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Rosh Hashaná: El día después

El uso de máscaras es una tradición pagana. Los judíos no las hemos usado jamás, excepto en Purim, cuando precisamente se relativizan todos los valores en aras de “la suerte”, o “pur”. Nuestra religión prohíbe cualquier tipo de imagen, por lo cual es natural que nuestros ritos religiosos, desde el tiempo de los sacrificios en el Templo hasta el tiempo del rezo en las Sinagogas, sea a cara descubierta. El hombre, o la mujer, hecho a imagen de Dios, enfrentado a sí mismo a través del prójimo, en comunidad, con palabras en común y al unísono.
Por eso fue tan extraño vernos en la sinagoga con tapabocas o barbijos puestos este Rosh Hashaná 5781, año del virus del Corona, 2020 del calendario gregoriano.
La mayoría se quedó en casa. Así estaba previsto. Quienes se quedaron en casa no usaron máscara, la máscara fue la pantalla.
Como sea, dónde hayamos estado, había algo al mismo tiempo muy loable y hasta sacrificial en nuestra presencia, virtual o presencial. Esa fue nuestra ofrenda este Rosh Hashaná. Había una cierta testarudez en mantener viva la tradición, por abreviada que sea, y cuidarnos unos a otros en esta coyuntura imprevisible e inimaginable un año atrás. Con todo y a pesar de todo, había una contenida alegría y vitalidad existencial e identitaria que atravesó la comunidad a lo largo y a lo ancho de Montevideo.
Muchas veces hemos sido muchos, pero tal vez nunca tantos, tan presentes en lo virtual y lo presencial, tan sensibles, tan predispuestos, y tan receptivos a una experiencia tan intensa como contundente. El judaísmo sigue teniendo en su seno la capacidad de reinventarse, es sólo cuestión de que los judíos sepamos leer entre líneas y asumir el desafío.

Por Ianai Silberstein

Reproducción autorizada por Radio Jai citando la fuente.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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