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Oslo: Israelíes y palestinos no han logrado vivir en paz, pero Noruega logró notoriedad internacional

Yasir Arafat- Shimón Peres

El 27 de diciembre de 1995, en el marco de Los acuerdos de Oslo, Israel se retiró de Ramala. Mucho se ha escrito sobre estos acuerdos y, seguramente se volverá a escribir, incluso en estas páginas de Radio Jai. Pero veamos hoy, dicho acontecimiento, desde el punto de vista del país anfitrión.

Los noruegos recuerdan su éxito mediador, aunque el país escandinavo sabía que no podía ser del todo neutral.

“El ambiente era relajado y bueno”, dijo Jan Egeland sobre las conversaciones de paz entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) celebradas en Oslo en 1993. Egeland ha sido testigo de numerosos diálogos de crisis y ha visitado a menudo países en conflicto. Incluso una banda de pop noruego llamada Ylvis le ha dedicado una canción en la que el diplomático queda descrito como “Peacekeeping-Maschine”.

Egeland recuerda que la primera gran tarea que se le encomendó como representante del ministro de Exteriores de Noruega, consistió en hacer posibles los diálogos entre bastidores entre representantes del Gobierno israelí y de la OLP en Oslo. “Ambas partes habían hablado directamente entre ellas. En ambos equipos había gente muy buena”, recuerda Egeland. Como jefes negociadores del lado israelí estaban el entonces primer ministro Isaac Rabin y el diplomático Uri Savir. Del lado palestino, además del entonces presidente palestino, Yasser Arafat, considerado por Israel como terrorista, estaba Ahmed Kureia.

Egeland asegura que tanto él como los otros miembros del equipo mediador trataron a ambas partes con la misma consideración: “Los recogimos del aeropuerto en autos similares, los sentamos en las mismas mesas y recibieron la misma atención”, dice el diplomático noruego, que hoy dirige el Consejo Noruego de Refugiados y es coordinador especial de la ONU para Siria. “Poco a poco vimos que los esfuerzos por acercar a las partes enemigas empezaban a dar frutos”, afirmó.

Tras nueves meses y numerosas conversaciones, llegó el momento: los representantes de ambas partes se pusieron de acuerdo para emitir una declaración básica conjunta que allanaba el camino para la creación de una Autoridad autonómica Palestina y para el reconocimiento mutuo de Israel y la OLP. Así nacieron los Acuerdos de Oslo.

El 13 de septiembre de 1993, Isaac Rabin y Yasir Arafat estrecharon sus manos frente a la Casa Blanca. El entonces ministro de Exteriores noruego, Johan Jørgen Holst, también estaba allí para presenciar este gesto histórico de reconciliación. Bill Clinton, entonces presidente de Estados Unidos, agradeció en su discurso al país escandinavo por su apoyo. Décadas después, aquella escena parece sacada de una película de ciencia ficción, ya que ambas partes se encuentran más lejos que nunca de la paz.

Noruega no llegó por casualidad al proceso de paz en el Medio Oriente. Su mediación fue consecuencia de los intensos contactos del país. “Desde hacía tiempo teníamos buenas relaciones a todos los niveles con Israel, pero también con la OLP”, relata Egeland. “Desde siempre había habido una estrecha relación entre el partido de los trabajadores israelí y el noruego. Y, tras el fin de la Guerra Fría, nos propusimos impulsar medidas para fomentar la confianza entre israelíes y palestinos”.

Pero fue la OLP la parte que en primer lugar se dirigió al país escandinavo. Arafat tenía en la mira a Noruega ya desde 1979 como posible país mediador por su estrecha relación con Israel. “En aquel entonces, Estados Unidos había pedido a Noruega suministrar petróleo a Israel, porque Irán, en el marco de su revolución islamista, había cesado el suministro”, dice Hilde Waage, historiadora de la Universidad de Oslo. “Pero el Gobierno noruego no quiso atender esta petición hasta no haber informado a la OLP”.

La razón es que Noruega había enviado en 1978 un millar de soldados a la misión de observación UNIFIL en el Líbano. Allí había una guerra civil en la que luchaban combatientes de la OLP. Noruega temía que sus soldados pudieran ser atacados, por lo que Oslo quiso informar a la OLP del suministro de petróleo a Israel. “Arafat no tenía problema alguno con ese tema”, relata Waage. “Al contrario, aprovechó la ocasión para pedir a Noruega que abriera un canal de diálogo con Israel. Así pues, Arafat utilizó a un amigo de Israel para poder negociar sobre un Estado Palestino”.

Noruega tiene una larga tradición en el ámbito de la ayuda humanitaria y sintió que era su deber implicarse en el fin del conflicto. Además, su credibilidad estaba reforzada por un pasado libre de colonialismo y su independencia económica.

Pero durante una década entera no sucedió nada en el proceso de paz en Cercano Oriente. “Israel se negaba a dialogar con la OLP”, recuerda Jan Egeland. “Fue en 1992 cuando el Partido israelí de los Trabajadores llegó al Gobierno, cuando Israel se abrió a nuestra diplomacia.”

La primera Intifada acababa de quedar atrás, Arafat apostó, erróneamente por Saddam Hussein en la guerra entre Irak y Kuwait de 1990-91, por lo que perdió el apoyo de Kuwait y estaba metido en un buen embrollo financiero. “Arafat y la OLP se encontraban en una posición débil en aquel momento”, dijo la historiadora Hilde Waage. “Israel lo sabía, como también sabía que Arafat estaría dispuesto a hacer concesiones. Sencillamente, Israel era la parte más fuerte, mientras que la OLP estaba sometida a presión. Quería volver a la escena para luchar por un Estado Palestino”.

La historiadora se planteó la cuestión de cuánto margen de maniobra para la negociación podía existir con una diferencia tal de fortaleza entre las partes. Llegó a la conclusión de que el margen era escaso. “Noruega era consciente de ello y ha admitido que sabía que los diálogos debían discurrir a favor de Israel, porque si no, no se hubiera llegado a ningún acuerdo”, dijo Waage.   Egeland calificó el papel de Noruega como el de “mediador cauto” y considera que los Acuerdos de Oslo cimentaron la asimetría de la relación de poderes entre ambas partes.

Sin embargo, Waage está convencida de que la voluntad de Noruega era buena y que el país se identificó con su papel de “tender puentes”. “El país creyó que se podía lograr paso a paso la paz”. Egeland dice al respecto: “¿Es peor haber logrado los Acuerdos de Oslo que no haber llegado a ningún acuerdo? Estábamos convencidos que una paz con defectos es mejor que una guerra perfecta”

Israelíes y palestinos no han logrado vivir en paz, pero Noruega ha cosechado notoriedad internacional por su papel mediador. En Broadway se representa una obra de teatro titulada “Oslo” en homenaje al papel mediador noruego en los históricos diálogos de paz. No en vano se entrega el Premio Nobel de la Paz en la capital de Noruega: tras el punto de inflexión diplomático en Cercano Oriente que tuvo lugar en 1993, Oslo fue considerada, al menos durante un tiempo, como capital de la paz.

Lamentablemente luego llegaron los atentados y los misiles desde Gaza, los cuales obligarían incluso a intervenciones terrestres israelíes, pero estas son otro tema que desarrollaremos en breve.

 

Por el Dr. Mario Burman para Radio Jai

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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