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“Los palestinos nunca pierden una oportunidad de perder una oportunidad” Abba Eban

ABBA EBAN

“Los palestinos nunca pierden una oportunidad de perder una oportunidad”.

Esta frase define el talante de nuestro personaje. Cursó sus estudios universitarios en el Queens’ College de la Universidad de Cambridge, trabajando con Jaim Weizmann en la Organización Sionista Mundial y sirviendo en el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial, llevó a Abba Eban a convertirse en uno de los padres del Estado de Israel.

Filólogo, militar, diplomático, político y enciclopedista. Abba Eban, uno de los padres fundadores de Israel, fue quien con su proverbial retórica defendió la creación del Estado judío ante una Asamblea General de la ONU que le fue hostil desde el primer momento. Se convirtió en representante ante las Naciones Unidas cuando sólo contaba con 32 años.

Nacido en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) en 1915 con el nombre de Aubrey Salomón Meir, Eban se trasladó con su familia a Londres, donde se educó en una escuela privada. Además, según cuenta él en su propia autobiografía, terminadas las clases el viernes por la tarde salía corriendo a casa de su abuelo, de quien recibió una educación suplementaria en hebreo, Talmud y literatura bíblica. Posteriormente se incorporó a la prestigiosa Universidad de Cambridge, donde cultivó su erudición en lenguas orientales.

Su poliglotismo, dicen que dominaba hasta diez idiomas diferentes, le abrió las puertas del servicio de inteligencia del Ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial. Después de una breve estancia en El Cairo, pasó a ser el oficial de enlace en Jerusalén, haciéndose cargo de las relaciones entre el Reino Unido y la comunidad judía del entonces Mandato de Palestina. Entre otras misiones, a Eban se le encomendó la formación y equipamiento de una unidad clandestina, especializada en insurgencia y sabotaje, para el caso de que Palestina fuera eventualmente ocupada por los nazis.

Terminada la guerra, Eban se enroló en el Departamento de Información de la Agencia Judía, que le envió a Nueva York como observador de los debates relativos a la “Cuestión palestina”. Después de hacer lobby durante varios meses, impulsando su hipótesis de partición en dos Estados independientes, luego aprobada por la resolución de la Asamblea General en noviembre de 1947, se convirtió en el primer representante permanente de Israel ante la ONU, cargo que ejerció en simultáneo con el de embajador ante Estados Unidos.

Cuando volvió a Israel en 1959 fue electo de diputado en la Knesset, en la que sirvió hasta 1988. Primero como ministro sin cartera del Gobierno de David Ben Gurión e, inmediatamente después, como titular de Educación y Cultura (1960-63) y de Exteriores (1966-74). Entonces, el destino hizo que desempeñara esta importante cartera durante las dos principales guerras árabe-israelíes, de 1967 y 1973. Tras la del Yom Kippur, retornó a las tareas parlamentarias, pasando a formar parte de la Comisión de Exteriores y Defensa, que luego presidiría hasta 1988.

Abogado del derecho a la autodeterminación de los palestinos y de la retirada de Cisjordania y la Franja de Gaza, Eban dejó la vida política al sentirse incomprendido dentro de su propio partido, el Laborista. A partir de ahí, se dedicó a escribir libros de historia de Israel y del sionismo. Y a pesar de apoyar abiertamente la creación de un Estado palestino, una vez que Israel firmó la paz con Egipto en 1978, dada la actitud de rechazo adoptada por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Eban, desilusionado, acuñó la expresión que encabeza estas líneas: “los palestinos nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad”.

Como embajador en Washington, cargo que desempeñó desde 1950 hasta 1959, trató de aumentar la ayuda estadounidense a Israel.

En 1988, después de treinta años de militancia en el Partido Laborista, dejó el escaño que había ocupado en el Parlamento de Israel desde 1959. Es autor de diversas obras, entre las que cabe citar Voice of Israel (1947), Mi pueblo: la historia de los judíos (1968), Mi país: la historia del Israel moderno (1973) e Israel a través de mis ojos (1993). En 1978 publicó su autobiografía.

En junio de 1967 pronunció un memorable discurso ante la Asamblea General de la ONU en el cual, entre otras cosas dijo: “En las últimas semanas, el Oriente Medio ha atravesado una crisis cuyas sombras oscurecen el mundo. Esta crisis tiene muchas consecuencias, pero una sola causa. Los derechos de Israel a la paz, la seguridad, la soberanía, el desarrollo económico y la libertad marítima – en efecto, su propio derecho a existir – han sido negados por la fuerza y atacados agresivamente. Este es el verdadero origen de la tensión que atormenta al Medio Oriente. Todos los demás elementos del conflicto son consecuencia de esta única causa. Ha habido peligro, todavía hay peligro en el Oriente Medio porque la existencia, la soberanía y los intereses vitales de Israel han sido y son atacados violentamente.

