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Europa y la Geopolítica de la Energía, lo que está detrás de las crisis y los conflictos en proceso o potenciales

Profesor Luis Fuensalida

Por el prof. Luis Fuensalida

Europa en general y la U.E. en particular padece de una relevante dependencia del gas natural, fuente de energía primaria para la producción eléctrica para el consumo industrial y el uso doméstico, y además sin olvidar, que en el marco del cuidado del medio ambiente, es una fuente menos contaminante que el carbón o los derivados del petróleo.

El precio del gas natural, en la eurozona, y el precio internacional del gas natural licuado o GNL, ha mostrado una significativa alza por el aumento de la demanda actual, más aún cuando en muchos países miembros se está recuperando el ritmo de las actividades tras el impacto inicial del Covid 19, pero esta suba de los precios no se limita a factores económicos, sino que hay importantes razones geopolíticas.

En este sentido, Rusia y Argelia, dos países que comparten alineamiento en sus políticas exteriores, son los principales proveedores de gas natural de la U.E., pero también participan en este juego otros actores con importantes relaciones con Moscú, me refiero a Turquía y Azerbaiyán, lo que posiciona a Rusia en el gran actor en una relación asimétrica, “Patrón – Cliente”.

A mediados del año ppdo., el gasoducto Nord Stream II o NSII, ya se encontraba listo para operar, pero hasta el presente no lo ha hecho debido a que Alemania considera que deben cumplirse ciertos requisitos y a la resolución pacífica de la cuestión con Ucrania, algo que abordé en mi columna del 22 de diciembre pasado, no obstante, el Nord Stream I o NSI, que tiene un trayecto paralelo al NSII, y que si se halla en funcionamiento, suministra unos 50 billones de metros cúbicos (BMC) aproximadamente, que es suficiente para atender la demanda y actuar a la baja respecto al precio.

Estos gasoductos, como un tercero más, provienen de Rusia, que hábil y estratégicamente administra la dependencia europea, pues si se habilita finalmente el NSII, la eurozona podría ver sus demandas energéticas satisfechas, pero al mismo tiempo, si reduce el flujo en el gasoducto que pasa por Ucrania, dejaría a ésta sin acceso al gas natural, no sólo debilitándola, sino que aumentaría su dependencia de Rusia y sin afectar al resto de la U.E., por lo cual, el NSII se convierte entonces en un factor de presión sobre los países miembros de la Unión y a Ucrania como moneda de cambio.

Es por eso, que si observamos las problemáticas relacionadas con los hidrocarburos, en particular, el gas natural, hallaremos coincidencias con crisis y/o conflictos en lo que se denominan “Zonas Grises”, por ejemplo, Ucrania – Rusia, Bielorrusia – Polonia, Alemania – Rusia, Turquía – Chipre/Grecia y Turquía – Israel, incluso agregaría Marruecos – Argelia por sus efectos en Europa del sur.

Para comprender mejor esta observación, primero reseñaré los ingresos y volúmenes de gas natural y de GNL a la U.E., según el Informe del Statiscal Review of World Energy 2020, que registra que la eurozona consume anualmente unos 541 BMC, de los cuales, 216 BMC son de producción propia, por el caso de la reserva de Groningen, Holanda y de los yacimientos en el Mar del Norte, mientras que 213 BMC se importan a través de gasoductos y 112 BMC lo hacen por barcos en forma de GNL, lo que nos muestra que la U.E. depende en un algo más del 60% de la importación energética para satisfacer el suministro necesario para la producción eléctrica.

Ahora bien, el 35% de esas importaciones provienen de Rusia, seguido por Argelia con el 6,5%, luego por Qatar con el 5,5% y por los EE.UU. con 4,5% y el resto, en menores porcentajes de otros países.

Este flujo energético ingresa a la eurozona a través de tres gasoductos que vienen de Rusia, uno ingresa en Ucrania y abastece a los países de Europa Central, por ejemplo, Hungría, República Checa o Austria, el que se bifurca hacia el sur hasta Grecia, el segundo, el NSI ingresa por Báltico y suministra el gas a Alemania y Holanda, y el tercero ingresa por Bielorrusia y se dirige a Polonia y Alemania, y obviamente, cuando se habilite el NSII, será el cuarto gasoducto procedente de Rusia.

Luego, tenemos la región de la cuenca del Mediterráneo, donde nos encontramos con un gasoducto que ingresa desde Turquía y llega a Italia atravesando los Balcanes y cuyo origen es Azerbaiyán, después tenemos dos gasoductos que provienen, el primero de Argelia e ingresa a España por Almería, el MEDGAS, y el segundo,  también tiene origen en Argelia y atraviesa Marruecos para ingresar por Punta de Tarifa, España, llamado gasoducto del Magreb, pero en el presente está fuera de servicio por no haberse renovado el contrato por las tensiones entre Marruecos y Argelia, el primero alineado a Washington mientras el segundo a Moscú, y con consecuencias también con el conflicto hispano – marroquí en el Sahara Occidental.

