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Cuando Erdogan con el árbol quiere tapar al bosque

Profesor Luis Fuensalida

En 1923, Turquía de la mano de Mustafa Kemal Attaturk, abolió el Sultanato e imprimió a su país un perfil occidental y laico, pero 80 años después, en el 2003 de la mano de Recep Tayyip Erdogan, líder del partido AKP o Partido Justicia y Desarrollo, Turquía inició su giro tanto en el plano internacional como en el interno, con claros objetivos tales como, una reestructuración política y social profunda incluyendo una reforma constitucional, como así también, la subordinación de las FF.AA. y FF.SS., cooptar el Poder Judicial y distanciarse del kemalismo.

Es así que logró la reforma constitucional y Turquía pasó de ser una república parlamentarista a una república presidencialista, erigiéndose sin exagerar en el Sultán del Siglo XXI, y valiéndose de un Islam más rigorista como instrumento para reislamizar la identidad turca con un alto contenido nacionalista y xenófobo, en una palabra, el Populismo Islamista.

Hoy la Turquía de Erdogan se ha convertido en un régimen autoritario, en el que se ha instalado el relato confrontativo y divisorio, el “Nosotros” y el “Ellos”, que se exacerbó en el 2015 cuando el partido gobernante, el AKP, amplió su base aliándose con el ultranacionalista y xenófobo partido MHP o Partiddo Acción Nacionalista, que es el brazo político de la organización clandestina Los Lobos Grises, que se tradujo en una violenta campaña contra la población kurda y que a cobrado a miles de víctimas.

En este contexto, el gobierno turco aprovechando el último conflicto entre el Estado de Israel y la organización terrorista palestina Hamas, a través del Center for Islam and Global Affaire, dependiente de la Universidad Zaim de Estambul, organizó un simposio bajo la denominación Conferencia Internacional sobre Palestina, que inició sus reuniones el pasado 18 de junio y finaliza hoy, en el que se analizó la situación palestina frente a un Israel catalogado como Estado de Apartheid, donde obviamente el perfil y la postura de los participantes es lisa y llanamente Anti-israelí, algo que queda aún más de manifiesto cuando una de la entidades patrocinantes del evento es la Global Coalition of Quds and Palestine o GCQP, una ONG turca vinculada al Hamas y a la Hermandad Musulmana, y a la que se sumaron, el Ministerio de Cultura de Turquía y la Universidad de Denver, Colorado, EE.UU..

Pero el momento elegido por el gobierno turco para llevar a cabo dicho evento no estaba agendado de ante mano ni fue de manera fortuita, sino que constituye una verdadera cortina de humo para ocultar o hacer difuso el último crimen del nacionalismo turco, el asesinato de la joven kurda Deniz Poyraz, cometido por Onur Gencer, militante del señalado partido nacionalista MHP y ex integrante de uno de los grupos paramilitares que operaron en la guerra civil siria, en particular en la región norte de Siria y el Kurdistán iraquí, y también vinculado a los Lobos Grises, que dicho sea de paso, se dieron a conocer en diciembre de 1978, cuando asesinaron a 185 turcos alevíes en lo que pasó a los anales de los crímenes xenófobos como la Masacre de Kahramanmaras.

Ahora bien, ¿quién era Deniz Poyraz?, era una ciudadana turca de origen kurdo, de 38 años de edad, hija de Fíeme Poyraz y Abdulillah Poyran, y con varios de sus ocho hermanos en prisión por actividades prokurdas, y trabajaba en las oficinas en la ciudad de Izmir, en la región costera occidental a orillas del Mar Egeo, del partido HDP o Partido Democrático Popular, el principal opositor al AKP, de raíces kurdas y al que el gobierno turco lo acusa de estar relacionado con el proscripto Partido de los Trabajadores del Kurdistán o PKK, que esta considerado una organización terrorista, y esto para esa ampliada base del partido gobernante, una masa nacionalista y xenófoba, se traduce en que cualquier persona militante o simpatizante del HDP es un terrorista, ergo, Deniz lo era.

Su victimario, Onur Gencer, que hoy es venerado como un héroe del nacionalismo turco, casi una celebridad, se hospedó horas antes en un hotel de Izmir, curiosamente propiedad del gobernador que es miembro del AKP, y aparentemente el crimen fue planificado, ya que sabía que Deniz llegaría temprano para abrir las oficinas de su partido, fue entonces cuando ingresó y la asesinó a sangre fría y luego prendió fuego al local, tras lo cual huyó hasta ser detenido, oportunidad en que declaró, “…que llevó a cabo el asesinato por que odio al PKK y a quienes simpatizan con el…”, a la vez que con su mano derecha hacía el ademán símbolo de los Lobos Grises.

