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Fuerte violencia civil palestina, contundente silencio internacional

Eduardo Kohn

En la Autoridad Palestina la corrupción, el nepotismo y las formas dictatoriales no son acusaciones banales sino realidades que sufre la población mientras los organismos internacionales miran hacia el costado. Por eso es que el asesinato de un símbolo de las denuncias, Nizar Banat, se haya constituido en una mecha que encendió la cólera en la población que salió a las calles y se enfrentó con la represión de la policía de la AP. Claro que el ruido de los manifestantes y de los represores no trascendió mucho. Israel no está involucrada en la situación, por lo que para el Consejo de DDHH no es un tema que le pueda preocupar.

Banat, nacido en Hebrón hace 44 años, era conocido en la sociedad palestina por sus vídeos sarcásticos criticando la corrupción y el fraude extendido en el gobierno de Abbas. Su página de Facebook tenía más de 100.000 seguidores. Era demasiado incómodo para el régimen. A principios de junio, hombres encapuchados abrieron fuego contra su vivienda familiar, y él mismo confirmó que recibió amenazas de muerte. El jueves pasado, agentes armados irrumpieron en su casa con una orden de arresto.
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Las autoridades dijeron que “durante su arresto, sus condiciones médicas se deterioraron, y fue llevado de inmediato al hospital de Hebrón para ser atendido, pero los doctores que lo examinaron dictaminaron su muerte”. Pero los familiares de Banat, presentes durante el arresto a las 3.20 de la madrugada, aseguraron que unos veinte agentes irrumpieron en el domicilio y lo golpearon violentamente. Lo desnudaron y lo aporrearon incesantemente con barras de hierro. “Le pegaron durante ocho minutos seguidos”, confirmó uno de sus primos.

En el pasado, Banat ya había sido arrestado en múltiples ocasiones, bajo el paraguas de un remedo de ley creada por la Autoridad Palestina y denominada “crímenes digitales”, que permite el arresto de activistas que cuestionan la legitimidad de la AP. Grupos pro derechos humanos alegan que se abusa de esta medida en forma permanente para detener a oponentes políticos.

Conocida la muerte de Banat, miles salieron a las calles de Hebron y Ramallah pidiendo a gritos que todo el gobierno renunciara y que Abbas se fuera de inmediato. La policía palestina reprimió y se llevó detenidos usando mucha violencia, a varias decenas de los manifestantes.
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Es que no resultan habituales estas reacciones, y menos, pidiendo que se vayan Abbas y su gobierno, cuando lo máximo que se recuerda son demostraciones callejeras hace dos años pidiendo reformas, que obviamente ni en lo social ni en lo económico llegaron nunca. El asesinato de Banat cambió la ecuación. Los manifestantes que salieron a las calles están muy divididos entre sí: islamistas partidarios de ISIS, los grupos que responden a Hamas, los que piden reformas a la Autoridad Palestina, algunos más liberales, la mayoría extremistas cercanos a Hamas. La pandemia debilitó aún más el poder de Abbas, y entre su decisión de postergar las elecciones que no hay desde 2006, la crisis social, económica y sanitaria, el asesinato de un líder de opinión, lanzó a los militantes a las calles y dejó al desnudo que la debilidad de Abbas no es una opinión sino un hecho.

Pero no nos equivoquemos ni nos llamemos a engaño. Banat atacó siempre a todo el espectro político, desde Al Fatah y Abbas a Hamas. Detestaba a Israel y defenestraba al sionismo, y en su Facebook publicó más de una vez con lenguaje muy del estilo iraní que Israel a la larga iba a caer y desaparecer. En abril fue uno de los voceros de las protestas contra Abbas señalándole que no hacía elecciones porque sabía que Hamas iba a vencer, y escribió con violencia verbal que Abbas era un corrupto que negociaba vacunas sólo para su entorno. Nadie del gobierno de la AP ha hecho mención de las protestas. Saben que tienen todo en contra internamente y el silencio cómplice internacional, externamente. De todas formas, reprimieron, lo cual enardeció los ánimos, y anunciaron una investigación sobre el asesinato. Otro error. La familia de Banat declaró enseguida que no va a aceptar los resultados de ninguna investigación. El gobierno de la AP, de todos modos, formó la Comisión investigadora y la integró con el Ministro de Justicia Mohammad Shalaldeh, un representante de los servicios de inteligencia, uno de la familia Banat, y uno de la Comisión de DDHH. La familia Banat y la Comisión dijeron que era un tribunal sesgado y al servicio del gobierno y no aceptaron. La investigación será una farsa y puede provocar nuevas manifestaciones. Nadie cree que los verdaderos culpables paguen por el crimen. La autopsia es muy contundente: Banat fue brutalmente golpeado en la cabeza, en el pecho, en la nuca, en las piernas y en las manos. Nadie imagina que se devele los nombres de quien o quienes ordenaron matarlo y los ejecutantes. Un chivo expiatorio sería lo más probable. Con enorme ingenuidad, varios periodistas palestinos elevaron una carta a Naciones Unidas “pidiendo que la libertad de expresión sea protegida en la AP”.

Pero las Naciones Unidas están muy ocupadas. Su Secretario General dijo ayer que hay que levantarle las sanciones a Irán porque se necesita volver al Acuerdo de 2015, ya que Guterres cree en la palabra de Irán de que las armas nucleares son para “fines pacíficos”. El Consejo de DDHH también está muy ocupado con declaraciones sobre violaciones graves en Nicaragua, Venezuela, Rusia, China.

No tienen tiempo para preocuparse de la Autoridad Palestina, salvo cuando ésta se une a otras dictaduras y atacan a Israel como lo van a hacer el 7 de julio. ¿Alguien va a decir algo sobre asesinatos políticos y represión en la AP en esa sesión?. Por supuesto que no. Las manifestaciones callejeras en Ramallah pueden seguir si sus promotores están dispuestos a sucumbir bajo las armas de Abbas. Si odiaran un poco más a Israel como lo hacía Banat y aceptaran la corrupción como sistema de gobierno, sus vidas mejorarían y hasta quizás se sentirían hermanados con Hamas.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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