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La culpa no es del Chancho sino del que le da de comer

En el día de ayer, Alberto Samid, un preso, con reclusión domiciliaria, con una sentencia cuatro años de cárcel, por asociación licita y evasión de impuestos en el negocio de la carne, que se profugó en su momento y que ha sido denunciado en reiteradas oportunidades por un aberrante antisemitismo, apareció almorzando con dos personas en un restaurant.

Una señora indignada reaccionó e hizo que el mismo se retirara del establecimiento. Caben varias preguntas

¿Cómo un preso puede salir de su domicilio sin que ningún organismo de control lo impida?

¿Cómo los responsables del restaurant lo dejaron ingresar e incluso le sirvieron la comida?

¿Cómo la mayoría de quienes estaban en el lugar no reaccionaron como la mujer, que de paso le preguntó sobre su tobillera que no exhibió ni sabemos si utiliza?

Las preguntas son muchas y podríamos seguir agregando.

Las respuestas son claras, contundentes y muy preocupantes.

En el país del cambalache, la impunidad para los “poderosos” he impresentables es la regla. Ni la justicia, ni las fuerzas de seguridad hacen lo que corresponde.

Peor aún, a este tipo de delincuentes se los premia con una sociedad agotada y anestesiada de tantos golpes, que tiene enormes dificultades para poder reaccionar. La condena social es casi inexistente e incluso algunos los ven como los grandes “piolas” que le ganan al sistema.

Es tal la degradación a la que hemos llegado, que muchos medios de comunicación lo llaman a Samid para que a través de sus pantallas o micrófonos de cátedra de lo que está bien y mal en la Argentina.

Es verdad, en el país donde se asesina a un fiscal sin que pase demasiado y un ex vicepresidente, que tiene una sentencia firme, que pasó por todas las instancias judiciales por la cual debería estar encarcelado, como un preso común, pero goza de una domiciliaria en contra de la ley y dicta conferencias en una universidad, Samid no es más que un chancho más fuera de su chiquero.

Tranquilo Samid, es verdad la justicia en una aberración liberó a miles de presos de las cárceles por la pandemia, esos mismos que diariamente roban y matan por doquier. Qué pena Samid, a ud no le tocó ese beneficio y debería seguir guardado y en silencio en su corral de lujo.

Pobre Argentina, su problema no es económico como muchos creen, sino la degradación de los valores del respeto a la ley, el sentido común y el ejercicio de una ciudadanía responsable. La economía es sólo la consecuencia de esa enorme corrupción cultural que ha llegado o permanecido en el ADN del ser nacional.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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