Ahora, podremos comprender mejor que en esas zonas grises, donde existen tensiones o crisis diplomáticas, o conflictos en proceso o latentes, estas situaciones son consecuencia de los intereses geopolíticos y geoeconómicos y se relacionan con la dependencia energética que afectan a la eurozona actualmente y constituyen un factor de presión y de negociación.

Por otra parte, los yacimientos de gas natural en el Mediterráneo Oriental, que involucra a Israel, Chipre, Grecia, Líbano, Egipto y Turquía, podrían ser una alternativa para disminuir la dependencia de Rusia y de Argelia, o incluso, lograr la independencia energética, a través de un gasoducto que llegue a Grecia o bien, la llegada de GNL por barcos hasta la terminales portuarias del sur europeo, pero por el momento, estos proyectos no son viables debido a la presión que ejerce Turquía por considerar esa región como zona económica exclusiva turca y que ha ocasionado recientemente recurrentes crisis entre Atenas, Ankara y Nicosia.

Ahora bien, cuando abordé hace dos semanas atrás las relaciones de China con los tres principales actores regionales de Oriente Medio, Israel, Irán y Arabia Saudita, quizás les haya surgido la pregunta, respecto a la dependencia del suministro del petróleo, por cuánto tiempo más?, en función de las reservas declaradas y/o estimadas.

Pues bien, en el caso del gas natural, las reservas probadas alcanzan a un suministro, al ritmo actual de demanda, de unos 50 años y con un incremento sustancial de reservas para al menos 30 años más, y tal como lo señalé al inicio, el gas natural, representa un equilibrio razonable entre energía y emisiones.

Sin embargo, tanto desde el punto de vista geopolítico, es decir, lograr una menor dependencia o la independencia  energética, como desde el punto de vista económico – financiero, es decir, una fuente energética menos contaminante pero que sea competitiva y tecnológicamente posible, ha llevado a algunos miembros de la U.E. a través de inversiones públicas significativas a emprender iniciativas en relación al almacenamiento del Hidrógeno, como posible fuente energética, aunque es un proyecto que podría materializarse en unos 10 0 15 años.

Otra fuente de energía es la nuclear, que conlleva grandes inversiones en tecnología y tiempo, pero que si es menos contaminante que los hidrocarburos, y podría constituir un factor disuasorio para que la U.E. obtenga su independencia energética.

Por otra parte, en el seno del parlamento europeo se está discutiendo si categorizar al gas natural como energía verde, tal como lo ha hecho recientemente Corea del Sur y así encarar una transición de las estructuras energéticas en función de fuentes menos contaminantes, en las que también se puede incluir a la energía nuclear, el biogas y el hidrógeno, tal como en la actualidad son consideradas la eólica, la hídrica y la solar, pero mientras tanto la eurozona seguirá rehén en una relación asimétrica Patrón – Cliente, de una Rusia que está propuesta a establecer geopolíticamente su Zona de Influencia y que se valdrá, geoeconomicamente, con amenazar con la suba del precio del gas natural o ir más lejos, el corte del suministro, llevando a la U.E. a una situación límite e insostenible.

En este punto, la pregunta sería,¿ y que hay de las sanciones económicas y financieras que podría aplicar tanto la U.E. como en particular los EE.UU.?, pues bien, la alianza estratégica de Rusia con China harán posible y probable que los efectos sean minimizados, por los vínculos en los sectores, comercio donde China representa el 18% de sus exportaciones, en el industrial, donde las ventas de maquinarias chinas han superado a las que importaba de Alemania, sin olvidar las inversiones en infraestructuras, en el financiero, donde Rusia es el país que más créditos de Beijing ha obtenido y le ha servido para amortiguar las sanciones, también en   tecnología de punta, en el militar y en el energético, en este último está el proyecto de dirigir el suministro de hidrocarburos, incluido el gas natural, hacia el gigante asiático a través de Mongolia, con una inversión de u$s 400.000 millones a 30 años y dejarían así al descubierto la vulnerabilidad de Europa.

Finalizando mi columna, mi intensión ha sido a través de este somero análisis macro, el que nos permita apreciar más allá del árbol, la real dimensión del bosque, valga esta metáfora para dimensionar que hay detrás del actual conflicto entre Ucrania y Rusia, el que analicé en mis columnas del 1 y 22 de diciembre ppdos., en fin, he querido mostrar que estamos asistiendo a un reordenamiento global que tiene como principales actores a los EE.UU., China y a Rusia, y en el que gran parte del resto de actores internacionales, son meros peones de una compleja partida de ajedrez mundial.

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