El mismo día 18 de junio, cuando se inauguraba la Conferencia Internacional organizada por Ankara, en el cementerio de Buca se llevaba a cabo el funeral de Deniz Poyraz, en distintos lugares de Turquía donde hay una amplia población de origen kurdo se llevaron a cabo manifestaciones de protesta y denuncia por el crimen, y luego, una multitudinaria marcha organizada por el

Consejo de Mujeres de Mardín, el Consejo de Madres por la Paz y el Movimiento de Mujeres Libres, se dirigieron a la casa de la familia Poyraz, en el pequeño pueblo de Xirbermiriské, en el distrito de Omerti, provincia de Mardín, y donde se hicieron sentidos discursos que coincidieron en adjudicar la responsabilidad del crimen a los grupos ultranacionalistas turcos que son apoyados por el partido gobernante y cuentan con el amparo de una justicia cooptada por Erdogan, quién no sólo exacerba la xenofobia, sino que con su populismo islamista a logrado instalar en un amplio sector de la sociedad turca la indiferencia a hechos como el aquí señalado, pero también se arremetió con la actitud cómplice de organismos europeos e internacionales, y finalizando el acto de repudio se entonaron canciones kurdas.

En sintonía con las denuncias realizadas durante el funeral de Deniz Poyraz, la copresidente de la Asociación de DD.

HH. de Turquía, Eren Keslin, declaró que el crimen constituía un asesinato político planeado y que incluso la elección de que la víctima fuese una mujer es un mensaje directo a la lucha de las mujeres en Turquía por sus derechos civiles y a la igualdad, que últimamente ha molestado sobremanera al régimen autoritario de Erdogan, y finalizó pidiendo, que independientemente de la filiación política de cada uno, se debe tomar conciencia y una posición firme y contraria al autoritarismo estatal.

Hace tiempo que el gobierno de Erdogan esta llevando a cabo acciones legales y en el parlamento, en el que cuenta con mayoría, para proscribir al Partido Democrático Popular, mientras que a través de organizaciones clandestinas paramilitares o grupos mafiosos, incluso empresas de seguridad dirigidas por el líder mafioso Sadat Bakr, llevan a cabo crímenes no sólo en territorio turco sino también en el Kurdistán.

Pero además de estas acciones, en los últimos diez años, Erdogan ha planificado una estrategia basada en reafirmar el nacionalismo turco a través de la literatura y el cine, en el primer caso hay una profunda investigación realizada por la Dra.

Ozlem Galip, de nacionalidad turca y ascendencia kurda que actualmente es investigadora y catedrática del Instituto de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Oxford, R.

U., donde señala que la novela puede entederse como una de las formas más nacionalistas del arte, que en el caso turco se expresa en el negacionismo del Genocidio Armenio y también en la persecución y segregacionismo del pueblo Kurdo, mientras que en el segundo caso, en especial en formato de miniseries como Erdugun

Resurrección y Osmán I, se edifica un relato exaltando la identidad turca y el Islam como la única religión verdadera y que son la base de la construcción del Imperio Otomano, que tiene su correlato en el Siglo XXI en la visión geopolítica del Neo-Otomanismo, pero y quizás más actual esta la miniserie Lobo, basada en las operaciones especiales llevadas a cabo por un cuerpo de elite antiterrorista de la Policía Nacional turca contra elementos kurdos, en ambos casos, se logra una perfecta acción sicológica sobre la sociedad, reivindicando el relato de ese populismo islámico que instrumenta el Sultán Recep I.

Finalizando mi columna de hoy, es evidente que el régimen de la Turquía actual, es el autoritarismo, que con sus más y sus menos, se lo puede equiparar al que viven Venezuela, Nicaragua, Myanmar o Bielorrusia, y donde en el caso turco no sólo cuenta con un Poder Judicial cooptado, con FF.AA y FF.SS. cómplices, con una gran parte de la Sociedad adoctrinada y clientelista, sino también, con un amplio sector académico que mira hacia otro lado o guardan silencio sobre la persecución sistemática de opositores, disidentes, estudiantes, mujeres, colectivos y minorías étnicas y religiosas, y se avinieron a esta cortina de humo que es la Conferencia Internacional para acusar de Estado de Apartheid a Israel, mientras se oculta otro crimen más del sultanato, el de Deniz Poyraz, mujer, kurda, activista opositora, algo del que también son cómplices, organismos internacionales y muchos gobiernos occidentales que priorizan sus intereses geopolíticos, por eso, para mostrar la visión de Recep Tayyip Erdogan, valga una frase del gran Nicolás Maquiavelo, “…el príncipe debe ejecutar a través de otros las medidas que puedan acarrearle odio, y ejecutar por sí mismo aquellas que le reporten el favor de sus súbditos…”.

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