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La comunidad Internacional no aprendió a evitar genocidios

Por Ezequiel Naidich

Ayer, hace 25 años, terminó la masacre o genocidio de Sebrenica, en la que 8372 musulmanes bosnios fueron asesinados por milicias serbias con el objetivo de limpiar étnicamente la ciudad en la Guerra de Bosnia. Una de las cuestiones más graves de esta masacre fue que sucedió en una zona declarada segura por las Naciones Unidas. Sin embargo, los 400 cascos azules, al igual que la comunidad internacional, no hicieron demasiado por evitar el genocidio.

Un cuarto de siglo más tarde, y habiendo pasado 75 años del final de la Shoa, no hemos aprendido a evitar los genocidios. Según Genocide Watch, una ONG internacional que se encarga de llamar la atención a la comunidad internacional sobre los genocidios; existen 10 pasos del genocidio, desde la clasificación de los grupos a la negación, pasando por la deshumanización y el exterminio. Si uno abre el mapa interactivo de la ONG puede ver que la mitad del planeta está en alerta de genocidio. Muchos países están en distintos pasos. El África Subsahariana está peligrosamente pintada de rojo, que identifica el noveno paso, el exterminio. Muchos otros países se encuentran en los pasos 7 (preparación) u 8 (persecución).

En su artículo 2, la Convención para la prevención y castigo del crimen de genocidio de 1948 entiende por genocidio una serie de actos “perpetrados con intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”. Teniendo en cuenta esto, algunos de los países pintados en el mapa de Genocide Watch no serían casos de genocidio. Egipto, por ejemplo, persigue a opositores del gobierno, pero no tienen ninguna consideración religiosa, nacional u étnica.

No obstante, quiero hacer un énfasis especial en la República Popular China. A principios de la semana, un video filmado desde un drone reveló el traslado en tren de cientos de personas rapadas y con los ojos tapados. A partir de mucha otra evidencia, se supone que las personas arrodilladas en fila pertenecen a la minoría étnica musulmana Uighur, en la provincia de Xinjiang, en el oeste de China.
Durante décadas, en China rigió una ley que permitía a los miembros de la etnia Han, la mayoritaria en China, tener un solo hijo, mientras que a las minorías se les permitía tener 2, o incluso 3 en las zonas rurales. Desde la llegada de Xi Jinping al gobierno la situación comenzó a cambiar. A la mayoría Han se les permitió tener dos y a las minorías, especialmente la Uighur en Xinjiang, se les prohibió tener más de uno. Supuestamente estas políticas tenían por objetivo equilibrar la tasa de crecimiento demográfico de las distintas etnias.

A diferencia de los Han, si los Uighur no pagan la muy elevada multa por no cumplir las normas de planificación familiar pueden ser transferidos a campos de reeducación, trabajo o a la prisión. En estos, las mujeres son forzosamente esterilizadas.

Pero ellas no son las únicas que van a los campos. Una investigación del Proyecto de Derechos Humanos de los Uighur demostró que dejarte crecer la barba, utilizar un velo, rezar y otras prácticas religiosas pueden ser suficiente motivo para transferir a alguien a un campo.

Desde 2017 se ha comenzado la política de detención de Uighurs en campos educacionales y vocacionales que el gobierno chino, luego de negar su existencia en primera instancia, ha reconocido que juegan un rol fundamental en la lucha contra el terrorismo que sacude la región. No obstante, distintas investigaciones, incluyendo el proyecto “cables chinos” del Consorcio Internacional de Periodistas de investigación, han concluido que la severidad con la que se trata a los detenidos responde a un programa de lavado de cerebro donde los objetivos son eliminar la cultura y religión de esta etnia. Desde 2017, más de 1 millón de personas, de entre una población de 11 millones, han pasado por estos campos.

Tomando en cuenta las políticas de control de natalidad de esta población, que han reducido la natalidad de las regiones de mayoría Uighur en un 60% entre 2015 y 2018, y las detenciones masivas en campos reeducacionales, en Xinjiang se está intentando destruir al grupo étnico-religioso como tal, aunque no haya un aniquilamiento de las personas.

Estados Unidos, en los últimos meses, ha impuesto sanciones adicionales a Beijing y a los responsables del genocidio Uighur. Sin embargo, la comunidad internacional no está actuando contundentemente contra este flagelo, demostrando que poco hemos aprendido de los genocidios pasados.

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