedras y proyectiles a Al Aqsa, escucharon las incitaciones, tuvieron que aceptar que Salah y su Movimiento Islámico tienen un relato que no coincide con la realidad, pero sí con la necesidad de crear violencia para así recibir los fondos, y en suma evitaron el bochorno de emitir una declaración sin sentido, como suelen hacer a menudo. También quedan en claro las debilidades del relacionamiento de Israel con países como Jordania o Emiratos. Las fortalezas, habrá que verlas.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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