La amenaza a la existencia de Israel, su paz, seguridad, soberanía y desarrollo ha sido dirigida contra el en primera instancia por los Estados árabes vecinos. Pero todas las condiciones de tensión, todos los impulsos de agresión en el Oriente Medio se han visto agravados por la política de una de las Grandes Potencias que, según nuestra Carta, tiene la responsabilidad primordial del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Mostraré cómo la Unión Soviética ha sido infiel a esa confianza. La carga de la responsabilidad recae sobre ella.

Vengo a esta tribuna para hablar por un pueblo unido que, habiendo enfrentado el peligro para la supervivencia nacional, está resuelto inquebrantablemente a resistir cualquier curso que renueve los peligros de los que ha emergido. La Asamblea General está principalmente preocupada por la situación contra la que Israel se defendió la mañana del 5 de junio. Invitaré a todos los Estados amantes de la paz aquí representados a que se pregunten cómo habrían actuado ese día si se hubieran enfrentado a peligros similares. Pero si nuestra discusión ha de tener algún peso o profundidad, debemos entender que los grandes eventos no nacen en un solo instante de tiempo. No hay duda de que, entre el 14 de mayo y el 5 de junio, los gobiernos árabes, encabezados y dirigidos por el presidente Nasser, prepararon y organizaron metódicamente un agresivo ataque destinado a provocar la destrucción total e inmediata de Israel. Mi autoridad para esa convicción se basa en las declaraciones y acciones de los propios gobiernos árabes. Hay muchas razones para creer lo que dicen y observar lo que hacen.

Durante el primer decenio de Israel, la intención de trabajar por su destrucción mediante la violencia física siempre ha formado parte de la doctrina y la política oficiales de los Estados árabes. Pero muchos miembros de las Naciones Unidas esperaban y creían que se obtendría una relativa estabilidad de los arreglos discutidos en la Asamblea General en marzo de 1957. Se ha intentado inaugurar un período de no beligerancia y coexistencia en las relaciones entre la RAU e Israel. Una Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas iba a separar los ejércitos en Sinaí y Gaza. Las Potencias Marítimas debían ejercer un paso libre e inofensivo en el Golfo de Aqaba y el Estrecho de Tirán, los ataques terroristas contra Israel debían cesar. El Canal de Suez se iba a abrir al transporte marítimo israelí, como había decidido el Consejo de Seguridad seis años antes.

En marzo de 1957 estas esperanzas y expectativas fueron respaldadas en la Asamblea General por Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Canadá, otros Estados de Europa, América, África, Asia y Australia. Estas seguridades, expresadas con especial solemnidad por los cuatro gobiernos que he mencionado, indujeron a Israel a renunciar a puestos que entonces ocupaba en Gaza y en la entrada del Estrecho de Tirán y en el Sinaí. En lo sucesivo, la no beligerancia, la libertad marítima y la inmunidad frente a ataques terroristas debían asegurarse, no por la propia presión de Israel, sino por la voluntad concertada de la comunidad internacional. Egipto no expresó ninguna oposición a estos arreglos. Brillantes esperanzas para el futuro iluminaron esta sala hace diez años.

Hubo momentos durante la última década en los que realmente parecía que se había logrado cierta estabilidad. Si miramos hacia atrás, queda claro que el gobierno árabe consideró los acuerdos de 1957 simplemente como un respiro que les permitía reunir fuerzas para un ataque posterior. A fines de 1962, el presidente Nasser dijo: “Creemos que el suelo de Palestina es el suelo de Egipto y de todo el mundo árabe. ¿Por qué nos movilizamos todos? Porque sentimos que la tierra de Palestina es parte de nuestra tierra y estamos dispuestos a sacrificarnos por el.” Abba Eban nació en Ciudad del Cabo, 2 de febrero de 1915 y falleció el 17 de noviembre de 2002.

Abba Eban dixit

“La propaganda es el arte de convencer a otros de algo en lo que no se cree.”

“Los hombres y las naciones se comportan con sabiduría cuando han agotado todas las demás opciones.”

“Un hombre de Estado que mantiene constante la oreja pegada al terreno no tiene ni la elegancia en la postura ni la flexibilidad de movimiento.”

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