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Turquía acerca a los dos rivales palestinos para frenar el imparable éxito diplomático de Israel en la región

Por Francisco de Andrés
Pobres, mal avenidos y cada vez con menos amigos. Este podría ser el resumen de la situación de los palestinos, que desde hace más de una década se reparten entre Cisjordania, sede del gobierno del presidente Abás, del moderado partido Al Fatah, y la Franja de Gaza, controlada por los islamistas de Hamás. Turquía, que aspira a ser la potencia rectora de la región, ha aprovechado la circunstancia, y esta semana logró arrancar en Estambul un acuerdo de reconciliación entre los palestinos. Tal como anunciaron anoche fuentes del entorno de Abás, los negociadores de Fatah y de Hamás han alcanzado en Turquía un pacto para celebrar elecciones de aquí a seis meses -primero legislativas y después presidenciales- y poner fin a un enfrentamiento entre facciones palestinas que se prolonga desde hace 15 años.

El acuerdo de reconciliación, que tiene el mal precedente de otras tentativas acabadas en fiasco, viene esta vez precedido por una circunstancia extraordinaria: Israel ha conseguido en pocas semanas establecer relaciones plenas con dos estados árabes de la región, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin. Y esto parece ser solo la antesala de otros éxitos diplomáticos. El premio gordo para el Estado hebrero sería el establecimiento de relaciones con Arabia Saudí, que por razones tácticas parece jugar con los plazos; los analistas subrayan que sin el «placet» de Riad no se habrían producido los movimientos de EAU y Bahréin, dos países de la órbita saudí.

Frenar el avance diplomático de Israel parece ser el «leitmotiv» tanto en Ramala como en Ankara. Y lo más fácil por ahora es un mero compromiso electoral después de quince años de acantonamiento: los palestinos moderados de Abás en Cisjordania y Jerusalén Este, y los radicales de Hamás en Gaza, un pequeño territorio con el que los islamistas se hicieron por la fuerza hace más de una década. Las distancias ideológicas y tácticas entre unos y otros siguen siendo colosales, pero la necesidad de salir del pozo y salvar el proyecto de Estado palestino puede hacer el milagro.

Si el ejemplo de EAU y Bahréin se propaga entre el resto de las monarquías del Golfo Pérsico, podría darse la ironía de que los mayores valedores de la causa palestina pasen a ser no árabes. Por un lado el régimen persa chií de Irán, muy cercano a Hamás -a pesar de que este es un movimiento islamista suní-, que no se ha movido un ápice en su calificación de Israel como el Pequeño Satán (frente al Gran Satán, Estados Unidos). Y por otro lado el régimen otomano de Turquía, que muestra una actividad diplomática infatigable, casi compulsiva, al calor del proyecto de Erdogan de recuperar el sultanato en pleno siglo XXI.

Francisco de Andrés es Licenciado en Ciencias de la Información, fue corresponsal de ABC en Buenos Aires y en Bruselas y actualmente es redactor de Internacional

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