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Babi Yar y los que hoy harían lo mismo

Eduardo Kohn

Por Eduardo Kohn

Hace 80 años Babi Yar pasó a ser un nombre siniestro, uno de los lugares macabros donde el nazismo con fervoroso apoyo local cometió una de sus tantas masacres que llevaron a la Shoá y a la tragedia en Europa.

La Directora del Centro Ucraniano de Conmemoración de Babi Yar Anna Furman declaró y narró esta semana a varias agencias de noticias que todavía hoy siguen intentando identificar nombres de los asesinados y que han llegado a casi 30 mil. Hace exactamente 80 años, los días 29 y 30 de setiembre de 1941, los nazis mataron a tiros a más de 33.000 personas en la Kiev ocupada, en su mayoría judíos. Familias enteras fueron asesinadas. En total, se calcula que entre 70.000 y 100.000 personas fueron asesinadas antes de la liberación en 1943.

Babi Yar ocupa un lugar especial en la historia, en parte porque el acto de recordar a las víctimas fue suprimido y ocultado durante décadas. El notable escritor polaco Marek Halter que se consagrara en 1983 por su monumental obra “La Memoria de Abraham”, escribió hace 15 años mientras asistía a una rememoración de la matanza de Babi Yar:” Si los nazis tenían interés en borrar las huellas de su barbarie, Stalin, por su parte, tampoco tenía muchas ganas de mencionarlo. Habría significado favorecer a los judíos en el martirologio de la población rusa, en un momento en que las persecuciones antisemitas empezaban a vaciar las instituciones soviéticas de su presencia. Habría sido también revelar que tres divisiones ucranianas del Ejército Rojo, dirigidas por el general Vlassov, se habían reunido, desde el principio de la guerra germano-soviética, con las tropas de Hitler y habían tomado parte en la eliminación de los judíos de Ucrania. Sin embargo, esta doble empresa de desinformación había descuidado la fatalidad de la memoria, que al igual que un cuerpo atado a un bloque de piedra y arrojado al mar, sólo desaparece durante un tiempo antes de volver a subir inevitablemente a la superficie y gritar la verdad”.

El 19 de septiembre de 1941, unos tres meses después de la invasión de la Unión Soviética, las tropas nazis entraron en Kiev, la capital de la Ucrania soviética. Pocos días después, los combatientes de la resistencia volaron varios edificios del centro de la ciudad en los que se habían instalado los ocupantes. Los nazis utilizaron esto como pretexto para perpetrar una masacre. Se distribuyeron folletos por toda la ciudad de un millón de habitantes, en los que se ordenaba a los judíos que se presentaran en un cruce de las afueras de Kiev a las 8:00 horas del 29 de septiembre de 1941. Debían llevar dinero y ropa de abrigo. Los que se negaran a acudir serían fusilados.

Se ordenó a la gente que se quitara la ropa. Luego se les condujo al borde del barranco y se les disparó. Música a todo volumen y un avión sobrevolando el lugar debían ahogar los gritos y los disparos. El responsable de la masacre fue el llamado Sonderkommando 4a del Einsatzgruppe C, que participó en el Holocausto en Europa del Este. Estaba dirigido por el oficial de las SS Paul Blobel, que también participó en otras operaciones similares en Ucrania. Fue condenado y ejecutado en uno de los juicios de Nuremberg. La llamada “policía auxiliar local ucraniana” también participó en la matanza de judíos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, durante mucho tiempo en la Unión Soviética no se conmemoró la tragedia. El premiado director de cine ucraniano Sergei Loznitsa, que recientemente ha realizado un documental sobre Babi Yar, culpa del seudo olvido al antisemitismo, y declara: “La Unión Soviética era un Estado antisemita, y todos los gobernantes, desde Stalin, fueron antisemitas”.Loznitsa señala que durante su infancia el lugar de la masacre fue rellenado y convertido en un parque. “Recuerdo que, de niño, caminaba por el parque después de ir a nadar y tropezaba con extrañas piedras con palabras en un idioma desconocido”. “En aquel momento no tenía ni idea de que eran restos de tumbas judías”.

Recién en 1976 se erigió el primer monumento a las víctimas de la masacre. Pero no había ninguna mención a los judíos. Hace pocos años recién se hizo un monumento, y hoy hay una sinagoga. De todos modos, en una encuesta realizada hace tres meses en Ucrania, el 44 por ciento de los encuestados dijo no saber dónde se encontraba el monumento a la masacre de Babi Yar. Los nazis no tuvieron como socios en las matanzas a ucranianos, letones, estonios, por casualidad.

Este lunes pasado, el Primer Ministro de Israel Naftali Bennett habló frente a la Asamblea General de Naciones Unidas, y entre varios temas, señaló: “En 1988, Irán constituyó lo que denominó “Comisión de la Muerte”, que ordenó el asesinato de 5 mil personas consideradas enemigos del Estado. Todas fueron colgadas en grúas. La Comisión se formó con cuatro personas. Ebrahim Raisi, nuevo Presidente de Irán era uno de ellos. Raisi incluso supervisó el asesinato de niños iraníes. Se lo conoce como “el carnicero de Teherán”, porque eso es exactamente lo que hizo, masacrar a su propia gente. Uno de los testigos de estas matanzas dio testimonio que cuando Raisi terminaba una ronda de asesinatos, se sentaba a comer pasteles de crema. A esto nos enfrentamos hoy”.

Hace 80 años, los nazis fumaban y bebían al borde de las fosas llenas de cadáveres de quienes habían asesinado, y junto a ellos, lo hacían, como en Babi Yar, los ucranianos. En Italia estaba Mussolini, en Portugal Salazar, en Francia los nazis tenían al General Petain, en Noruega a Quisling, en Hungría a Ferenc Szalasi y la Cruz Flechada, en España a Franco, y así hasta América Latina, con admiradores que abrieron sus países desde 1946 para refugiar a las bestias nazis.

Hoy, quien quiere seguir aquellos pasos de Hitler, tiene podio en todos los estamentos internacionales, aliados en Yemen, Irak, Siria y Líbano, además de financiar el terrorismo de Hamas, Yihad Islámica, Hizbollah, y está cerca de tener poderío nuclear. Y tiene además la asociación con potencias que dominan el Consejo de Seguridad.

Debemos recordar Babi Yar por lo que significó entonces, por no olvidar jamás el ocultamiento posterior que hizo el comunismo soviético, que si alguien cree que desapareció, mire América Latina y verá que aún sigue, vetusto y asesino, pero sigue. Y también debemos asumir con urgencia y gravedad lo que dijo el Primer Ministro Bennett: hoy la nación judía se enfrenta a quien si pudiera haría lo mismo que hace 80 años.

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